Tengo un Extraño Corazón que repartir / Por: Emir García Meralla


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Cubierta del fonograma Confesiones de un naúfrago, de la banda de rock Extraño Corazón.

 

La ruta histórica del rock cubano ha sido marcada por determinados momentos históricos no siempre felices, tanto en el aspecto creativo como en el de la promoción y difusión del trabajo de los amantes de esta tendencia musical que determinó parte importante de la cultura en la segunda mitad del pasado siglo.

Un resumen histórico de su devenir implica reconocer una primera etapa en la que estuvo bajo la influencia del rock español de los años sesenta —de baja factura a pesar de ser influenciado por su congénere inglés—, donde florecieron nuestros epígonos de los que nadie hoy recuerda su nombre. Llegados los setenta el rock cubano atravesó por una profunda etapa en que algunos de sus cultores se preocuparon más por acercarse al sonido de las grandes bandas inglesas que en labrar su propia ruta; mientras que otros se abrieron a la influencia del rock norteamericano de aquel entonces.

Cierto es que los que hoy pueden ser considerados “los abuelos del rock cubano” vivieron bajo el constante escrutinio y la incomprensión de una parte importante de la sociedad; cierto es —igualmente— que el género fue considerado, injustamente, como una fuente de enajenación y/o “punta de lanza de nuestros enemigos ideológicos”. Pocas veces en nuestra rica historia musical un género, ritmo, o sonido, había sido tan vilipendiado como este.

Sin embargo, los roqueros cubanos fueron capaces de desarrollar una cultura de resistencia en esos años, y a pesar de las incomprensiones fueron estableciendo las bases para que un rock cubano se fuera generando.

Llegados los años ochenta el fantasma del rock argentino recorrió todo el continente y curiosamente su influencia en Cuba fue menor de lo esperado. Pero es en estos mismos años ochenta en que los roqueros cubanos se lanzan a la carrera de mostrar hasta qué punto habían asimilado todas las influencias posibles, cómo se habían comenzado a integrar en el complejo mundo de la música cubana y a influenciarla. Un paso importante en este proceso fue su acercamiento a la Nueva Trova.

Una justa relación de los “padres” del rock cubano pasa por justipreciar a formaciones como Tema 4, Sonorama 6, los míticos Armas Vertiginosas, Gens, Arte Vivo, Síntesis, y algunos otros que se pierden en la memoria. Sin ellos el hoy pujante movimiento del rock cubano no hubiera llegado a nuestros días. De muchos de ellos, lamentablemente, existen escasos o casi nulos registros fonográficos.

Repaso estos hechos mientras escucho el CD Confesiones de un náufrago, de la banda de rock cubana Extraño Corazón, que bajo el sello BIS MUSIC de ARTEX acaba de salir al mercado. No es un secreto que tanto quien escribe como los integrantes de la banda en cuestión somos “emigrantes de la era analógica”. Que mi gusto por el rock, aunque sesgado o determinado por razones inexplicables, no me impide reconocer o valorar un producto musical que me conmueva o que me obligue a un ejercicio reflexivo como este.

Confesiones… es tal vez un disco que desde hace algún tiempo el rock cubano se debía, no importan todas las tendencias, escuelas u otros motivos que definan a los roqueros, y que cada una de ellas implique el abrazo de una generación en detrimento de otra; y que la discografía cubana demoró en plasmar. Ese movimiento dialéctico es aplicable a todos los aspectos de la vida.

En cada uno de los cortes de este disco están presentes los fantasmas de aquellos que una vez soñaron con un rock cubano, auténtico y al que no se le reclamara constantemente la presencia de la clave. Y tal vez ese sea el signo de estos tiempos del rock cubano: la clave está implícita, se respira, lo mismo que los solos de guitarra y la textura de una poética que sea traducible al oído medio.

Las historias de Confesiones… son nuestras historias, sus personajes nos son cercanos, cada acorde responde a una dinámica musical que ha hecho que en estas tierras todas las música se fundan, se reelaboren y adquieran un “… no sé qué…” que se transforma en complicidad entre músicos y destinatarios; y aquí es válido reconocer y afirmar que la cubanía en materia musical ha comenzado a superar el complejo de maracas y tumbadoras que algunos exegetas pedían a gritos para poder autentificar (y darle permisibilidad y visibilidad) al rock hecho en Cuba. Cierto es, también, que la tumbadora es el gran aporte instrumental de esta isla a la música universal —los bongoes le siguen en importancia—, pero su ausencia en nada hará mella en un movimiento musical indetenible.

La discografía cubana, en especial la de BIS MUSIC, comienza a pagar su deuda de gratitud, o al menos hace acto de contrición, con la que algunos consideran la música del mundo. Nuestros roqueros deben sentirse orgullosos.

Nosotros, los de la vieja escuela, esa que sabe de eclecticismo musical, de fusiones trascendentes y hasta de la sutileza de un solo de guitarra bien roqueado en un son, o un golpe de conga en medio del heavy metal, veremos el tiempo correr, escucharemos otros discos y alzaremos nuestra copa por los que hace años ya pensaron el rock en esta tierra.

Eso está implícito en este corazón que repartimos a raudales y que acerca a los náufragos a la orilla.

 

Publicado: 13 de octubre de 2017.


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