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Para juntar y amar


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José Martí a través de las manos del artista Kamyl Bullaudy.

Así decía José Martí, allá por el año 1882, cuando el periódico Patria salía de sus manos: “Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad, nace este periódico”.

A los cubanos, nos sucedieron el pasado año, muchas cosas hermosas. En primera instancia, los pueblos de Nuestra América se unieron en una zona declarada de paz y eso fue noticia relevante; después, el regreso de nuestros Cinco hermanos,  injustamente presos en tierras del Norte, júbilo delirante para nuestro pueblo.

En este 2015, arribamos a los 120 Aniversarios de nuestra Guerra Grande y al de la caída en combate, de nuestro Héroe Nacional.

Todos estos hechos, me provocaron una lluvia de ideas, que he querido compartir con mis lectores, llena de sano orgullo y profunda emoción.

Hoy más que nunca, Martí y Bolívar, iluminan el cielo de Nuestra América, para unirnos en paz y amor.

Dos años antes de morir, nuestro Martí dictó en Nueva York, en la Sociedad Literaria Hispanoamericana y en histórica velada, un discurso sobre Bolívar: “De Bolívar se puede hablar con una montaña de tribuna o entre relámpagos y rayos o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies”.

Martí, con su visión de futuro, pensando en el gran caraqueño, consideraba que  asomarse a su vida, era “como sentirse orlado de oro el pensamiento”.

Fue en 1881, cuando llega a Caracas, y lo cuenta en La Edad de Oro, para que los niños y las niñas lo sepan. Lo primero que hizo, fue preguntar dónde estaba la estatua de Bolívar, y allí fue, aún sin quitarse el polvo del camino.

Venezuela lo acoge y dicta clases de gramática francesa y literatura, comienza a colaborar en La Opinión Nacional y funda la Revista Venezolana. Poco tiempo duró su estancia en esta hermana República; un artículo sobre Cecilio Acosta, no le fue grato al Presidente Guzmán Blanco y tiene Martí, que abandonar el país.

Años después, expresaba con el énfasis que lo caracterizaba: “¡pero a Venezuela, como a toda nuestra América desinteresada, la hemos de querer y de admirar sin límites, porque la sangre que dio por conquistar la libertad ha continuado dándola por conservarla! ¡Proclamaremos contra los cayos y pedantes, la gloria de los que en la gran labor de América se van poniendo de quicio y abono para la paz libre y decorosa del continente y la felicidad e independencia de las generaciones futuras!”

Pienso que el Himno unánime ya se escucha en Nuestra América, el himno que soñaron Bolívar y Martí.

No puedo olvidar aquellas palabras de nuestro Héroe Nacional, en 1889, cuando en su histórica pieza,  Madre América,  expresaba: “Por eso vivimos aquí, orgullosos de Nuestra América, para servirla y honrarla. No vivimos, no, como siervo futuros ni como aldeanos deslumbrados, sino con la determinación y la capacidad, de contribuir  a que se le estime por sus méritos, y se le respete por sus sacrificios.”

Y ahora pienso, en  aquel Primero de Enero de 1959. Fidel y sus Ejército del pueblo, habían  logrado la independencia y soberanía de la Patria, la que jamás podrán arrebatarnos. En esta epopeya, Bolívar y Martí. Era como una luz que abría el camino hacia una América libre. Fue un día feliz, tan feliz, como esa mañana en que supimos los cubanos, que nuestros Cinco hermanos estaban de regreso a la Patria. Vencimos una vez más y ahora, dándonos las manos con los hijos agradecidos de nuestra familia de pueblos hermanos.

La independencia de América, venía hacía muchísimos años entregando su generosa sangre, y entonces me estremecí, cuando recordé, lo que Martí señalaba allá por 1892, quizás imaginándolo como un gran mural, donde el gran Bolívar, vigilante y ceñudo en el cielo de América, se encontraba “sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de las banderas a los pies”.

Para Martí, Bolívar vivió entre llamas y era una llama en sí mismo: “Ama y lo que dice es como un florón de fuego”.

Han sido un cúmulo de grandes emociones, las que hemos recibido en los últimos tiempos.

Ya no somos una sola isla rebelde perdida en nuestras aguas, aunque siempre   digna, firme y solidaria; ahora somos, un haz de banderas unida por el lazo del amor, y entonces me vinieron a la mente, aquellas palabras martianas, que solía repetirles a mis alumnos:

“El amor crece, crece como los pinos, crece como las palmas. Y desde lo alto de él, se ve pequeño el mundo”.

Y sentí, íntimamente, la solidaridad de nuestro pueblo y mi pensamiento voló hacia  los médicos, maestros, colaboradores todos, que andan lejos de sus familias, entregando todo su amor a las personas más desvalidas del mundo. Es sin duda,  pensé, un gran acto de sacrificio y de amor verdadero, porque la Patria se extiende a la Humanidad adolorida de hoy y ser bueno, es sin duda, una manera de ser dichoso.

Y entonces, percibí  como crecía el amor del seno de nuestra tierra, como Bolívar y Martí estaban con nosotros, como Fidel seguía haciéndonos soñar, como la amistad era el verdadero crisol de la vida, y todo el que anda, vence, se agranda al ascender y todos los corazones juntos crecen, y  el deber, con las posibilidades que engendra  de entregar felicidad, a quien lo cumple: “el porvenir, sin una sola excepción, está al lado del deber. Y si falla, es que el deber no se entendió con toda pureza, sino con la liga de las pasiones menores, o no se ejerció con desinterés y eficacia”.

La respuesta está en que “el deber de un hombre, está allí donde es más útil”.

Fue dura la lucha por nuestra independencia,  esa es gran realidad, había que crear un pueblo nuevo, “a pecho duro y a puro brazo criollo”:

En una Circular a los Jefes en 1895, Martí expresaba: “La guerra por la independencia de un pueblo útil, y por el decoro de los hombres vejados, es una guerra sagrada, y la creación del pueblo libre que con ella se conquista, es un servicio universal”.

Altos ideales martianos conforman nuestra historia, continuadoras de las de Bolívar al que Martí veneraba; él sabía,  que Bolívar, iba hacia el respeto del mundo y a la ternura de los americanos, porque había dado mano potente, a las ideas madres de América.

Hoy, la Revolución cubana, digna hija de las más nobles ideas de nuestra historia,  se yergue victoriosa.

La fraternidad es un deber. Así lo sentimos los cubanos y así lo siente Nuestra América.

“Es bella la fraternidad humana, es conmovedora, es pura, es necesaria, la simpatía es su forma, la unión su resultado, la grandeza común, su espléndida  creación”

Y ante tantas ideas encontradas, pensé en Walt Whitman, aquel grande de la literatura norteamericana, de cabello blanco y barba sobre el pecho, de gran poesía,  que hay que estudiar.

Una frase de Martí me hizo meditar; “La poesía saca de lo actual y eleva” y recordé aquel reclamo fundamental: …“¿quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta se acaba en la cáscara, La poesía que congrega y disgrega, que fortifica y angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta le proporciona el modo de subsistir, mientras que aquella le da el deseo y la fuerza de la vida”.

Grandes retos nos esperan en los tiempos que ya llegan. Nunca las tareas serán fáciles me dije, pero sabremos enfrentarlas.

La Patria espera lo mejor de sus hijos y es deber de todos, trabajar  por un futuro mucho más hermoso.

Solo la unión y el amor,  pueden lograr alcanzar la paz, “secreto de los corazones y el estado natural del hombre”.

 Para juntar y amar, se unen hoy más que nunca, los pueblos libres de Nuestra América.

¡Seguiremos batallando por la libertad!

¿Quién ha dicho que Martí murió hace 120 años?

“Los muertos son las raíces de los pueblos, y abonada con ellos la tierra, el aire nos los devuelve, y nutre de ellos”.


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