Salud y cultura dentro de la comunidad


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Comunidad Habana Vieja.

De acuerdo al último Censo de Población y Viviendas, el 18,3 % de la población cubana tiene hoy 60 años o más, cifra que ascenderá al 25 % en el 2015 y, en el futuro, se pronostica que Cuba sea la nación más envejecida de América Latina. Ello implica crear y fortalecer estrategias para garantizar la máxima calidad de vida en el adulto mayor, meta imposible de alcanzar sin el aporte de la cultura y el enriquecimiento espiritual que a ella viene asociado.

En la Habana Vieja, quienes ya “peinan canas”, disfrutan de espacios donde el arte se transforma en fuente de juventud gracias a un proyecto impulsado por la Oficina del Historiador de la Ciudad. Martha Oneida Pérez Cortéz, socióloga del Plan Maestro para la Revitalización Integral de La Habana, conversa acerca del tema:

El antiguo convento de Belén, sede de la Oficina de Asuntos Humanitarios, realiza un trabajo de integración social con personas de la tercera edad, fundamentalmente. También atiende a público infantil. Esto posibilita mejorar la calidad de vida de los abuelos a través de la práctica diaria de ejercicios y la inserción en diferentes talleres: costura, Medicina Natural, talabartería, papel maché, tejido, música, teatro y otros. A través de esos talleres, muchos han desarrollado habilidades artísticas anheladas y nunca antes explotadas por falta de tiempo y otros inconvenientes.

Pérez comenta que en ocasiones especiales montan exposiciones con el fruto de su empeño y aprendizaje e, incluso, comercializan algunas de sus piezas. Además, han conformado un coro y un grupo de baile. Ambas expresiones se entremezclan en determinadas actividades y días festivos haciendo olvidar a sus protagonistas achaques o nostalgias.

“La realización de tales actividades propicia que las personas de avanzada edad se sientan útiles para ellos mismos, sus familias y la sociedad, lo que eleva su autoestima y los llena de vida. Al visitarlos se puede respirar la alegría, muestra de esto es poder apreciar cuán arregladas acuden las abuelas a los encuentros”, afirma la socióloga, quien también hace alusión a una limitante:

“La mayoría de quienes asisten a este espacio son mujeres, lo cual responde a una cultura machista, aún arraigada en nuestra sociedad. Los hombres creen que no necesitan cuidados y dejan de venir. Debemos lograr su incorporación”.

No obstante, día a día, los integrantes de este grupo de amantes de la vida pintan de esperanza su cotidianidad y, entre recortes de tela, papeles o notas musicales llenan de júbilo los pasillos del antiguo convento de Belén y el corazón de sus hogares. Esta experiencia, extendida a otras latitudes, demuestra, una vez más, que calidad de vida y cultura van de la mano, no importa el contexto o la edad.


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