La pasión cespediana de Eusebio Leal


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«Céspedes es la piedra angular, la figura esencial en esta historia; es como esa piedra que se coloca en el centro del arco y que determina su fuerza.  Él es el principio».

Eusebio Leal (27 de febrero de 1999, en San Lorenzo)

Evocar a Eusebio Leal Spengler en su ochenta cumpleaños es fuente no solo de recuerdos, sino de destacar sus valores dentro de la cultura nacional y su papel en la sociedad cubana desde la segunda mitad del siglo XX hasta su lamentable fallecimiento en 2020. Es muy conocida su relevante actividad intelectual, tanto en el rescate del patrimonio arquitectónico de la parte antigua de la ciudad como en sus escritos de interés historiográfico, En estos y otros frentes de su andadura social sobresalió Leal. Hoy me referiré solo a un aspecto de ese amplio espectro de ideas de su persona.

El pensamiento político de Eusebio Leal tuvo la amplitud natural de un patriota culto, profundo conocedor de la historia de su país, a la vez que siguió dos nortes recurrentes: Carlos Manuel de Céspedes y José Martí. Sobre ambos elaboró espléndidas piezas oratorias y escribió textos muy inspirados. Luego de transcritas, muchas de esas conferencias pasaron a formar parte de sus libros. El prólogo que escribió para El diario perdido, es, junto a la tesis de doctorado en Ciencias Históricas, su mejor trabajo sobre el llamado Padre de la Patria.

Pero era en la oralidad donde mejor se conocía su dominio sobre el gran bayamés. En diversas ocasiones, a lo largo de más de treinta años, tuve el privilegio de conversar con Eusebio sobre Carlos Manuel de Céspedes. Fueron numerosas las charlas en las que centramos nuestra atención acerca de un tema que nos acercaba sobremanera. Comprobé, desde un primer instante, que a Eusebio le motivaba mucho la condición o naturaleza de cubano cubanísimo de Céspedes, no solo por su singular y refulgente personalidad, sino por la condición única de ser el primer mambí, el primero que rompió las cadenas de la dominación española.

En un ensayo que publiqué hace años, hice constar la encrucijada de signos culturales y políticos que anidaban en la persona del hombre del 10 de octubre: masón, devoto de la virgen de la Caridad del Cobre, liberal radical, republicano y abolicionista, realmente un haz simbólico de enorme significación, concentrado en nuestro Iniciador o, como dijo José Martí, en “el que nos echó a andar”.

Leal tenía elaborado un retrato muy nítido del terrateniente e intelectual bayamés, del dandy joven, ajedrecista, bailador, actor de teatro, poeta, esgrimista, jinete (a lo tártaro, como decía el propio Céspedes de su formación ecuestre), amante y seductor de las féminas, es decir, una imagen muy completa del hombre, una imagen muy bien construida sobre la base de sus intensas lecturas y profundas investigaciones acerca de la figura del Iniciador. Parecía a veces, cuando se refería a Céspedes, como si Leal hablara de un ser muy próximo o conocido directamente, digamos de un amigo o contemporáneo, así era su percepción sobre el bayamés.

No menos le interesaban a Eusebio las características íntimas de la personalidad, el carácter, las tribulaciones que sufrió Céspedes a partir de su incorporación a la batalla independentista, los familiares que perdió en la contienda (entre ellos dos hijos), las luchas fraticidas, la división, el regionalismo y las muestras de anexionismo y derrotismo de algunos de los patriotas más prominentes incorporados a la contienda. Para él estaba muy claro, históricamente hablando, que Céspedes y los demás dirigentes de la revolución de 1868, cuando entraron bajo los focos de la historia patria, solo estaban respondiendo a sus voluntades personales, a sus conciencias. Sin embargo, donde más interés alcanzaban nuestras charlas era cuando Leal abordaba el pensamiento cespedista, brotaba entonces, con mayor intensidad, una imagen muy estructurada en su mente sobre el Céspedes masón y revolucionario, sobre sus dotes de liderazgo y los sacrificios de todo tipo que sus convicciones le llevaron a hacer. Sobre este aspecto, que, además, era el que había yo priorizado en mis indagaciones1, giraron muchas de nuestras charlas cespedianas.

Leal era deudor de las opiniones sobre Céspedes de Cintio Vitier, Jorge Ibarra Cuesta y Hortensia Pichardo, sobre todo de esta última, quien, junto a su fallecido esposo Fernando Portuondo del Prado, había indagado en la vida y obra del bayamés más que ningún otro estudioso en el gremio de los historiadores. Eusebio sabía reconocer el origen de las fuentes de sus juicios, no se los apropiaba y eso era muy importante en un personaje público como el suyo.

En algunas de estas conversaciones participó nuestro amigo común Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal, tataranieto del patriota, quien aportaba información de índole familiar y salpicaba los encuentros con su fino humor. Aquellas charlas con Eusebio por más de tres décadas fueron fundamentales en mi crecimiento como historiador.

El anhelo investigativo de Leal por todo lo que tuviera relación con Céspedes era fuerte y sostenido, era una pasión, una pasión lúcida. Recuerdo el día que Leal defendió brillantemente su doctorado en Ciencias Históricas. Ocurrió en la salita de conferencias de la antigua casa de don Fernando Ortiz, en la esquina de 27 y L en el Vedado. Ese día estuvo repleta. Fue algo insólito. Eusebio, mientras hablaba de Céspedes (ese fue el tema de su tesis doctoral), fue interrumpido con cerrados aplausos en repetidas ocasiones por el tribunal y el público allí presente, algo nunca visto en un ejercicio de esa naturaleza. Por supuesto, no miró ni una sola vez para el documento contentivo de la tesis, todo estaba en su cabeza y en su caudalosa oratoria. Apenas necesito decir que tuvo la anuencia de la entusiasta mesa, integrada por eminentes doctores. Fue un acto de puro trámite.

Su admiración por Céspedes era contagiosa. El 27 de febrero de 1999, viajamos juntos a San Lorenzo, a la inauguración del conjunto monumentario que se había erigido en ese montañoso sitio, en sustitución del obelisco original y por el aniversario 125 de su caída en combate contra fuerzas muy superiores del ejército colonial. Allí ofreció otro de sus magistrales discursos (publicado posteriormente como “Veneración en San Lorenzo”, en Poesía y palabra, volumen II, Ediciones Boloña, La Habana, 2001) y a continuación me invitó a que hablara en el acto y tuve que vencer, una vez más, el temor escénico que siempre me acompañó y todavía me acompaña. Ese día hicimos un elogio cespediano compartido2. Fue un viaje en el que el tema de la figura histórica de Céspedes dominó las charlas.

El 18 de abril de 2019, Eusebio pronunció una inspirada disertación al cumplirse el bicentenario del nacimiento de Céspedes, en la Plaza de Armas de Bayamo, al pie de la casa natal del héroe, prácticamente el único homenaje de carácter nacional que se le dedicó al fundador, además del que realizaron también por esos días los historiadores cubanos al dedicarles el congreso nacional de historia en esa ciudad oriental. La pieza oratoria de Leal representó el gran tributo de los cubanos al patriota en su bicentenario. Su frase, repetida una y otra vez, y que encabeza este texto, “Céspedes es la piedra angular de la historia de Cuba”, tiene el significado de todo un ensayo o artículo, es emblemática por veraz y sintética, por trascendente.

Lo que hizo Eusebio año tras año, al pie de la estatua del prócer en la Plaza de Armas, no tiene paralelo, pues constituyó un homenaje de pueblo, académicos, trabajadores de la Oficina del Historiador y dirigentes estatales al insigne patriota. Cada 10 de octubre amanecía la estatua de Céspedes rodeada de ramos de flores obsequiados por los dirigentes del país y se cantaba públicamente el Himno Nacional. Cada 10 de octubre Leal disertaba sobre Carlos Manuel. De esta manera, hizo mucho por mantener vivo el recuerdo de Céspedes entre los cubanos.

Seguramente sus colaboradores, que con tanta devoción lo siguieron en su cruzada por la conservación y recuperación del patrimonio de la parte vieja de la ciudad y en toda la vasta obra social que realizó al frente de la Oficina del Historiador, mantendrán viva esta tradición tan hermosa y patriótica.

Para mí, la evocación de estos intensos momentos me sumerge en recuerdos muy entrañables sobre el buen amigo y amante de una figura histórica que, ambos sabíamos, tiene mucho que hacer todavía en los escenarios futuros de nuestra República, de nuestra historia.

 

Con el paso de los años, en 1998, defendí mi tesis doctoral en Ciencias Históricas con un texto sobre el pensamiento independentista, liberal y republicano de Carlos Manuel de Céspedes. Eusebio estuvo presente ese día en la defensa y realizó una intervención muy elogiosa de la Tesis ante el tribunal.

2En Poesía y palabra, volumen II, ya citado, aparece la mención a mis palabras.

Foto: http://www.eusebioleal.cu/ Néstor Martí


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