Holguinero empedernido, devoto del arte en sus múltiples manifestaciones, de fuertes creencias, sencillo en extremo. Quizá usted no lo conoce, pero de seguro ha interactuado en más de una ocasión con su obra diseminada por toda la geografía holguinera.

A sus 63 años, el artista de la plástica Luis Manuel Pérez González permanece asido a la creación desde su terruño cual hombre-raíz. Entendible, entonces, que el realizador holguinero Idalberto Betancourt bautizara así la más reciente producción documentalística inspirada en la obra del  escultor, cuya premier nacional tuvo lugar en el Centro para el Desarrollo Sociocultural.

Hasta allí llegaría el protagonista y sus acompañantes para confesarnos, primero ante las cámaras, y luego en vivo, cómo surgió y cuajó su pasión por las artes visuales. Lo que naciera como un incipiente acercamiento al modalismo mecánico se concretó en su amor por la escultura y la pintura aprehendido desde las aulas de la Escuela Profesional de Artes Plásticas en Holguín.

Posee el perfil de los seres iluminados, su rostro deja entrever un poco del Quijote, y en sus manos, ahora sustentadas por un grueso bastón, yacen los  misterios de las grandes y pequeñas formas, que moldeadas a su antojo, cobran significado. Declara amarlas a todas por igual, desde la más compleja hasta la más simple, pues “aun estas merecen que se piensen profundamente, para verlas crecer”.

A su obra pictórica no se le escapa la naturaleza en toda su esencia. Sin embargo, es la escultura todo su universo creativo. Con ella ha desplegado una senda profesional que ya va por las cuatro décadas. Su presencia en salones pictóricos, de pequeño y gran formato, dan fe del talento innato que ha desplegado en su terruño, con participación en una docena de Salones de la Ciudad.

Su nombre consta en el Catálogo de Escultura Cubana en el siglo XX, del investigador José Veigas, perteneciente a la Fundación Caguayo. En tanto, por su aporte a la cultura holguinera obtuvo el reconocimiento del Comité Provincial de la UNEAC en Holguín. A este hijo de la ciudad, le sobraron pretextos para abandonarla, pero nunca quiso, porque permanece conectado a su tierra por una raíz indestructible.