Adolfo Costales: «Colibrí para mí es como un hijito»


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Producciones Colibrí es la disquera más joven de Cuba pero el próximo mes de abril ya cumplirá 20 años, tiempo en que ha sabido responder con creces al especial encargo cultural con el que fue fundada: producir un registro discográfico que constituyera un rescate de aquellas agrupaciones y repertorios de valor patrimonial dentro de la música cubana en general y en particular, de la música de concierto, culta.

Como deriva de este empeño el mayor catálogo de música académica de Cuba producido en el presente siglo es uno de los tesoros invaluables de Colibrí.

El músico y productor Adolfo Costales, recordado también por los muchos años en que integró el Grupo Mayohuacán, fundó esta casa discográfica, y durante el año 2003 dirigió su génesis «a dedo», según sus palabras, pero además, continúa allí, por eso, tiene mucho que contar y el Portal Cubarte quiso con esta conversación, y otras que le seguirán, tributar a este veinte aniversario de la más joven pero no la menos importante disquera del país.

¿Producciones Colibrí fue un proyecto suyo y de Tony Pinelli? ¿Cómo surge la idea?

La idea de fundar Colibrí no fue ni de Tony Pinelli ni mía, fue de Abel Acosta y Ciro Benemelis, o de uno de los dos pero el caso es que los dos fueron los que, digamos, se confabularon y nos citaron a Tony y a mí para proponernos constituir la disquera a finales del año 2002.

Tony estuvo en las primeras conversaciones pero después no continuó pues tenía otros asuntos y yo seguí; la fecha oficial de fundación es abril del 2003 porque es la fecha del acta de constitución pero en diciembre del 2002 ya se había terminado de grabar el primer disco de Colibrí que fue de José María Vitier, llamado Imágenes, La Habana, 1972, un disco muy bonito, de canciones e instrumentales de José María, donde aparecían también como intérpretes Miriam Ramos, Amaury Pérez, Martha Valdés, Sara González, Teresita Fernández y Sergio Vitier; era una especie de remembranza de la vida nocturna de La Habana en años anteriores, de las décadas del 50, 60… eran las imágenes de El Gato Tuero y otros sitios de la capital donde se hacía música.

A más tardar febrero del 2003 el disco salió pero no con el sello Colibrí, sino con el sello Cinquillo. Ciro Benemelis, creador y presidente fundador por muchos años de Cubadisco, estuvo muy involucrado en todo esto, incluso los primeros contratos llevaban su firma, porque no estaba la constitución y yo mucho menos estaba nombrado, nunca lo estuve, por eso te digo siempre que fui director de Colibrí durante un año «a dedo», y Ciro asumió toda esta primera etapa.

¿Para responder a qué ausencia cultural se crea esta discográfica?

En el momento de la fundación de Colibrí, estaban activas la EGREM, por supuesto, Bismusic, el sello Unicornio de Abdala, y un sello que después se fue diluyendo que era de RTV Comercial, que siempre han tenido un propósito cultural pero eran empresas, por lo que tenían un encargo comercial y un compromiso por generar ingresos, lo cual a veces choca con un concepto más puro desde lo cultural.

Entonces Colibrí surge con el concepto de ser su encargo más cultural que cualquier otro propósito, más patrimonial, incluso, que es algo que se ha mantenido durante todos estos 20 años, a pesar de algunas incursiones en otras cosas, yo diría algunas manchas, pero hay que decir que básicamente se ha mantenido el espíritu fundacional durante la dirección de Gloria Ochoa, de Marta Bonet y de Carole Fernández, la actual directora.

¿Cuál era el propósito fundacional cardinal con el cual nace Colibrí?

El propósito fundacional cardinal de Colibrí era lograr producir un registro discográfico que no tuviera que ver para nada con patrones comerciales, era un rescate de aquellas agrupaciones y repertorios de valor patrimonial dentro de la música cubana en general y en particular, de la música de concierto o culta, o académica, como se le llama ahora y que en esa época era muy poco grabada. El mayor catálogo de música académica de Cuba producido en este siglo XXI lo tiene Colibrí en estos momentos.

Y no es que Colibrí no tuviera un plan de ingresos, lo tuvo y lo tiene, pero no subordinaba el propósito de rescate del patrimonio a exigencias comerciales y económicas; su misión primera fue y es patrimonial, no comercial, y es esta singularidad   la que diferencia a Colibrí del resto de las disqueras del país.

¿Existía una plantilla para trabajar?

No, no había una estructura, era yo, solo, durante los primeros meses, y luego capté, me robé, rapté, a dos compañeras del Instituto de la Música, que era donde radicábamos, en un antiguo baño del segundo piso de la casa original; ellas trabajaban en otros departamentos pero tuvimos afinidad, les interesaba el proyecto y se sumaron; son Marta Rodríguez, que aún está en Colibrí, y Niurka Chuay que trabajaba en personal, una persona muy eficiente, y prácticamente estuvimos todo el año 2003 solos los tres armando Colibrí.

Luego se piensa ya en nombrar un director, y ese no era yo…

¿Por qué?

Yo no quería, pero no era un capricho, era que sentía que eso me iba a desvincular, como es lógico, de mi actividad musical, de la producción musical y eso no me interesaba. En una conversación que tuve con Ciro sobre el tema, le mencioné a Gloria Ochoa que fue para allá con su amiga y hermana del alma, Martica Bonet, y en un momento determinado, creo que ya en 2004, ellas fueron nombradas como directora Gloria y Martica como subdirectora; a ambas yo las conocía de antes, habían estado en Bismusic. Cuando ellas asumieron la dirección, Colibrí empezó a crecer.

¿Y usted qué hizo entonces?

No sé, (risas) esto es medio en broma y medio en serio, no, realmente me quedo trabajando en todo allí, es que éramos «cuatro gatos» literalmente; de pronto apareció alguien para atender la economía, luego una asesora jurídica, pero ya, no había más gente.

Marta Rodríguez asumió desde el principio todo lo que eran las artes finales, toda la gráfica, lo cual sigue haciendo en estos momentos, por lo cual tiene una vasta experiencia en este tema, pero en todo lo relativo a la estrategia de producción, yo continué participando, aunque  estuve varios años sin formar parte de la plantilla en Colibrí, no ocupaba cargo ni plaza de nada, hasta que al paso del tiempo se creó una plaza especial de músico, podemos decir que la crearon para mí, y seguí haciendo lo mismo  que antes, de todo.   

¿Con qué infraestructura comienza a funcionar Colibrí?

Comienza con ninguna infraestructura, o bueno, sí, con un vehículo, porque ya te dije que la oficina era un antiguo baño…, y poco a poco se fue organizando y varios años después, 5 o 6, de estar en el Instituto de la Música es que nos mudamos para la casa donde hoy radica la disquera en la Quinta Avenida entre 12 y 15, en Miramar.

¿Dónde grababan?

En cualquier parte, donde pudiéramos y hubiera condiciones; muy importante, un elemento fundacional de Colibrí es el Laboratorio de Música Electroacústica del maestro Juan Blanco, al frente del cual estaba su hijo Emmanuel Blanco, en el cual grabábamos mucho.

Este laboratorio pertenecía, no sé si aún…, al ICM, sobre todo aquellos primeros discos del sello In situ, se grababan en este estudio, que era muy pequeñito y con bastantes buenas condiciones, era un estudio profesional una especie de homestudio, como se le llama ahora.

Cuando aquello había la facilidad de que, si nos íbamos para Holguín, Martica Rodríguez y yo por ejemplo, a hacer audiciones, y seleccionábamos cuatro grupos, los traíamos para La Habana, de uno en uno, claro, y durante 15 días estaban aquí hospedados en la Casa de Visita del ICM, y grabando sus discos.

A la par grabábamos en la Egrem, Abdala, en el estudio Eusebio Delfín de Cienfuegos, en Siboney de Santiago de Cuba, pero estos estudios tenían un costo y   el Laboratorio de Música Electroacústica no, al pertenecer al ICM, por esto, esos discos eran muy baratos, pues no teníamos que pagar el tiempo de estudio que es siempre muy caro.

¿De qué acción fundacional surge el sello In situ?

Bueno, la disquera nació con la buena idea, que no estoy seguro, pero creo que era de Abel Acosta, y que yo asumí con muchísimo entusiasmo, de hacerle discos con presupuestos muy bajitos a aquellos solistas o agrupaciones que en ese momento estaban trabajando en instalaciones turísticas hoteleras y extrahoteleras, algunos de los cuales eran muy buenos y generalmente tocaban música tradicional cubana.

Cuando aquello se podía fabricar los discos sin mucho problema, ahora ya no es así, y lo que se hizo fue producir estos discos de bajo costo pero con grabaciones muy bien hechas, y los propios artistas en sus presentaciones los vendían al público y con esos dineros recaudados se podían sufragar las inversiones de otros fonogramas de un carácter más patrimonial, esa era la idea.

¿Qué pasó? Este plan lo inicié y lo seguí muy de cerca pero lamentablemente no rindió los frutos esperados. Se hicieron discos en todos los destinos turísticos del país: Holguín, los cayos del Norte de Ciego de Ávila, Varadero, La Habana, todos; a los artistas se les entregaban los discos por el método comercial de consignación, en la medida que iban vendiendo entregaban el dinero a Colibrí pero algunos directores de hoteles empezaron a prohibir esta comercialización alegando que le hacía competencia a la venta de discos en las tiendas propias de las instalaciones o dando cualquier otra explicación o ninguna.

Nunca hubo, aunque lo alerté reiteradamente, una coordinación entre ambos ministerios, de Cultura y de Turismo, para que esto se resolviera y al final esta excelente idea, no funcionó porque tenían que venderlos a escondidas…por lo que al cabo de cuatro o cinco años, sencillamente fracasó.

Este proyecto fue el que dio pie a la creación del sello In situ y aún se mantiene pero con otro concepto, pues es para la música tradicional cubana en general, y así se hicieron discos al Septeto habanero y otras muchas alineaciones.

¿Mientras funcionó se pudo materializar esta idea de producir con esos ingresos discos de carácter patrimonial?

En los lugares donde no hubo ese problema, sí y ampliamente, porque los grupos vendían todos los discos que les dábamos, con lo que ganaban dinero ellos y se ingresaba para la producción patrimonial, pero fueron más los casos, sobre todo en los hoteles, en que no se pudo desarrollar como estaba pensado por lo que no se siguió este proyecto y fue una lástima.

Te hablo mucho de esta idea porque la tomé como «mi hijita linda», me gustaba mucho porque, entre otras cosas te permitía ir a Guantánamo y hacerle un disco a un grupo que nunca nadie se lo hubiera hecho, nadie lo hubiera pensado, aunque eran buenos grupos todos.

Nosotros nos íbamos a todas las provincias a hacer audiciones coordinadas con los Centros Provinciales de la Música que nos preparaban 15 o 20 agrupaciones, nos pasábamos tres días audicionando y nos encontrábamos maravillas, y ahí están los discos de artistas de todo el país.

La más joven disquera cubana se ha caracterizado por el cuidado en cuanto a la visualidad de las colecciones y las notas discográfica. ¿Fue así desde su surgimiento?

Sí, desde el mismo inicio se prestó especial atención a estos aspectos; en cuanto a la visualidad siempre ha sido una labor encomiable de Marta Rodríguez; se insistía mucho en esto y se buscaba a los mejores diseñadores y fotógrafos de ese momento, incluso cuando se entregaban los Premios Cubadisco, en las diferentes ediciones, la mayoría de los lauros en este apartado los obtenía Colibrí, siempre se ha reconocido mucho la visualidad de los discos nuestros.

Igual se priorizaba la calidad de las notas discográficas, que estuvieron a cargo de musicólogos y estudiosos como María Teresa Linares, Jesús Gómez Cairo, María Elena Vinueza, Olavo Alén, entre otros.

 ¿Cuál fue la labor más difícil para usted en la arrancada de Colibrí?

Francamente, no siento que nada me haya costado mucho trabajo; primero porque en ese momento, no en todos, todas las personas que estaban por encima de nosotros estaban muy atentos a hacer que todo funcionara, y como teníamos este apoyo, todo funcionaba; teníamos, desde el punto de vista material, asegurado el transporte, la alimentación, los hospedajes para los músicos, y desde el punto de vista profesional Martica Rodríguez, Niurka Chuay y yo nos distribuíamos el trabajo y todo salía, fíjate, cuando aquello se hablaba de producir y producir, no de comercializar, porque había que hacer un catálogo primero y aquello era muy bonito porque era pensar en grande sin pensar en qué iba a pasar después.

Cuando lo que no depende de ti, los aseguramientos, los recursos están…lo demás queda por ti, lo haces con ganas y si te gusta lo haces bien, o tratas… malo es cuando no tienes apoyo…

Por eso te digo que no recuerdo nada que me fuera difícil, quizás hubo algo, pero si lo olvidé es porque no era importante.

¿Cuánto se parece hoy esta disquera a la que usted fundó en 2002-2003?

Se parece mucho en lo conceptual a nivel interno, porque el colectivo actual, especialistas y directivos, tiene una idea muy clara de lo que debe ser y hacer Colibrí, igual que cuando se fundó, pero, como la situación ha cambiado, en todo, en lo económico, en lo social…porque la vida cambió, entonces ha pasado desde hace años ya, que se han empezado a producir discos que, en mi opinión, no deberían estar en el catálogo de Colibrí…

¿Por qué se han producido?

Porque se ha dado instrucciones de hacerlos por instancias superiores, por ejemplo de música bailable, y esto lo digo sin ningún tipo de prejuicio, porque por ejemplo, hay algunos discos de música bailable muy bien ubicados como el de la orquesta NG la Banda, pero hay otros que no pero se le encomiendan a Colibrí porque es la disquera presupuestada del ICM;  no pasa solo con la música bailable, también con solistas y formaciones que no son coherentes con nuestro catálogo; antes esto no ocurría, o al menos, muy ocasionalmente.

Es decir creo que se ha perdido la posibilidad, por parte de la dirección de Colibrí de decir: este sí y este no y se acabó.

Haber fundado Colibrí ¿qué satisfacción le hace sentir al cabo de veinte años?

Lo primero que tengo que decirte es que Colibrí para mí es como un hijito, un hijito mío, porque lo fundé desde cero…, mira yo soy fundador de Bismusic, llegué cuando todavía no tenía nombre, pero no fue igual, en el sentido de que había antes que yo otras personas, primero Cary Diez, después Tony Pinelli, mi hermano, otras personas como Gloria Ochoa, y ya se estaba gestando, o sea, éramos un equipo que fundamos Bismusic, pero Colibrí lo fundé yo…

Entonces la satisfacción es, primero, haber permanecido yo, que he sido un poco saltimbanqui en mi vida, en todos los sentidos, en Colibrí durante estos 20 años, si no recuerdo mal, nunca he estado 20 años en un mismo lugar de trabajo, ni siquiera en Mayohuacán, en donde estuve mucho tiempo.

En segundo lugar, porque Colibrí ha cumplido mis expectativas y se ha reflejado mucho en la vida cultural del país; por ejemplo la Colección El joven espíritu del Jazz, cumple las expectativas de la música del país, pues ya hay una considerable cantidad de discos  producidos cuyos protagonistas son jóvenes intérpretes y compositores de ese género, que quizás de otra manera no los hubieran tenido, o por lo menos no los hubieran tenido en el momento en que debían tenerlo, como hace este excelente proyecto creado y liderado todavía hoy por Gloria Ochoa, que es por eso tan importante para el movimiento jazzístico, para la música y la cultura cubanos y que cumple con uno de los propósitos fundacionales de Colibrí.

Además el catálogo de excelencia que hay de la música académica es sin duda un logro grande de Colibrí, que contempla discos de música de Wolfgang Amadeus Mozart, pero que hace énfasis en las composiciones  académicas de músicos cubanos, catálogo  que no existe en ninguna parte y que no hubiera estado seguramente en ninguna parte, y  no hablo sólo de Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, que son los grandes clásicos, están las creaciones incluso de relevantes compositores contemporáneos como Harold Gramatges y Roberto Valera y podría mencionarte a muchos más, incluyendo a algunos de los más jóvenes y talentosos creadores de esta música.

Y todo esto hace para mí, que además de sentirme «papá» me sienta copartícipe de todos esos triunfos de Colibrí y estoy convencido de que, a pesar de las condiciones actuales seguimos pensando de esa manera los que estamos ahí, ah!, a lo mejor no podemos hacer todo lo que pensamos, ya ese es otro problema, que no depende de nosotros, pero nosotros, seguimos pensando igual que cuando fundamos Colibrí.


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