Pisando fuerte la escena


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Bailarines de Acosta Danza interpretan “Carmen”. Foto: Alejandro Ernesto/ EFE.

Acosta Danza es una realidad sobre la escena cubana. Sus primeras presentaciones en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, a tope, cada día, ha signado la selección contemporánea, recibida con sonoras ovaciones. El destacado bailarín, uno de los más grandes de la danza universal resulta un buen punto de partida. Cuando un líder como él, en cuestiones de movimiento, fagocita un conjunto, lo inyecta de ese extra, talento, virtud, magia..., sus integrantes, en excelente forma muchos de ellos, se permean de esa fuerza interna. No hay dudas, los bailarines –algunos ya establecidos-, demostraron en las primeras funciones –y a pesar de los escasos seis meses juntos en la compañía- estar ya imbuidos por la energía del director. Esa que deja siempre en las tablas cuando pasa...

Carlos Acosta ha repetido siempre, en el tiempo, que le gusta inspirar y tocar la fibra humana. "Intento que la gente me vea como multifacético, alguien que aporta algo fresco, quizá innovador", me comentó hace muchos años. Y hoy su agrupación trata de seguir esos pasos. El programa expuesto estos días como carta de presentación, se hace eco de sus anhelos y realidades, reforzando sus palabras. En el espectáculo teníamos la impresión de que ¡eran muchos Carlos Acosta danzando, cruzando por la escena! Misticismo, música, color, danza, cuerpos, tiempos rotos, sonidos, símbolos, luz, movimiento, tensión, sombras..., emergieron de las propuestas, algunas de ellas de alto calibre. Como, por ejemplo, Fauno, esa joya de Sidi Larbi Cherkaoui (música de Debussy, y otra adicional de Nitin Sawhney), creada en ocasión de la gala El espíritu de Diaghilev (2009), en homenaje al centenario de los Ballets Rusos, que toma como punto de partida la coreografía de Nijinski: La siesta de un fauno. Momento espectacular donde vibró el dúo: Yanelis Godoy/Julio León, quienes alcanzaron a la perfección el decir del coreógrafo, uno de los baluartes de la danza contemporánea a nivel mundial, quien matiza sus creaciones con una filosofía artística personal que aquí adquiere tonalidades diferentes y fascinantes. Una carga de sensualidad brota de cada paso y acción. Fue suficiente para quedar "atrapados" en las redes artísticas que lanza al espectador con esa ingenua pareja...

Hace casi 30 años –los cumple en 2017- apareció en el escenario cubano El cruce sobre el Niágara, un hito escénico de la trayectoria de Marianela Boán, como coreógrafa, y nos la presenta con una madurez espléndida en sus concepciones de diseño, las dinámicas y el ritmo del movimiento, entrelazado todo, en esta pieza, a una esencia literaria; pues parte de una obra homónima, Premio Casa de las Américas. Trabajar sobre límites formales fue una auto imposición creativa, de la que salió airosa. Lo que consigue plasmar en esa diagonal de vértigo/suspenso, drama/vitalidad, es magnífico. Exige del cuerpo de los dos bailarines la máxima expresividad, en abierta contraposición al rostro hierático, en la que la música de Messiaen ocupa protagonismo también. Y obtiene una alta explotación de las líneas del cuerpo, imponiendo, en todo momento, una fundamentada motivación para que los gestos transmitan una sensible gama de inquietudes y afanes de dos hombres frente –y sobre- a una cuerda sobre el... Niágara.  Mario Sergio Elías y Raúl Reinoso asumieron la entrega de este trabajo, ambos, con una brillantez interpretativa, y haciendo alarde de dominio de la danza, que recibió fuertes y prolongados aplausos.

El día de la creación, del coreógrafo español Goyo Montero, obtuvo el Premio del V Concurso Iberoamericano de Coreografía CIC 2006, aquí en La Habana. Era aquella, la primera versión de la obra que trajo ahora Acosta Danza: Alrededor no hay nada. Sobre poemas narrados por los propios autores: Vinicius Moraes y Joaquín Sabina, la original pieza acerca un vocabulario expresivo de alto vuelo, y trata, como el propio Goyo Montero ha dicho de... "bailar la voz", y cuyas inflexiones incitan al movimiento, pues solo al final se escucha la música. Hablamos de imaginación, de un lenguaje que echa mano de los gestos más simples y de las más elaboradas actitudes, que los diez bailarines (cinco hombres y cinco mujeres) traducen con precisión. Mientras que el estreno mundial De punta a cabo, de Alexis Fernández (Maca), es una fusión de música que va desde lo tradicional hasta lo actual (Kumar, Kike Wolf – a partir de La Bella Cubana, de White- y Omar Sosa, y de realidades que se mezclan en la cotidianeidad cubana. Tiene como escenografía el malecón habanero, y allí se desenvuelve la pieza, que debe elaborarse más. Pues, al final, la ambiciosa coreografía, donde reúne todos los estilos que Acosta Danza quiere desarrollar en la misma, se queda a mitad del camino, donde se presenta ¿lo real maravilloso de esta tierra? Está el empleo de los bailarines en sus posibilidades técnicas, hay danza contemporánea, puntas, bailes populares..., según combinaciones diversas, es decir tiene tela por donde cortar. Pero no es solamente danzar historias, ni indagar miméticamente en el surtido de técnicas y concepciones sobre el entrenamiento del bailarín, el movimiento... Hay que buscar más posibilidades expresivas, para que la escena invite a la mente a coparticipar.

La Carmen de Carlos Acosta

El plato fuerte de las jornadas era Carmen. Con coreografía del propio Acosta, música de Bizet y Shchedrín, adaptación musical de Giovanni Duarte y otra adicional de Denis Peralta, la obra –estrenada en el Royal Ballet de Londres (2015)-, constituye, ante todo, un regalo visual; al que aportan, la sencilla, minimal, imaginativa e impactante escenografía: una enorme circunferencia que semeja la Tierra, el universo interno de la protagonista, o ¿una plaza de toros? que, a partir de las luces –con excelente diseño- acentúan la acción, las emociones o el drama, según las tonalidades, donde, de vez en cuando asomaba el enigmático toro (el destino), así como los recursos utilizados para las distintas escenas que enriquecen el espectáculo. El vestuario, funcional se adapta al decir contemporáneo de la pieza, que resulta un fértil terreno donde se desatan los mejores ánimos/energías de los danzantes.

La Carmen, de Acosta, tiene momentos espectaculares conseguidos a base de saltar de un paroxismo inesperado –que se monta de pronto, sin apenas preparación- en que la imagen y el ritmo se funden y se prolongan durante más tiempo del que era posible imaginar.

El vocabulario es plural. Danza contemporánea, flamenco, ballet clásico..., pasean por las tablas como un todo. Es ágil, enérgico y las escenas se suceden sin respiro. Dentro de ellas se mueven los bailarines. En primer lugar el Don José, del muy joven Javier Rojas es convincente, en baile e interpretación, espontáneo en su decir, fresco, llega a todos. Su rostro da también claves de sus estados emocionales. Alejandro Silva, preciso y elegante en Zúñiga, mientras que Luis Valle, de quien conocíamos ya sus condiciones como ex bailarín principal del BNC, físicamente bien preparado, destacó por su reconocida técnica, la fuerza en sus movimientos, tonificado siempre por una frescura a flor de piel. Por suerte, en el decursar de los días, el personaje se fue "liberando", algo, de ciertos gestos que poco le aportaban a la obra, y si le restaban en elegancia artística. Hay que dialogar en la escena, siempre, con el arte verdadero, máxime en estos tiempos, donde la chabacanería permea casi todo en nuestra cotidianeidad cubana.

La Carmen, se mantiene casi todo el tiempo en la escena, y Laura Treto bailó de manera vigorosa, entregándose con un dominio corporal y, sobre todo, dando muestras de una resistencia envidiable. Sin embargo, del lado interpretativo resultó algo externo su personaje, faltó pasión en ciertos momentos. El cuerpo de baile, dio todo de sí para mover la acción, y realzar con su fuerza, la puesta. Es, sin dudas, punto neurálgico de esta Carmen.

Por supuesto, son las primeras presentaciones de Acosta Danza, que expone desde ya sus credenciales. Hay elementos aún por mejorar. Por ejemplo, aun y cuando se hacen visibles esfuerzos por algunos de ellos, en el baile en conjunto, en ciertas piezas, se observan aún las "costuras", y diferencias en los movimientos entre los bailarines, que no vienen, precisamente, de la danza contemporánea, propiamente dicha. Hay que trabajar en ello con fuerza. Es cuestión de tiempo, uniformar el estilo, adaptarse a los nuevos retos –grandes, por cierto-, y encontrar la estética que los defina como compañía, es algo muy importante. Sólo que en seis escasos meses no se construye tamaña empresa. Sin embargo, la agrupación trae, indudablemente nuevos aires a la escena cubana, de la mano del ágil e intrépido bailarín/coreógrafo/director, y con ellos obras de disímiles creadores contemporáneos, actuales que enriquecerán, aún más, el espectro danzario nacional. La orquesta del GTH Alicia Alonso y los invitados, dirigidos todos por el maestro Giovanni Duarte sonó a la perfección en estas jornadas, lo que, sin dudas, añadió positivamente al regalo visual, también el sonoro, que muchas veces está ausente de las temporadas.

Vale preguntarse, al margen de comentario, ¿qué sucede con el telón de boca de la sala García Lorca, del GTH Alicia Alonso, que hace solo tres meses fue re-inaugurado, y ahora, en esta temporada no cierra? De él dependen muchos los aplausos y la magia de la función.


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