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Una historia de amor que nos puede hacer pensar


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Monique, parisina de 35 años, tiene un padre cubano que no conoce. La tarde en que se dispone a viajar a La Habana, conoce en un aeropuerto de París a Mario, un cubano en sus 50 que espera el mismo vuelo en conexión de tránsito hacia Cuba. Sin embargo, el viaje tendrá que esperar porque una inesperada tormenta pospone los vuelos.

Esa noche, desde la habitación de un hotel contiguo al aeropuerto, Monique y Mario, amantes, intentarán compartir sus visiones de Cuba entre confesiones y sentimientos. Ambos comparten un viaje hacia sí mismos, un viaje a la Isla.

Esta es la historia que propone Vuelos prohibidos, producción del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y segundo largometraje de ficción del realizador Rigoberto López, que tendrá su premier el próximo miércoles 25 de marzo en el capitalino cine Chaplin.

“La realización de esta película fue un gran esfuerzo si se consideran las particularidades de la historia, la cual se desarrolla entre París y La Habana. Tuve que esperar mucho tiempo para encontrar el mínimo de financiamiento para cubrir los costos del rodaje en la capital francesa. Afortunadamente, la Fundación Global Democracia y Desarrollo de República Dominicana tuvo a bien colaborar con el financiamiento para el rodaje en París. No obstante, como justamente esos recursos eran mínimos, pues fue notable el esfuerzo por parte de todo el equipo de realización”, aseguró López en entrevista exclusiva a Cubacine.

En solo 17 días se filmó Vuelos prohibidos, película, según palabras de su director, que propone una visión honesta de lo que ha sido y es la realidad cubana.

“Este es un filme intimista, de hálito romántico, un drama sentimental… Sin embargo, implica -y es lo más importante-, una reflexión sobre nuestra realidad. Ambos elementos están imbricados, la historia de amor y dicha reflexión, porque los personajes protagónicos están condicionados por sus contextos sociales. Cada uno trae consigo el reflejo y las consecuencias de lo que han vivido en sus respectivas sociedades. Lograr entonces esa imbricación, esa armonía, fue lo más importante. Si ambas cosas se hubiesen separado, hubiese sido hablar de la realidad cubana de una manera que no le pertenece al cine”, explicó López.

La película cuenta con el protagonismo del conocido cantante cubano Paulo Fernández Gallo y la actriz francesa Sanâa Alaoui. Ambos, según el director, lograron establecer una gran química, a la par que se sobrepusieron a las limitaciones que implicó, en el caso de ella, rodar una película en un idioma diferente al suyo, y en el de él, no ser actor de profesión.

“Mario, el personaje de Paulo FG, es un hombre de nuestro tiempo, que ha vivido 50 años de la Cuba que conocemos, con sus aciertos y desaciertos, contradicciones y logros…, por tanto, la realidad social no le es ajena, sino todo lo contrario. Creo que su personaje se parece mucho a los cubanos de su generación. Por su parte, Monique es una francesa llena de preguntas, curiosidad y hasta confusión respecto a nuestra realidad. La relación que se establece entre los dos incita, entonces, a la reflexión”, afirmó el director.

Muy satisfecho con el trabajo de ambos actores aseguró sentirse Rigoberto López, quien sostiene que la historia de Vuelos prohibidos descansa en ellos y su guion. “No ser un actor profesional para nada le impidió a Paulo asumir su papel con compromiso y exigencia. Pretendí para él un personaje sin tremendismo, que convenciera por su espontaneidad y naturalidad, y creó que lo logró, creo que consiguió hacer un personaje convincente y, en ocasiones, hasta sorprendente”.

Asimismo, el también director de Roble de olor (2003) confesó estar feliz por haber podido trabajar con actores de la talla de Daisy Granados, Mario Balmaseda y Manuel Porto, quienes demostraron, según sus palabras, que donde hay buenos actores no hay pequeños personajes.

También la fotografía de Ángel Alderete y la música de Miguel Nuñez complacieron a López, para quien la realización de Vuelos prohibidos fue una experiencia que requirió mucho de cada uno de los que trabajaron en ella, pero que trajo consigo también gran felicidad.

“Estoy muy satisfecho con el filme, y espero que a los espectadores les guste. A pesar de las frivolidades, deformaciones y vacuidades existentes, creo que hay un público inteligente que merece que se le respete, en este caso, mediante una película sincera que quiere dialogar con el espectador sobre nuestra realidad, una película que apela a la capacidad de reflexión y discusión de todos los cubanos”.


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