Una vez más, desde el más allá, Julito vuelve ..."/> Una vez más, desde el más allá, Julito vuelve ..."/> Portal Cubarte  -  Último viaje con Julio Girona

Último viaje con Julio Girona


ultimo-viaje-con-julio-girona

Una vez más, desde el más allá, Julito vuelve a jugarme una broma pesada, cumple cien años y aunque en Cuba  se ha estado celebrando esta fecha,  aún no lo creo.  Lo mismo me ocurrió hace más de veinte años durante el proceso de edición de su libro Mi guerraSeis horas y más—cuando esperaba ver llegar a las oficinas del Palacio del II Cabo a un joven soldado y vi entrar a un viejito con espejuelos y bastón, con una sonrisa en la boca.

Girona era así, un mago de la palabra, un excelente cuentista, que escribía como hablaba, sencillo, de gente  que podía ser el bodeguero o la vecina de al lado, gente de su talla, como acostumbraba llamarlos, con la respiración jadeante de quien ha caminado mucho, con la picardía del cubano, capaz de llegar al choteo, sin faltar al respeto, el eterno bromista que se rió hasta de su propia muerte.

Fue en diciembre, pocos días antes de morir, que fui a buscarlo a su casa, me estaba esperando ansioso en su silla de ruedas, con su eterna boina, estaba feliz como un colegial, iba a presentar un libro sobre  Wifredo Lam, de Ediciones Extramuros, en la galería Flora, en Marianao, no recuerdo por qué el crítico de arte Manuel López Oliva estaba junto a nosotros, ni de quién fue la idea de mandar un ómnibus Girón para buscar a un minusválido. Subirlo fue toda una odisea, pero ni por un segundo, ni el crítico, ni el chofer, ni yo, desistimos. Julio estaba  con un sentido del humor algo macabro, como si presintiera su cercana muerte, me contó cómo había soñado con eso y escrito sus propias palabras de despedida: “La muerte de un pintor”. También estaba un poco deprimido por lo acaecido en Manzanillo, durante la inauguración de la Escuela de Arte, cuando sin previo aviso, después de haber sido anunciado hasta por Radio Reloj, se le cambió su nombre por el de Carlos Enríquez, aunque se leyó su biografía, por lo que el creador del Hurón Azul, había peleado en la II Guerra mundial.

En Marianao el tema obligado fue Wifredo Lam, recordó las veces que había visitado su casa en este municipio, los inmensos aguacates de la mata del patio y los perros del pintor, uno de los cuales se llamaba Achatarían, que se le encaramaban encima y él que no soportaba los perros, les hacía gracias, me dijo: “por ahí, hay una película de ese día”. En la galería observó la pintura Flora, en la pared de fondo y dudó  de su autenticidad, presentó magistralmente el libro y junto a Oliva disertaron sobre la pintura del Maestro. Yo lo miraba y no podía dejar de pensar en las palabras que me dijo en su última entrevista: “te tengo una mala noticia, ya no puedo escribir más, mira como se me joroba la letra, sin embargo, puedo seguir pintando, lo que importa es mi firma”. Entonces le dije no importa yo te entrevisto y escribo lo que me cuentas, le comenté  mi nuevo proyecto; un volumen sobre pintores, donde me hablara de Mariano, Lam, Portocarrero, Amelia, Antonia Eiriz y otras personalidades de renombre mundial como Picasso, se llamaría Figuras en el lienzo y le auguraba mucho éxito como sucedió con Memorias sin título y Café frente al mar. Su mirada volvió a ser la de un pícaro adolescente: “Hay cosas que no voy a poder contar…”

López Oliva debía estar antes de las cinco en el Centro Wifredo Lam, estaba muy entusiasmado porque iba a ver a Fidel, pero la dichosa Girón no llegaba y allá estábamos en la avenida 51, Girona, él  y yo, que temíamos lo peor por la precaria salud de Julito. Al final el ómnibus vino, nunca supe si el crítico llegó o no a tiempo a su actividad y yo regresé a mi casa llena de proyectos “gironeanos”, recordando aquella anécdota suya de cómo fue preso cuando mataron a León Trotski, en México, o su sueño de hacer un concurso de narrativa, al que llamaría Ilse —en honor a su esposa—, y dirigido a jóvenes talentos, porque la poesía que se estaba haciendo era muy hermética.

Murió como vivió, riendo, viendo la película Tiempos modernos, el eterno viajero por fin descansaría en paz, en el Cementerio de Colón, de la capital cubana, como era su voluntad. El  periódico publicó  “La muerte de un pintor”. Gracias a sus hermanas pude reunir los cuentos que tenía inéditos y unirlos a fotografías de la familia y publicarlos en Ediciones Bayamo, bajo el título Páginas de mi diario.

El Centro Pablo tuvo la feliz idea de publicar hace ya algunos años, una antología de su obra: Desde la voz a la letra, cuando lo leí, volví a sentir esa complicidad que existe entre el escritor y el editor, sentí como si Girona me hiciera un guiño, volví a viajar con Julio al pasado, a la casa de Chacón y Calvo, allá en Santa María de Rosario, para conocer a García Lorca, o al París de Pablo Neruda, Alejo Carpentier, cuya historia se quedó esperando,  en un rinconcito de la memoria del pintor, nunca pudimos escribirlo. Me vi otra vez en el Piso 18, lápiz en mano, preguntándole sobre Luis Felipe Rodríguez, Navarro Luna, Juan Marinello,  o utilizando la paloma, que hoy atesoro, al revés en Café frente al mar, gracias a un diseño de Berardo —en el que propio Girona no confiaba mucho—,  que resultó Premio de Diseño, me veo otra vez , buscando la confabulación del escritor y amigo de Girona, Sacha, el jefe de narrativa de Letras Cubanas, quien durante años permitió que se trabajara con el pintor para que no se perdiera su memoria.

Algún día en Cuba se publicará su libro de poesía La corbata roja, alguien habrá de escribir sobre su extraordinaria familia, el circulo literario de manzanillo, la labor maravillosa de Celia como trabajadora del MINREX, la anécdota de sus dos hermanas cuando entregaron en México un monedero con dinero a Fidel para la causa revolucionaria o de   cómo  Mario, diseñó la heladería  Coppelia  y  alguna escuela de arte llevará su queridísimo nombre.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte