Tomás Gutiérrez Alea: recordarlo con una sonrisa y pensar


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Tomás Gutiérrez Alea es de esos cineastas, que no necesitan de una efeméride para recordarlo; tan hondo calaron sus películas en la vida de los cubanos que muchas de ellas forman parte del devenir cotidiano, como cita, como referencia o simplemente como evocación para una sonrisa.

Gran conocedor de la esencia humana de sus compatriotas, y como buen cubano él mismo, imprimió un sentido del humor inteligente a sus filmes, hasta a los que pudieran ser más dramáticos en tesis y planteamientos como Memorias del subdesarrollo o Fresa y chocolate, que no hace más que reforzar su más profundas convicciones; supo como nadie que en Cuba, el refrán   «la letra con sangre entra» se trocó, por el uso, en la letra con humor entra.

Abogado por compromiso familiar y cineasta porque era un amante del arte todo y el séptimo los reúne, desde muy joven comenzó a observar su entorno a través del lente, y dominó la faena de mirar con intención de decir; a la consolidación de su oficio contribuyó en gran medida sus estudios de dirección de cine en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma.

Fundador de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, desarrolló sus primeras intenciones artísticas en la sección de cine de esta.

Luego, en 1955, un hecho decisivo marcó su trayectoria: colabora  con Julio García Espinosa en la dirección del mediometraje documental El Mégano, sobre la vida de los carboneros de la Ciénaga de Zapata que constituía una fuerte imputación a social.

Ya al año siguiente rueda el documental La toma de La Habana por los ingleses, y después, en el 59 llega la Revolución y con ella todas las transformaciones y contradicciones que plasma en sus cintas posteriores. 

En 1959 organiza también con García Espinosa, la sección de cine de la Dirección de Cultura del Ejército Rebelde; interviene en la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, y comienza a filmar Esta tierra nuestra, primer documental realizado en la Revolución. En el 60 estrena Historias de la Revolución, y también su documental Asamblea General.

La invasión a Playa Girón en abril de 1961significa su primera acción como corresponsal de guerra; junto aSantiago Alvarez, fundador y director del Noticiero ICAIC Latinoamericano,  los camarógrafos Julio Simoneau, Pablo Martínez,  y Mario Ferrer,  y  Alejandro Caparrós,  ingeniero de sonido, filman diferentes momentos de la contienda, que resultarían en el extraordinario testimoniodocumental ¡Muerte al invasor!

Es ineludible, al tributar a Titón, hablar de Memorias del subdesarrollo (1968), su obra mayor, en la que extrae del excelente texto narrativo homónimo de Edmundo Desnoes, todo lo que acompañado de imágenes resulta un compendio de interpretaciones y meditaciones sobre Cuba, los cubanos, el subdesarrollo, la cultura y la confrontación histórica de los Estados Unidos contra Cuba.

Memorias… integra la relación de las cien mejores películas de la historia del cine y es considerada como una de las diez mejores cintas exhibidas en los EEUU en 1973, según la selección anual del New York Times, y mantiene una asombrosa vigencia    desde sus hondas reflexiones filosóficas, políticas y humanas. 

Mucho se ha hablado de la crítica en las realizaciones de Titón, y ciertamente, ese es uno de los elementos más presentes en su piezas, en muchos casos, logrando una perfecta simbiosis con el  humor que por lo ya dicho la hace más efectiva.

Pero para el director, el tema de la crítica de los problemas de Cuba, era muy serio; cuando presentó Memorias… en el Festival de Cine de Karlovy Vary, en Checoslovaquia, acerca del tema dijo: «en el dolor y en la crítica se afilan nuestras armas, porque nos hacemos más sólidos, más auténticos, y nos acercamos aún más a la verdad»; la verdad, una de sus obsesiones.

Para hacer un recuento general, Las doce sillas (1962); Cumbite (1964), Una pelea cubana contra los demonios(1971); El arte del tabaco (1974), cortometraje documental; La última cena (1976); Los sobrevivientes   y el documental El camino de la mirra y el incienso. (1978);Hasta cierto punto (1983), y Cartas del parque (1988).

Como se puede observar, Titón no cesa de filmar y en cada entrega da en el blanco. No hay una sola de sus producciones que resulte insuficiente en su afán por reflejar la verdad contemporánea o histórica desde ejes temáticos diversos.

Y entonces llega Fresa y chocolate (1993), codirigida con Juan Carlos Tabío, que constituyó y todavía constituye un mazazo a la mente retrógrada de muchos. Fue un suceso sociocultural y político; por primera se decían muchas cosas en el cine cubano y el público, con su sabiduría popular, la aplaudió y todavía lo hace; todavía emociona, incluso, el recuerdo de esta película valiente. 

La película conquistó más de 25 lauros, en Cuba, Estados Unidos, México, Brasil Paraguay, Alemania, y España; entre ellos, ocho premios,  (Corales   y colaterales), en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano  del 93, y un Premio Goya, a la Mejor película extranjera de habla hispana otorgado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España en el 1995.

Titón asistió con Jorge Perugorría, Mirtha Ibarra y Vladimir Cruz, el trío protagónico  de lujo  del filme, a la ceremonia de entrega de los Oscar de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, de Hollywood, porque Fresa y chocolate estuvo nominada en el apartadode Mejor Película Extranjera. 

Su último filme fue en 1995 Guantanamera, hilarante y aguda, y al año siguiente nos deja Titón.

Había nacido  en La Habana el 11 de diciembre de 1928), y  falleció un día como hoy del año 1996 también en su ciudad que tanto homenajeó desde sus cintas, y dejó monumentos en celuloide de altísima trascendencia universal, de ahí la repercusión de sus obras en el mundo.

Pero sobre todo para Cuba; hizo con sus filmes una demostración fehaciente de que desde el arte se puede transformar el mundo, porque este hace que evolucione el pensamiento de los individuos que lo mueven; su denuncia y condena de los prejuicios y la intolerancia de toda naturaleza, es lección contundente de un artista verdaderamente revolucionario y comprometido con el mejoramiento y desarrollo de su país.


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