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Un comunista inaccesible al desaliento


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Nunca pensé que el mayor elogio político que se pudiera hacer a mi persona vendría desde las posiciones enemigas, de la pluma de un comprobado agente de la Agencia Central de Inteligencia de los EEUU, el Sr. Alberto Montaner. En un artículo publicado en El Nuevo Herald, con fecha 26 de junio del año 2014, titulado El misterioso caso de los comunistas incapaces de aprender, el Sr. Montané me califica de “un comunista inaccesible al desaliento” ¡Y tiene toda la razón!

Como la mayoría de los cubanos, el pensamiento de José Martí fue la primera gran influencia que recibí en mi formación. Recuerdo en mis años de estudiante de la enseñanza primaria, (década de los cuarenta del siglo pasado), que en el colegio donde estudiaba, el Instituto Edison, existía un rincón martiano al que todos los viernes por la mañana, como parte del acto cívico que se realizaba, la niña y el niño más destacados esa semana, tenían el honor de depositar flores ante el busto de José Martí. De más está decir, que el estudio de la vida y la obra del Apóstol de nuestra independencia, fue para buena parte de mi generación, una guía esencial.

Desde el punto de vista político puedo mencionar algunas ideas martianas que resultaron decisivas en mi formación. Una de ellas aparece en los Versos Sencillos: “con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar”. A esta le uno aquella de su discurso el 26 de noviembre de 1891 en Tampa, acerca de que la nación independiente por la que se luchaba fuera “con todos y para el bien de todos”. La otra aparece en la carta inconclusa, a su amigo mexicano Manuel Mercado, fechada en los campos de Cuba el 18 de mayo de 1895, vísperas de su muerte en combate. Martí explica que su deber es “impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy y haré es para eso”.

En otro párrafo añade, refiriéndose a los Estados Unidos: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas y mi honda es la de David”, en referencia al pasaje bíblico de la derrota del gigante Goliat. La cuarta idea es la de la existencia en nuestro continente de dos Américas, la del “Norte revuelto y brutal que nos desprecia”, como lo describe Martí en la carta a Mercado que comentamos, y la América nuestra, la que se extiende desde el Río Bravo hasta la Patagonia, y que en realidad es una, como lo explica Martí en su ensayo Nuestra América. Otra idea martiana fundamental es la de que Patria es Humanidad, o sea, patria es la porción de la humanidad en la que nos tocó nacer y tenemos más cerca y al trabajar por su bien, lo estamos haciendo también por el resto del todo.

Acerca de lo que Martí vio y vivió en los Estados Unidos de Norteamérica, leí cosas como esta que aparece en carta al director del diario argentino La Nación, fechada el 15 de julio de 1882: “Estamos en plena lucha de capitalistas y obreros. Para los primeros son el crédito en los bancos, las esperas de los acreedores, los plazos de los vendedores, las cuentas de fin de año. Para el obrero es la cuenta diaria, la necesidad urgente e inaplazable, la mujer y el hijo que comen por la tarde lo que el pobre trabajó para ellos por la mañana. Y el capitalista holgado constriñe al pobre obrero a trabajar a precio ruin.

…El obrero pide salario que le dé modo de vestir y comer. El capitalista se lo niega.”

O esta otra, también escrita desde Nueva York al director de La Nación, pero con fecha 2 de julio de 1886: “Del abuso de la tierra pública, fuente primaria de toda propiedad, vienen esas atrevidas acumulaciones de riquezas que arruinan en la competencia estéril a los aspirantes pobres; vienen esas corporaciones monstruosas, que inundan o encogen con su avaricia y estremecimientos la fortuna nacional; vienen esos inicuos consorcios de los capitales que compelen al obrero a perecer sin trabajo, o a trabajar por un grano de arroz; vienen esas empresas cuantiosas que eligen a su costo senadores y representantes; o los compran después de elegidos, para asegurar el acuerdo de las leyes que les mantienen en el goce de su abuso; y les reparten, con la autoridad de la nación, nuevas porciones de la tierra pública.”

En carta al mismo destinatario, pero con fecha 3 de septiembre de 1887 Martí escribe:

“En vez de un estado social donde unos cuantos hombres excepcionales se levanten por sobre turbas cada día más infelices, no es licito procurar, conservando en su plenitud los estímulos y el arbitrio propio del hombre, un estado donde, distribuyendo equitativamente los productos naturales de la asociación, puedan los hombres que trabajan, vivir con descanso y decoro de su labor”.  Y en carta de 20 de agosto de 1888 Martí comenta: “Lo que hay que ver es que el favor sea para la mayoría de la población, y no para los capitalistas privilegiados, que hallan siempre representantes que aboguen por su interés en el Congreso y candidatos a la Presidencia”.

También Martí describió cómo era la situación de los obreros en su tiempo de estancia en Nueva York: “No se puede ver a un obrero de estas grandes ciudades sin sentir lástima, respeto y cariño. ¡Padecen tanto! ¡Gastan tanta fuerza! ¡La reparan tan mal! ¡Gozan tan poco! Y si son mujeres, mientras más desgreñadas y pálidas vayan, y más lleven la marca del rebaño en la frente marchita o en la risa pueril, más deseos dan de abrirse las venas y vaciar la sangre propia en las suyas empobrecidas. De manera que todo lo que se haga para mejorar la vida en los talleres es una obra que debe verse con respeto religioso”.

En carta a La Nación de fecha 1 de septiembre de 1883 expresa: “El deber de remediar la miseria innecesaria es un deber del Estado”. Y en otra del 7 de septiembre de 1887, refiriéndose a los obreros, Martí dice que son “los que abren al hombre el camino y aún no disfrutan la paga ni el respeto que cumple tributar a la avanzada de los hombres”.

Cito estos pocos ejemplos para recordar el pensamiento independentista, latinoamericanista, antiimperialista y a favor de los trabajadores, de los humildes que conforman el pensamiento político de José Martí, que alimentó a las posteriores generaciones de dirigentes cubanos, desde Julio Antonio Mella hasta Fidel Castro.

Aunque Martí no era un militante socialista y tenía diferencias con respecto a la lucha de clases, escribió cosas como estas a la muerte de Carlos Marx: “Como se puso del lado de los débiles, merece honor…Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos…No fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. El veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto y lucha.”

Este tratamiento respetuoso lo escribe Martí el 29 de marzo de 1883. Diez años después le dirá a Carlos Baliño, uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano creado por Martí, y fundador junto a Mella, Fabio Grobart y otros del primer Partido Comunista de Cuba en 1925, que revolución sería la que harían en Cuba después de alcanzada la independencia.

Si a esta herencia espiritual martiana se le une la experiencia histórica vivida por los cubanos después de su muerte, se comprenderá por qué triunfó en Cuba el primero de enero de 1959 una revolución popular, radical y antiimperialista, que pudo declararse socialista apenas dos años después de alcanzado el poder político. Nuestra última guerra por la independencia del colonialismo español terminó con la intervención militar de los EEUU en 1898, con el supuesto propósito de ayudar al ejército libertador. En realidad, se produjo el desarme del Ejército Libertador y se instaló un gobierno interventor durante cuatro años. Como antes de la intervención militar yanqui el Congreso de los EEUU había aprobado una resolución conjunta, que declaraba que Cuba era y de derecho debía ser libre e independiente, y el espíritu patriótico independentista era muy fuerte en la isla, no pudieron anexionarla como hicieron con Puerto Rico. Pero a la Constitución para la nueva república que debía de crearse y que fue elaborada por una asamblea de personalidades cubanas en 1901, se le impuso un apéndice conocido como la Enmienda Platt, por el apellido del senador Orville Platt, que fue quien la presentó a aprobación en el Congreso de los EEUU. Este apéndice, en síntesis, autorizaba al gobierno de los EEUU a intervenir militarmente en Cuba cuando lo considerara conveniente, imponía el establecimiento de bases navales para la marina de los EEUU, como es el caso de la que aún hoy existe en Guantánamo y dejaba como asunto pendiente la pertenencia de la Isla de Pinos a la nueva república. Así nació, el 20 de mayo de 1902, la república neocolonial de Cuba. Sólo en 1925, se recuperó la soberanía sobre la Isla de Pinos y fue en la década de los años treinta, que la Enmienda Platt perdió su razón de ser al ser sustituida por nuevos acuerdos bilaterales entre los gobiernos de Cuba y de los EEUU, que dieron todas las garantías, incluyendo la permanencia de la base en Guantánamo.

Todo el período de 1902 a 1959 estuvo marcado por el control económico y político yanqui sobre Cuba y por la corrupción, el latrocinio y la represión contra el pueblo. Tuvimos una segunda intervención militar yanqui, las tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, este último en dos ocasiones, siendo la de 1952 a 1958 el preludio del triunfo de la revolución del primero de enero de 1959.

¿Qué ha significado para el pueblo cubano el triunfo de esa revolución?

1- Garantizar su soberanía e independencia nacional, anhelo de dos siglos de lucha, defendida con éxito frente a la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos y las bandas armadas organizadas y financiadas por los gobiernos de los EEUU.

2- Garantizar a todos los ciudadanos el recibo de atención médica gratuita.

3- Garantizar el acceso de todos los niños, jóvenes y adultos a la educación, en los distintos niveles, de forma gratuita, que fue precedida por una campaña nacional que puso fin al analfabetismo y continuó a través de la educación obrero-campesina.

4- Enfrentar la secular discriminación por motivos de género o color de la piel imperante en el país y abrir el acceso a iguales oportunidades a todos los ciudadanos.

5- Garantizar la atención a las personas discapacitadas y a los de la tercera edad.

6- Desarrollar las ciencias, las artes, los deportes y la recreación popular.

7- Entregar la tierra a los que la trabajan y poner fin al latifundio extranjero.

8- Nacionalizar de los principales recursos naturales.

9- Convertir en propietarias de sus viviendas a la casi totalidad de las familias cubanas.

10- Garantizar empleo a todos los que están en capacidad de trabajar.

 

La lista puede seguir ampliándose extensamente.

Todo esto ha sido hecho a pesar de la permanente hostilidad de los sucesivos gobiernos de los EEUU y el bloqueo económico, financiero y comercial más largo de la historia. Hasta los enemigos de Cuba en los círculos de poder de los EEUU, comienzan a cuestionar después de más de medio siglo de existencia, por la permanente persecución a las empresas o entidades que tengan relaciones económicas con Cuba. Los ejemplos más recientes, como he indicado en otros artículos, son el del mayor banco francés, BNP Paris Bas, multado en diez mil millones de dólares y ahora los productores del refresco Red Bull en casi 90,000.

Lo que ocurre no es que desconozcamos todo el daño que esta perniciosa política nos hace, sino que revisemos lo que depende de nosotros y no tiene que ver directamente con el bloqueo para lograr el anhelo nacional de un socialismo próspero y sostenible, en las actuales condiciones internacionales.

Cuando Carlos Marx hizo su estudio científico sobre el capital aportó análisis y conclusiones que siguen vigentes en su esencia, hasta hoy. En cuanto al socialismo solamente podía hacer una hipótesis. La experiencia práctica más cercana eran las cooperativas del inglés Owen, de las que Marx refiere que mostraron su efectividad y viabilidad en tiempos de crisis capitalista en Inglaterra, y las indica como modelo a seguir en la futura sociedad socialista. Desde sus estudios tempranos, Marx decía que la clave política estaba en lograr un equilibrio entre los intereses sociales e individuales. Por su parte, Lenin, que fue el primer dirigente comunista en el siglo XX en tomar el poder político, se dio cuenta de que era necesario crear una base económica poderosa y suficiente para pasar a un régimen económico socialista, y promovió la llamada Nueva Política Económica, una economía mixta en un país dirigido por el Partido Comunista. Lenin, defensor de la idea de la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país, pudo comprender que el supuesto de Marx y su amigo Federico Engels de que el socialismo debía comenzar por los países capitalistas más desarrollados, no dejaba de tener validez en cuanto a la necesidad de contar con una base económica poderosa.

Hay algo que Engels planteaba, comparando lo que ocurre en la naturaleza con lo que ocurre en la sociedad. Él decía que había una ley de la física que expresa que si sobre un objeto actúan diversas fuerzas que empujan en direcciones distintas, el objeto no se moverá en una dirección igual a ninguna de esas fuerzas, sino en la resultante de todas ellas. Y afirmaba que igual ocurría en la sociedad. Así, el desarrollo social es complejo.

No basta con tener una teoría revolucionaria, sin la cual no habría movimiento revolucionario, pero recordando aquello que el personaje de Mefistófeles le dijo al estudiante en el Fausto de Goethe: “La teoría es gris, amigo mío, pero el árbol de la vida es siempre verde.”

En su ensayo Nuestra América José Martí escribió: “Hombre es algo más que ser torpemente vivo: es entender una misión, ennoblecerla y cumplirla”. A lo que puede añadirse: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber; y ese es el verdadero hombre, el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley de mañana.” (Del discurso en Hardman Hall, Nueva York 10 de octubre de 1890). Así me hice comunista.

Deseo terminar estas notas, con este otro pensamiento martiano que viene al caso: “Da pena por la dignidad humana ver a hombres que manejan la pluma prestarse a ser por unos cuantos dineros al mes, repugnantes esbirros. Las letras tienen su decoro, y el que vive de ellas.”

 

 


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