Los nombres americanos del aura (I parte)


los-nombres-americanos-del-aura-i-parte
Esteban Pichardo

En 1836, don Esteban Pichardo publicó el primer diccionario de voces cubanas, que en ese entonces llamaban “diccionario de provincialismos”. El lexicón tuvo cuatro ediciones, siempre mejoradas con nuevas voces; la cuarta y última, en 1875. Fue este el primer diccionario de provincialismos que se publicó en la América hispana. Los títulos en las diferentes ediciones en algo cambiaron, pero ligeramente. La última edición se tituló Diccionario provincial casi razonado de vozes (sic) y frases cubanas, el cual ha sido reimpreso en el siglo XX, por lo menos dos veces, con carácter histórico.

En él incluyó la palabra tiñosa, y la refirió a aura, pues entendió que tiñosa era un adjetivo en el nombre aura tiñosa. Describe Pichardo su tamaño, color y costumbres, que califica de asquerosas, aunque dice que su accionar “hace un bien, sin embargo, de ser tan despreciadas”. Vuelan las auras a una altura prodigiosa y con su fino olfato y su amplia visión detectan cualquier animal muerto en los montes y sabanas, y allí van en bandada con sus similares a destrozar el cuerpo putrefacto y saciarse de él, hasta que solamente quedan los huesos. Después de hartarse, las auras vomitan todo lo que no pueden asimilar de lo comido.

Pichardo no está de acuerdo con el tamaño que dice el especialista español Ramón de la Sagra (1798-1871), quien le adjudicó uno mayor en su envergadura, pues solo mide de la punta de un ala a otra, abiertas, algo más o menos que un metro y cuarto. El aura es de plumaje negro y tiene cabeza y cuello desprovistos de plumas y de color rojo, y su pico es curvado. Sin embargo, las hay de otros tipos en la región americana.

Cita Pichardo a otro especialista, el francés Alcide d’Orbigny (1802-1857), quien dice que la palabra aura es indígena de la Guayana, pero esto entra en contradicción con lo dicho por otros ornitólogos, como veremos más adelante.

El pitirre, que es una avecilla de unos ocho centímetros, cuando ve que un aura está merodeando su nido, tiene el arrojo de perseguirla y atacarla en su vuelo.

Pichardo dice que tiñosa se le decía en la zona occidental cubana, pero, realmente, en toda Cuba así se le llama hoy, o sea, aura, aura tiñosa o nada más que tiñosa.

El área en que se desarrolla el aura es desde el sur de la América del Sur, en la medianía de Chile y Argentina, hasta el sur de los Estados Unidos. A veces, se ha visto en el norte de los Estados Unidos y en el sur de Canadá, en el verano.

Esta ave carroñera fue descrita por primera vez por Carlos Linneo (1707-1778), en 1758, en su Systema Naturae, como Vultu aura. En la actualidad es conocida con el nombre de Cathartes aura. El nombre cathartes es la forma latinizada del griego kathartes, y significa ‘purificador’. El nombre específico de la especie, aura, es la forma latinizada de auroura, que es la palabra indígena mexicana, esto es, del nahualt, para esta ave. Pertenece a la familia cathartidae. Sin embargo, la Sociedad Española de Ornitología recomienda llamarle aura gallipavo. Pero este nombre no ha tenido buena aceptación. En las distintas regiones americanas recibe el aura diferentes nombres.

En 1882, el escritor cubano Juan Ignacio de Armas (1842-1889) publicó la segunda edición corregida y aumentada de su libro Oríjenes (sic) del lenguaje criollo. El primer párrafo de este libro dice así:

Llamo lenguaje criollo, a falta de mejor nombre, al conjunto de vozes i construcciones peculiares, de uso corriente i jeneral en las islas de Cuba, Santo Domingo i Puerto Rico, en las repúblicas de Venezuela; Colombia, i en alguna parte de Centro América.

Acerca del ave que, desde antes, Esteban Pichardo ya había registrado con el nombre de tiñosa o aura tiñosa, dice más adelante —sin mencionar estos nombres—, en la parte IV de ese libro, subtitulada “Primera fuente del lenguaje criollo”:

Un ave inmunda que al aura se posa sobre los árboles, a recibir en las abiertas alas los primeros rayos del sol, le llamaron aura en las Antillas. En la Nueva Granada, por observar en ella la costumbre de agruparse en torno de las reses muertas, como los chulos de los mataderos, le pusieron chulo; otros, gallinaza, nombre castellano del estiércol de las aves, en que esta se complace; otros, gallinazo, no como aumentativo de gallina, sino tornando en masculina la terminación anterior. En Méjico i Centro América se llama zopilote, nombre indígena; en Venezuela, samuro, por lo mucho que jamura, o vomita; i en la Isla Margarita guaraguao, voz anticuada, por cuervo.

Como se puede observar, esta es otra versión del origen del nombre aura.

Con el nombre de gallinazo o gallinaza, así se le conoce de forma genérica en Colombia, Ecuador y Perú, aunque con diferentes nombres particulares. Sin embargo, Mario Alario di Filippo, en su Lexicón de colombianismos, dice que los que confunden al aura con el gallinazo están equivocados, entre ellos el Diccionario de la Real Academia Española, pues plantea que son dos aves diferentes. Si esto fuera así, son muchos los equivocados, ya que casi todos los diccionaristas de la América hispana incluyen a los diferentes tipos —plumaje más claro, más oscuro, cabeza y cuello rojo, pero con rayas negras o no— en la misma familia; a veces, según las regiones, estas aves tienen el cuello negro y la cabeza roja; a veces lo es de cabeza negra, pero todos los tipos quedan registrados con la definición del aura carroñera.

(El presente trabajo consta de tres partes. A continuación de esta Primera Parte, ofreceré toda una serie de frases que contienen las palabras aura y tiñosa y están insertadas en la literatura cubana. En la Segunda Parte, trataré las denominaciones que recibe el aura en México, las Antillas y la América Central; y en la Tercera Parte y última, en la América del Sur. A continuación de cada una de estas dos últimas partes, ofreceré una breve muestra de cómo el ingenio popular ha creado frases y refranes con el variado nombre que recibe el aura en el resto de Nuestra América).

Citas de autores cubanos en frases donde están incluidas las voces aura y tiñosa.

como pitirre al aura: loc. adv. coloq. Con mucha insistencia.

· “[...] hacen como el pitirre con el aura tiñosa, le pica tanto la cabeza que tiene esta que elevarse hasta las nubes”. Valerio, Juan Francisco: Cuadros sociales. Colección de artículos de costumbres, p. 106.

en el pico del aura: loc. adv. coloq. En apuros, en dificultades, en peligro.

· “Pues como no te pongas para tu número, te veo en el pico del aura”. Chofre, Francisco: La Odilea, p. 16.

· “Mando. Poder. El poco que tenía, andaba en «el pico del aura»”. Garófalo, José Miguel: Se dice fácil, p. 104.

· “El elemento comercial, que dependía del banco español, vio su plata en el pico del aura”. González, Reinaldo: La fiesta de los tiburones, t. II, p. 127.

· “Y en tanto en el pico / del aura, insegura / ve su sinecura / fea Federico...”. Guillén, Nicolás: Obra poética, t. II, p. 365.

· “Tú sabes que la licencia de este club ahora está en el pico del aura. Si das un resbaloncito se acabó el negocio”. Morán, Javier: Medianoche enemiga, p. 170.

· “La vida de los oponentes activos a la reelección y aún de los platónicos desafectos al continuismo, llegó a estar en el pico del aura”. Roa, Raúl: Aventuras, venturas y desventuras de un mambí, p. 442.

·  “Al notar su ausencia vio su condumio en …el pico del aura»”. Robreño, Eduardo: Como lo pienso, lo digo, p. 135.

estar cagado de aura: loc. verb. coloq. Tener la suerte en contra.

·  “Lo que estás es cagao de aura de arriba abajo, y tienes que descagarte”. Feijoo, Samuel: Pancho Ruta y Gil Jocuma, p. 360.

ser calcañal de aura: loc. verb. coloq. Ser de poca valía, de mala índole.

·  “Se llamaban chulos ellos mismos [...] tenían hasta doce mujeres y que todas les daban plata [...]. Eran calcañal de aura”. Barnet, Miguel: Gallego, p. 100.

vomitar como un aura: loc. verb. coloq. Vomitar mucho o con frecuencia. Se dice así porque las auras, cuando están heridas o son capturadas, vomitan todo lo que tengan en esos momentos en el buche.

·  “[...] con un hijo en la barriga, vomitando como aura, la pobrecita [...]”. Feijoo, Samuel: Juan Quinquín en Pueblo Mocho, pp. 132-133.

más alto que una tiñosa remontada: loc. adv. coloq. Muy alto.

·  “[...] a Telesforo se le ha puesto la frita más alta que una tiñosa remontada [...]”. Arango, Rodolfo: Cuentos despampanantes, p. 47.

parquear una tiñosa: loc. verb. coloq. Pedir a alguien que haga algo gravoso, complicado.

· “Voy por la calle y oigo cosas que ya no entiendo. «A nivel, ponchado, tracatrán, quemado [...] parquear la tiñosa [...]». Sólo entiendo vagamente las expresiones”. Desnoes, Edmundo: Memorias del subdesarrollo, p. 49.

ser una tiñosa: loc. verb. coloq. Se dice de quien hace malos augurios.

· “—Les mataron en el río, Rojas —dije. // —¡Eres una tiñosa, Sabino!”. Chinea, Hugo: “Sabino”, en Cuentos sobre bandidos y combatientes, p. 108.

· “Sí, seguro que es éso: un pedido extraplan. Una «tiñosa» de última hora...”. Garófalo, José Miguel.: Se dice fácil, p. 103.

· “Eres una cabrona tiñosa. Pero este año sí ganamos”. Padura, Leonardo: Vientos de cuaresma, p. 15.

tener una tiñosa: loc. verb. coloq. Tener un problema que plantear a alguien.

· “Percio, mi social, tengo una tiñosa pa’ ti”. Lagarde, Guillermo: Desapolillando archivos, p. 102.

tener una tiñosa parqueada en el hombro: loc. verb. coloq. Tener muy mala suerte.

· “Y otra y otra frustración, más desventuras, / más lazos rotos y empezar de nuevo. (¿Es que tengo en el hombro parqueada una tiñosa?)”. Tallet, José Zacarías: Poesía y prosa, p. 281.

· “Cinco añejos más tarde, todavía no había podido ligar. Siete intentos, siete fracasos. Tengo una tiñosa parqueada en el hombro...”. Zumbado, Héctor: ¡Esto le zumba!, p. 101.

tocarle una tiñosa: loc. verb. coloq. Tener que realizar una tarea difícil o complicada.

· “[...] no tenía a nadie que se ocupara de los trámites y la tiñosa le tocó a ella”. Yáñez, Mirta: Sangra por la herida, p. 20.

 

Continuará…


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte