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Misteriosos “Bultos” en las noches del imaginario rural cubano


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Tlacanexquimilli, el Hombre-Bulto de Cenizas.

Extrañas apariciones, durante las cuales los límites del raciocinio se desdibujan. Horrendas e informes visiones mutantes, sombrías y difusas se presentan como desvaríos del razonamiento, en las oscuras noches de la campiña cubana. Maraña incomprensible al entendimiento, el espectral fenómeno conocido como “Bulto” por el campesino de monte adentro, se perfila monstruoso y siniestro, en cada uno de los relatos que describen estos encuentros con la aterradora e indescriptible presencia. Mas no estamos solos ante esta percepción que se resiste a cualquier forma de identificación con la experiencia humana.

“El Bulto” en las noches del Imaginario rural cubano

Angustia e incertidumbre son conocidos detonadores universales del miedo. Al adentrarnos en las sinuosas leyendas sobre este fenómeno, tan poco conocido por los buscadores y gustadores de leyendas: la noche, el miedo a lo desconocido y el monte como escenario, continúan siendo los principales integrantes de las narraciones que mostraremos a continuación. Pero algo muy diferente hay en el contexto de estos encuentros, algo nunca antes ocurrido con otros mitos y leyendas que nutren el imaginario rural cubano. “El Bulto” nos deja perplejos, porque se rebela a cualquier forma de identificación con la experiencia humana. Así nos pierde en una eterna incertidumbre, de la cual ni la realidad; ni la racionalidad; ni las leyes del simbolismo pueden dar cuenta. O por lo menos, así se nos muestran en estas aterradoras narraciones, extraídas de sucesos acontecidos a estos sencillos habitantes de los campos cubanos, que hoy nos llegan desde lejanas épocas, debido a la paciente y meritoria labor de dos esforzados investigadores del imaginario popular cubano, Samuel Feijóo y René Batista Moreno.

La Bola de carne

Subiendo la loma que hay antes de llegar a los Cuatro Caminos, con rumbo a Camajuaní, siento un ruido como de una cosa fofa que se desprende. Miro hacia la punta de la loma y veo una bola grande que venía rodando. Entonces me pongo en una de las orillas del camino y como la noche estaba clara, miré bien cuando aquello pasaba: era una bola de carne, llena de ojos, bocas y dientes, dientes muy grandes. Informante Juan Moreno, Camajuaní. (1)

Bulto prieto sentado en las ancas

Cuando iba llegando a casa de la abuela Fidelia, en la Loma de La Fe, sentí un ¡¡Plooos!!, justo detrás de mi espalda. Miré para atrás y vi un bulto prieto montado en las ancas del caballo, y viré rumbo al Colmenar. Cuando iba llegando al caserío, detuve el caballo, miré para atrás y vi el bulto prieto todavía allí sobre la bestia. Dejé el animal, salí corriendo y el caballo me cayó atrás. Yo corriendo delante a todo meter y el caballo detrás de mí, con el bulto prieto grandísimo encima, hasta que llegué a un marabuzal muy tupido y el caballo no pudo entrar ahí. Informante, Wilfredo Chávez. Finca Lobatón. (2)

Bulto que embiste

Mi novia vivía en el costado de la Loma de los Chinos. Para allá se iba por un camino que iba hasta Aguas Negras. La gente decía que por allí salían muertos, pero yo llevaba como tres años pasando por allí y nunca me había ocurrido nada. Una noche como a las diez, salí de casa de mi novia, y cuando había caminado un buen trecho, un bulto grande me golpeó por la izquierda y me tumbó del caballo, Di un salto, me monté otra vez, y el bulto me golpeó por la derecha y me volteó, pero no me volvía a montar. Me arrastré, pasé por debajo de una cerca, cogí una piedra en la mano, me puse de pie y eché a correr por un potrero. Ese ha sido el susto más grande que pasé en mi vida. Hasta dejé a mi novia. Informante, Rodolfo Rojas, 78 años Finca la Luisa. (3)

Bulto crecedor

A mí me salió un bulto negro en el camino que va de Salamanca a Floridanos. Yo venía de visitar a mi novia, serían como las nueve y pico de la noche; el bulto salió de pronto al camino y se me tiró por un costado, saqué el machete y le mandé un tajo, pero la hoja lo pasó de un lado a otro como si fuera de algodón y cada vez se hacía más grande. Volvió a arrimarse y le mandé otro tajo, lo pasó de un lado al otro. Así anduvimos buen rato, hasta que llegando al terraplén que va para Placetas, no lo vi más. Informante, Pedro Lozano, 86 años. Finca La Julia. (4)

Bulto confuso

En la zona de Refugio, cerca de casa de los Martínez, entroncaban varias guardarrayas; una noche cogí por una de ellas y vi un bulto negro, no sé si era un buey, un matorral, no sé. Venía hacia mí, yo trataba de evitarlo, el caballo relinchaba y corcoveaba. Cuando ya tenía aquel bulto encima, le solté las riendas al caballo, estuvo corriendo como dos kilómetros y me sacó de allí. Luego me entré que ese bulto le había salido a mucha gente. Eso me ocurrió por el año 1950 ó 51. Informante, Pepe Fleites, 56 años. Vueltas. (5)

Imaginario Popular y percepciones universales

Dentro del conjunto de valores, creencias, mitos y fabulaciones imbricados al imaginario popular cubano, solemos encontrarnos con arquetipos y mitologemas compartidos desde tiempos ancestrales, con otros pueblos del mundo.  

Al recopilarse y clasificarse de manera efectiva las diferentes “figuras” y “personajes” alucinantes, recreados por la mitología que el imaginario popular cubano auténticamente recrea, desde el primer intento de analizarles con propósitos comparativos, podría verificarse fácilmente que la mayoría de estos responde a un arquetipo, o a un mitologema, por lo general también presente en otros sistemas mitológicos.  En la mitología cubana, nos ocurre dentro de las leyendas por ejemplo, con la figura del Güije, que el folclor uruguayo denomina “negro de agua”; en Ecuador, le llaman “La Tunda”; en Paraguay, “Yacy Yaceré”; en Colombia, “Ribel”, Ribereño” o “Mohan”; en Brasil “Duende Sasy”. (6) Con nuestras “Gritonas” pasa algo similar, pero a estas figuras, en casi toda Latinoamérica se les llama “Lloronas”; (7) sucede además con “La Luz de Yara”, que en algunas zonas de España, llaman “Luz de miedo”; en las selvas de Filipinas, le denominan “Binangunam”;  los árabes las mencionaban como, “Es-sari” o “Ed-douli”; en varios lugares de Latinoamérica, las han nombrado como “Linternas del Diablo”, “La lámpara”, “Candelas de los muertos”, “Actinios” y “Waterduivel”; en Brasil, se les conoce como “Boitatá”; en el folclor argentino como, “El Farolito”, “La Luz Mala”, o “La Umita”, que significa en quechua “cabecita”. (8) De la misma manera sucede con “La Madre de Agua”; las “figuras sin cabeza”; (9)  así como los nutridos inventarios de “Damas Fantasmas” (10) y hasta con nuestras conocidas “apariciones” señalizadoras de botijas. (11) Todas y cada una de estas figuras se han asentado en imaginario popular de muchos pueblos del mundo, más o menos con similares características, aunque en cada lugar suelen dárseles nombres diferentes.

Donde “El Bulto” marca la diferencia

Es en esta singular aparición del “Bulto”, tal vez en la única donde se descubre una representación para la cual no es posible obtener identificación particularizada, ni una descripción de la cual pueda obtenerse, algún paralelismo con cualquier figura conocida, o por lo menos no del modo en que usualmente se manifiesta un arquetipo. Ya entonces el terror a lo desconocido no es el único detonador del pánico, pues a este sin duda ha de sumarse la natural peligrosidad, derivada de una profunda incertidumbre y total indeterminación que este fenómeno trae consigo.

A pesar de lo cual y por encima de tanta perplejidad, esta visión del “Bulto”, está presente también en muchos países de Latinoamérica, manteniendo la misma condición de elemento irreductible a las categorías del pensamiento, pero a diferencia de las otras figuras conocidas del Imaginario, en todas partes se resiste a ser nombrado de alguna otra manera. Tal vez porque donde quiera que haga aparición, se rebela a cualquier forma de identificación con la experiencia humana. Curiosa multiplicidad informe, que se presenta como impresión primera de una existencia regida por leyes completamente extrañas a la racionalidad humana.

De esta forma se nos presenta una y otra vez “El Bulto”, con apariciones en varios lugares de Latinoamérica, en las cuales más o menos se repiten similares patrones de comportamiento. Así se le ha avistado: en el pequeño caserío de Callejones, en Colombia, justo en el camino que le comunica con el poblado de Bolívar, allí también aparece un aterrorizante “Bulto negro”, que luego de asustar al caminante desaparece sin dejar rastro. En Nicaragua, por los caminos que llegan a la villa de Moninbó, igualmente aparece un “Bulto”, pero aquí, siempre se la ha visto blanco y el folclor local asegura, que si el caminante logra vencer el miedo paralizante y acercarse lo suficiente, le introduce el extremo de una cruz y reza determinadas oraciones, a medida que va rezando, el bulto vaporoso va tomando consistencia y solidez, hasta quedar convertido en un ser humano. En Chile, cercano a la periferia de la ciudad de Antofagasta, existe un paraje solitario llamado “La quebrada de la Chimba”, donde se han reportado estas apariciones de un “Bulto blanco”, que en una de estas ocasiones, fue visto por más de diez personas a la vez. En medio de los Andes Peruanos, se encuentra el distrito de Chumpi, en Ayacucho, donde las visiones del “Bulto” son tan añejas, que se han contado de abuelos a nietos por muchos años.

Pero hay más. “El Bulto” no es en modo alguno fenómeno novedoso. Todo parece indicar que esta aparición ya estaba presente en el imaginario de sociedades tan antiguas como la azteca, pues Fray Bernardino de Sahagún, en su conocida y revisada Historia General de las cosas de Nueva España, narraba que: “en el México antiguo existía un espíritu llamado Tlacanexquimilli. Era como un bulto de cenizas, un muerto amortajado, no tenía puestos los pies ni la cabeza, pues anda rodando por el suelo y emitiendo terribles gemidos que ponían los pelos de punta. Se creía que este espíritu era una ilusión de Tezcatlipoca. Aquel que tenía la desgracia de verlo, daba por seguro que pronto moriría, bien en la guerra bien de enfermedad. Y tal era la magnitud del miedo, que irremediablemente moría”. (12)

“El Bulto” en sus coincidencias, causalidades y elucubraciones

Extraña coincidencia la este enigmático fenómeno, que ha mantenido presencia en los más variados Imaginarios Latinoamericanos y en todas partes suele llamársele “El Bulto”, ante la total incompetencia para referenciarle mejor, por el contrario de lo que sucede con otras “apariciones” del imaginario colectivo, a las cuales le son dadas los más diversos nombres, según las características idiomáticas de la región en la cual “aparezcan”. Tal y como ha sucedido con casi todas las figuras de los diversos sistemas mitológicos conocidos.

Para unos, “evanescente”; para otros “gelatinoso”; para algunos otros, “como si fuese del algodón”; con capacidad para encaramarse a lomo de caballo; e incluso para uno de nuestros referenciantes, capaz de embestirle, a plena conciencia y con total intención, este fenómeno ha presentado, en todos y cada uno de los rincones del mundo en que se ha reportado su presencia, la misma característica de ser indefinible. Los términos: “cosa fofa”; “bola grande”; “bola de carne, llena de ojos, bocas y dientes”; “bulto grande”; “bulto prieto grandísimo”; “como si fuera de algodón”; o “bulto de cenizas rodando por el suelo”, tal como le fuese contado a fray Bernardino de Sahagún, hace ya varios siglos, siguen dando la impresión que los vivenciantes de tal fenómeno, al encontrase con algo tan indescriptible e ignoto, y ante la ausencia de algún referente conocido, la mente solo podía interpretar esta visión como un bulto. O de lo contrario, no queda más por elucidar que estos citados referenciantes, realmente tuvieron sus “encuentros” con una extraña singularidad con forma de bulto.

Es verdaderamente curioso que todos hayan relatado tan similares “visiones”, en épocas y lugares tan diferentes del mundo. No pocos han tratado de brindar alguna explicación racional a este, o estos fenómenos. En el caso de “El Bulto”, hay una teoría interesante que le propone como un enjambre. Pero no se sostiene, ante la circunstancia que la mayoría de los vivenciantes, han sido campesinos y han pasado toda su vida en conocimiento de cada tipo de insecto que existe en su región. De manera que sería casi imposible, este desconcierto ante algo tan conocido. A menos que este enjambre, no sea de insectos, sino de pequeñísimos elementos desconocidos, venidos quien sabe de dónde, con la extraordinaria capacidad de poseer una conciencia común, que les hace moverse y actuar en conjunto. El fonema nanoelementos, sería el más apropiado para aquellos amantes de los “encuentros cercanos” y estaría muy adecuado para tomarle como base de una narración de ciencia ficción.

Pero acaso todas estas visiones, ¿estarían reflejando una misma proyección de la conciencia? Por otra parte, ahora elucubrando desde las complejas y profundas miradas de la psicología, ¿estaría “El bulto” de alguna manera asociado, a alguna de las llamadas “figuras mentales”?, de aquellas que podrían estar relacionadas con ciertas represiones alojadas en las honduras del inconsciente, las cuales tratan de evadir su encierro, haciéndose conscientes por medio de tal constructo. Si así fuese, ¿qué alegoría le correspondería? ¿A caso, el caos…? O tal vez todo lo contrario, la prueba existencial de una conciencia colectiva.

Desconcertantes y enigmáticos, han sido los destinos de algunas figuras del imaginario popular cubano, poseedoras también de marcada autentificación como figuras recurrentes de las tradiciones orales Latinoamericanas. Son protagonistas compartidos, cuya presencia ayuda al reordenamiento constante de la vida espiritual de cada grupo humano que les evoca y requiere. Han estado presentes por siglos y aún es posible escuchar su ritual convocatorio. Pero en realidad, no es nada extraño que pueblos cuyo surgimiento e historias de vida sean tan parecidas, sostengan imaginarios colectivos con tan profundas coincidencias.

Enigmático, aterrorizante, indescifrable e irreductible a cualquiera de las categorías del pensamiento analítico, este fenómeno también nos une y empalma al imaginario colectivo de casi todos los pueblos de ésta parte del mundo. Por ahora tan solo podemos invitarles a reflexionar, acerca de estas curiosas apariciones y elucubraciones sobre “El Bulto”, ya sea avistado en las noches del imaginario popular cubano, o “rodando” bajo el mismo negro manto estrellado, que hoy se extiende a través de los siglos, por las solitarias altiplanicies de Latinoamérica toda.

 

Notas

  1. Samuel Feijóo: Mitología Cubana. Ed. Letras Cubanas. La Habana, 1986, p. 386.

(2) René Batista Moreno: Cuentos de guajiros para pasar la noche. Ed. Letras Cubanas. La Habana, 2007, pp. 98-99.

(3) Ibídem., p. 99.

(4) Ibídem., p. 97.

(5) Ibídem., pp. 97-98.

(6) Gerardo E. Chávez Spínola: Tres duendes de la mitología cubana. Sección Revelaciones, Cubaliteraria.

(7) Gerardo E. Chávez Spínola: Gritonas, en la memoria del folclor cubano. Sección Revelaciones, Cubaliteraria.

(8) Gerardo E. Chávez Spínola: Las luces del espanto en las narraciones de la campiña cubana. Columna Imaginario popular. Mitología cubana. Portal Cubarte.

(9) Gerardo E. Chávez Spínola: La epopeya cubana de las figuras sin cabeza. Columna Imaginario popular. Mitología cubana. Portal Cubarte.

(10) Gerardo E. Chávez Spínola: Evocación a las damas fantasmas. Columna Imaginario popular. Mitología cubana. Portal Cubarte.

(11) Gerardo E. Chávez Spínola: Apariciones, tesoros y botijas en el imaginario popular cubano. Columna Imaginario popular. Mitología cubana. Portal Cubarte.

(12) Taclanexquimilli, el hombre-bulto de Cenizas. Web de Sonia Iglesias y Cabrera. Publicado noviembre 18 del 2014. http://www.nuestrasleyendasdeterror.com/leyenda-de-terror/tlacanexquimilli-el-hombre-bulto-de-cenizas/

 


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