Los silencios quebrados de San Lorenzo y las luces del historiador Rafael Acosta de Arriba


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Foto: Susana Méndez Muñoz.

Carlos Manuel de Céspedes es el Padre de la Patria cubana, el hombre que inició el 10 de octubre de 1868 los treinta años de guerras por la independencia contra el colonialismo español. Varios han sido y son, sus biógrafos y también los historiadores que han investigado ese capítulo de la historia de Cuba. Uno de los más destacados biógrafos de esta figura insigne es el historiador Rafael Acosta de Arriba que gustosamente aceptó una entrevista parar el Periódico Cubarte.

Nuestro entrevistado es un destacado poeta y ensayista cubano. Doctor en Ciencias Históricas. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica. Fue director de revistas como Cine Cubano, Arte Cubano y la Revista de la Biblioteca Nacional de Cuba. Fue también presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas del Ministerio de Cultura. Actualmente se desempeña como investigador en el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

Ha sido galardonado en varias ocasiones, entre ellas, con el Premio Razón de Ser 1990, que otorga el Centro de Promoción Cultural Alejo Carpentier; el Premio Anual de Investigaciones del Ministerio de Cultura en 1994 y el Premio Nacional de Investigación Cultural 2018.

Varios de sus libros constituyen referentes obligatorios sobre el tema cespediano, entre ellos: El Pensamiento político de Carlos Manuel de Céspedes, por la Editorial de Ciencias Sociales, en 1996. Biobibliografía de Carlos Manuel de Céspedes, Editorial José Martí, 1997 y las tres ediciones de Los silencios quebrados de San Lorenzo, la primera en 1999 por la Editorial José Martí, la segunda en 2008 por Ediciones Boloña y recientemente en 2018, por la Editora Abril.

Sus artículos se han publicado en medios especializados de Cuba y otros países. Como poeta también ha sido trascendente (Fractura del tiempo, Editorial Letras Cubanas, 1998). Y tiene otros ensayos como El signo y las letras. Ensayos sobre literatura y arte, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2001; Los signos mutantes del laberinto, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2010 y Caminos de la mirada, Editorial Pueblo y Educación, 2007.

En esta Jornada de la cultura cubana, dedicada entre tantos acontecimientos al bicentenario de Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria, su libro: Los silencios quebrados de San Lorenzo, es un referente. ¿Qué Carlos Manuel se nos presenta en este título?

Un hombre en su polifacética dimensión humana, en una plural percepción, no una imagen de estatua ni un dechado de perfección, sino un hombre común, con defectos y valores, aunque desde luego, un hombre extraordinario. Pero sobre todo el libro indaga en las ideas, precisamente el déficit de los estudios previos al mío en que solo se hablaba de los hechos. En mi libro se hace mucho énfasis en el hombre de pensamiento que fue Céspedes, en su ideario liberal libertario, romántico y revolucionario a un tiempo, abolicionista y masón.

De Céspedes casi siempre hablamos como el patriota fundador que fue, el que dirigió la toma de Bayamo, el primer presidente de la república, el antiesclavista, el de los grandes debates de Guáimaro. ¿Qué aspectos más humanos le gustaría refrendar de esta personalidad histórica?

Según los testimonios de quienes lo conocieron personalmente y crecieron próximos a él o lo acompañaron ya en su etapa de revolucionario en la manigua, Céspedes fue un hombre de mucho carácter, enérgico, a veces intranquilo ante determinados hechos o situaciones, aunque por lo general ecuánime y calmado, de mucho control sobre su personalidad. Martí, que lo estudió a fondo y le preguntó sobre él a cuantos podían darle alguna referencia, dijo que era como un volcán, pero también le llamó hombre de mármol, en un contrapunteo de imágenes que tiene que ver con lo que le estoy diciendo. Fue muy autocontrolado, cierto, pero podía ser colérico. Es de ese tipo de hombres que pueden generar, a la par, la subordinación o la admiración de unos, tanto como la desafección o el distanciamiento de otros. Pero tal parece, si atendemos a algunos criterios testimoniales de sus coetáneos, que fue, definitivamente, un hombre con dotes de liderazgo muy acentuadas. La vida lo demostró con creces. Sin embargo, fue capaz de promover el perdón de los agravios recibidos y no fue débil, nunca, en los cinco años de revolución en la dura vida del insurrecto en los bosques y montañas de la manigua cubana. Digamos que fue la roca en la que rompieron las olas de un país que se abría al mundo, como le llamó también Martí. Fue capaz de la ternura y la compasión y trató, siempre, más de causar la unión que la fragmentación de las fuerzas patrióticas. Fue un adalid de la unidad de los revolucionarios en un momento de alumbramiento de la nación y eso es muy importante históricamente hablando.

Pocas personas conocen la historia de la escarapela y el sable del honor que ahora tomamos como símbolos de la jornada. ¿Pudiera contarnos las historias?

El sable de honor se lo obsequiaron las damas que integraron la Junta Patriótica de Cubanas de Nueva York. Según se puede leer en su carta de agradecimiento a estas mujeres, publicada en el periódico mambí El Cubano Libre, el domingo 5 de septiembre de 1869, Céspedes les explica algunas razones de su autonombramiento como Capitán General del Ejército Libertador de Cuba y les agradece su gesto. Él nunca lo usó personalmente por respeto a su cargo de presidente civil después de la Asamblea Constituyente de Guáimaro.

La escarapela es más conocida, se la entregó Céspedes a Fernando Figueredo Socarrás —quien fue su ayudante de campo por varios años— después de ser depuesto como presidente, cuando ambos se despidieron, y años más tarde Figueredo se la obsequió a José Martí, al partir este hacia Cuba, quien la llevaba el día de su muerte en Dos Ríos. Creo que, sin duda alguna, esa escarapela es como el símbolo material de la continuidad de ambas revoluciones, la de Céspedes y la de Martí. Fue elaborada, como se conoce, por damas bayamesas.

Más allá de la anécdota de su hijo Oscar prisionero, Céspedes es el Padre de la Patria por muchas otras razones ¿puede darnos sus consideraciones al respecto?

Ese es un calificativo que surgió en la práctica independentista, en la manigua. El mismo Céspedes anotó en su diario de campaña que muchas de las personas sencillas que iban a verlo para conocerlo personalmente, antes y después de ser presidente, le decían a sus parientes y amigos que iban a conocer “al Padre”, de manera que es un reconocimiento que surgió desde abajo, entre los hombres de pueblo que habitaban el campo insurrecto, en la práctica cotidiana de la guerra. También le decían “el presidente viejo” y los libertos orientales le llamaban “el amo de la guerra”, en fin, tuvo muchos sobrenombres, pero cuando el incidente del fusilamiento de su hijo Amado Oscar y la digna respuesta de Céspedes a la infame propuesta de Caballero de Rodas, lo del “Padre de todos los cubanos que luchaban por la independencia”, debió tomar fuerza entre los hombres de la revolución y de la emigración. Fue un hecho dramático y muy doloroso para Céspedes, pero quizá tuvo su compensación histórica con el reconocimiento merecidísimo del título de Padre de la Patria con que lo conocemos desde hace muchos años. Desde luego que, al ser el primero en muchas cosas en la historia del país, lo de ser reconocido como el padre fundador es algo más que merecido. Fue el primer mambí, el fundador del Ejército Libertador, el jefe de la capital revolucionaria de la insurrección por espacio de 83 días en Bayamo, el primero en darle la libertad a sus esclavos como un hecho simbólico y político, el primer presidente de la República en Armas, el estadista que le dio voz a los patriotas cubanos ante los jefes de estado del continente y más allá del Atlántico a los cuales les cursó cartas dando a entender que había una república revolucionaria enfrentada a la colonia española, no que era una revuelta intrascendente. En fin, ese título se lo merece por muchas razones, es indisputable, y lo mejor del caso es que todos los cubanos, seamos de donde seamos, lo aceptamos con honor, es decir, nos place que sea Carlos Manuel de Céspedes el Padre de la Patria.

Muchas gracias, doctor Acosta, por estas palabras para los lectores del Periódico Cubarte.

La Jornada de la cultura cubana, del 10 al 20 de octubre, conmemora varios aniversarios de hechos, procesos y personalidades de la historia de la cultura pero significamos con esta entrevista el bicentenario del poeta, músico, compositor y patriota Carlos Manuel de Céspedes.


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