Ignacio Cervantes: Dibujar en notas musicales el alma de este país


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Hoy se cumplen 173 años del nacimiento del maestro Ignacio Cervantes, uno de los más valiosos compositores y pianistas del siglo XIX cubano; un influjo trascendental en el desarrollo de la música de la mayor de las Antillas.

Ignacio Cervantes Kawanagh (La Habana, 1847-1905) destaca en la historia de la música cubana como uno de los más ilustres de sus músicos, cuyas obras encierran el espíritu de Cuba y todas las emociones y sentimientos de un país con una rica tradición de luchas y de amor.

Fue el pianista un niño portentoso que ya a los 12 años había compuesto su primera contradanza, «La solitaria», dedicada a su madre, y fue asimismo, un digno heredero de su tutor, el compositor, pianista y profesor Nicolás Ruiz Espadero (La Habana, 1832 - 1890), y también del músico estadounidense Louis Moreau Gottschalk quien lo influyó en su decisión de inscribirse en el Conservatorio Imperial de París, en el que se mantuvo desde 1866 hasta 1870, recibiendo clases de célebres profesores.

En esta institución recibió en el año de su ingreso, el Primer Premio extraordinario de piano con el «Quinto Concierto», de Herz, y más tarde, en 1867, el Primer Premio de armonía y al siguiente el Primer Premio de fuga y contrapunto.

 Durante su estancia en el viejo continente realizó conciertos con sonatas de Beethoven, preludios y fugas de Bach, obras de Chopin, y fue pianista acompañante de famosas figuras, con lo cual su gran talento comenzó a ser reconocido entre los miembros del gremio musical y el público conocedor.

Al concluir sus estudios en el Conservatorio Imperial de París en 1870, regresa a la patria y, junto al importante violinista cubano José White, es acusado de ofrecer al ejército libertador cubano lo recaudado en conciertos que había realizado por todo el país, por lo que ambos son expulsados de la isla por el Capitán General y se radica en México y Estados Unidos, donde continúa apoyando la causa independentista.

Realiza recitales y conciertos en iglesias y sociedades filarmónicas y completa sus ingresos con las clases de piano que impartía para sustentar a la numerosa familia que fundara en 1872, con María Amparo Sánchez Richeaux, pues les habían nacido catorce hijos.

No es hasta 1879 en que regresa a Cuba, finalizada ya la Guerra de los Diez Años, con motivo de la enfermedad de su padre. 

Al establecerse en su país, realiza conciertos de música de cámara e interpreta a los grandes maestros en el Liceo de Guanabacoa, La Caridad del Cerro y el Círculo Habanero; cuando estalla de nuevo la guerra en 1895, el artista sale otra vez hacia el exilio y al finalizar la contienda regresa a Cuba.

Cervantes fue un prolífico compositor: la ópera cómica inconclusa Maledetto (1886), piezas de cámara como Sinfonía en Do (1879) o Scherzo cappricioso de 1886, considerada como la partitura más finamente orquestada de todo el siglo XIX cubano; zarzuelas, en las que sobresale El submarino Peral; valses, sinfonías, mazurcas, pero en ninguna de estas piezas colocó el alma como lo hizo en sus 45 Danzas Cubanas para piano, escritas entre 1875 y 1895, las que se alejan del virtuosismo de la pianística de su siglo y que son consideradas su gran consagración aunque el compositor apenas les dio importancia.

En las Danzas cubanas, muy populares en su tiempo, el artista reelabora y sintetiza elementos de los ritmos africanos, componentes intrínsecos de la cultura nacional, con lo más selecto de la pianística romántica para entregar una sonoridad nueva con una extraordinaria elegancia en el estilo; estas composiciones son reflejo del panorama sonoro del país en la segunda mitad del siglo XIX.

El indispensable intelectual cubano Alejo Carpentier equiparó la Danzas cubanas con las Danzas noruegas, de Edvard Grieg, y las Danzas eslavas, de Antonín Dvořák.

 Y el maestro José Ardévol estimó que: «su riqueza armónica e increíble capacidad de modulación se equilibran perfectamente con lo que tienen de más legítimamente cubano».

Su música es Cuba. Dibujó en notas musicales el alma de este país; las danzas de Cervantes son una síntesis de cubanía, de identidad nacional, y de las experiencias vividas por su autor: la contienda y la depresión; la alegría y la nostalgia; la energía y el desánimo; la lucha y el exilio. 

Y dentro de las danzas: «Adiós a Cuba», una de las más hermosas y finas obras de la pianística nacional; pieza que ha acompañado a muchos cubanos a lo largo de la historia Patria, en destierros y exilios, forzosos o voluntarios.

Alejo Carpentier calificó a Ignacio Cervantes como el músico más importante del siglo XIX cubano, y destacó que fue el primer compositor cubano que manejó la orquesta con un sentido moderno del oficio.

«Nadie pudo situarse más alto que él en lo que se refiere a la solidez del oficio y su buen gusto», aseguró el novelista.

El 29 de abril de 1905 fallece en La Habana Cervantes, un músico patriota, un hombre de extrema sensibilidad, quien confesó poseer dos únicos orgullos en su vida: «El primero: haber nacido en Cuba y el segundo haber obtenido el primer premio en el Conservatorio de París para poder ofrecérselo como tributo de amor a mi patria querida».

 


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