Antonio Machado


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Conversar sobre Antonio Machado siempre presupone un ejercicio productivo ya que fue un escritor nacido en España y creador destacado de nuestro idioma.

Desde pequeña me acerqué a sus textos poéticos, y siempre lo admiré. Hoy día, disfruto mucho la lectura de los mismos y lo tengo como uno de mis poetas favoritos.

Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace el camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en la mar.

De la misma forma, lo hizo suyo el cantautor español Joan Manuel Serrat, al musicalizar e interpretar sus versos por el mundo, en una voz, que ahora precisamente, se despide de los escenarios.

Nació Machado, como Bécquer, en la misma localidad de Sevilla, cinco años después de la muerte del inolvidable creador de las Rimas y Leyendas.

Para él, “Bécquer era el ángel de la verdadera poesía”.

En otros trabajos hemos expresado que Bécquer abrió el sendero de una poesía nueva que rompió con los cánones románticos, al proponer otras visiones más desnudas y escuetas, más intimistas y espirituales que las que hasta ese momento se cultivaban en nuestra lengua.

Eso es cierto, pero la poesía avanza y fluye y refluye, como diría José Martí.

Es importante no olvidar que el poeta Antonio Machado nació en 1875 y murió exiliado en Francia, en 1939, en plena Guerra Española. Dejó amplia huella en el Modernismo, perteneció a la Generación del 98 y llegó a ser miembro de la Real Academia Española de la Lengua aunque nunca ocupó el sillón que le pertenecía.

Según algunos estudiosos de su obra, el gran creador consideraba que la poesía era sin la menor duda, esencial para el tiempo, lo que refirmaba cuando expresaba que el hombre y su poema estaban comprometidos con la realidad que le rodeaba. 

Así dijo en el prólogo de sus Poesías completas:

“Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu… lo que dice el alma si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto con el mundo”.

Antonio Machado, en el año 1935, integra el Comité de Escritores por la Defensa de la Cultura y justamente al año siguiente, suscribe el Manifiesto de la Unión Universal por la Paz y después de hablarle a la Juventudes Socialistas, desarrolla el poeta una actividad fecunda en favor de la Guerra Civil Española que estalla en 1937. En 1939, sale exiliado de la tierra que lo vio nacer y muere ese mismo año.

Marinello y Nicolás Guillén, lo conocieron cuando dos años antes, visitaron Barcelona, en ocasión del II Congreso Internacional de Escritores. También allí, Alejo Carpentier, Félix Pita Rodríguez, entre otros.

Comentó Marinello que cuando conoció al gran poeta español “todos callamos para darle campo ancho a la voz prodigiosa del poeta”. Decía que Antonio, era un hombre de raíz radical y humana.

Aunque como expresó Esteban Llorach, este editor cubano, tristemente fallecido, al referirse a Antonio, decía que no era un marxista, ni un comunista, pero siempre vio el sevillano en el socialismo, con toda claridad, una manera justa de convivencia humana y una posibilidad de abolición de los privilegios de clase, que tanto dolor causaban a la humanidad.

Esta es una poderosa realidad.

Nunca he podido olvidar el mensaje que el gran creador, envió a los más jóvenes:

Amad a los buenos y a los sabios que son los poderosos de la tierra, porque ellos representan el único valor que contienen las multitudes humanas. Amad el trabajo y conquistad por él la confianza en nosotros mismos, para que llegue un día, después de largos años, en que vuestros nombres también merezcan recordarse.

Para él, el hombre es un caminante, ese viajero que va interrelacionando con su existencia por la romería de la vida y a lo largo de su existencia, batallando con su tiempo…

En todas partes he visto 

caravanas de tristeza, 

soberbios y melancólicos 

borrachos de sombra negra, 

y pedantones al paño 

que miran, callan, y piensan…

 

Algunos textos poéticos resultan fundamentales en su obra: entre ellos “A un olmo seco”, “El crimen fue en Granada”, “Anoche cuando dormía”, “Elegía de un Madrigal”, “La mujer manchega”, “Las Moscas”, entre otros, que entregan miles de emociones.

Ya a la altura de los cincuenta, apareció Guiomar, su musa, verdad o ficción, que han querido desentrañar y que sazona con anécdotas y soledades, la vida de este poeta de los sueños. El Cancionero del autor a Guiomar, queda para esta historia.

Hablar español y escribir en español es una gran fortuna. Hacer poesía en español es fotuna mayor. Eso me hace recordar a otro grande de nuestro idioma, Don Alfonso Reyes, el mexicano universal, que vivía orgulloso de hablar y escribir en español, y pienso una vez más, que el poeta sevillano, que ahora nos ocupa, conoció en París, a Rubén Darío, el gran poeta nicaraguense, al que siempre reconoció por la renovación del lenguaje, algo que el autor de Azul, logró en sus textos, para bien de nuestra América.

En prosa se acumulan, en la obra de Antonio, Meditaciones de un poeta, cartas, escritos diversos, y hasta obras dramáticas junto a su hermano Manuel, casi todas escritas en verso.

Desde aquel primer libro Soledades de l903, hasta sus últimos textos, el escritor va alcanzando ese tono de intmidad trofundamente lírica, que apasiona.

Sirva este abril del idioma, para recordar una vez más, a Antonio Machado, amigo, hermano de Cuba, y este hermoso saludo que por su importancia escribo a ustedes una vez más:

“Cuando vuelva usted a Cuba, querido Marinello, lleve usted un saludo cordial y un fuerte abrazo de mi parte a esos buenos amigos que hoy acompañan con su amor a la vieja madre. Dígales que, en efecto cuantos aquí luchamos por la existencia de España, vendida, traicionada, invadida, en el trance más peligroso de su vida y más trágico y decisivo de su historia, agradecemos con toda el alma las voces fraternas que llegan a nuestros oídos, y que entre otras voces, la de Cuba alcanza una resonancia inconfundible en nuestro corazón, que ella nos alienta y conforta, que ella es compensación de muchos silencios, consuelo de muchas amarguras. 

Rocafort (Valencia) 1937.


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