Histórica joya arquitectónica en Guanabacoa, cumple su 266 aniversario


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Foto exterior de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y el Convento de Santo Domingo de Guzmán.

El día 7 de noviembre de 1748, 266 años atrás, el Excelentísimo Señor Obispo Fray Juan Lazo de la Vega y Cancino, Franciscano, bendijo y abrió al culto la nueva Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, en Guanabacoa, la cual se encuentra en el hoy Centro Histórico de esa localidad, Monumento Nacional, y sirve de fondo a la calle de Candelaria, de cuya iglesia recibió el nombre, pese a que actualmente lleva el de Rafael de Cárdenas; en el decir popular se sigue llamando por el antiguo, y da frente a la plazoleta donde se levanta el modesto monumento a la memoria de la eximia maestra Guanabacoense Rosa Serra.

Los orígenes y antecedentes de este magnífico templo, los encontramos en una Ermita edificada en 1646, igualmente por los Isleños, como llamamos en Cuba a los naturales de las Islas Canarias, próspera comunidad residente en Guanabacoa; consagrada también  a Nuestra Señora de la Candelaria, Patrona de las citadas islas. La Ermita de La Candelaria fue demolida por un acuerdo del Cabildo de Guanabacoa, fechado el 15 de enero de 1714, para construir en su privilegiado y céntrico lugar, la Iglesia Parroquial Mayor de Nuestra Señora de la Asunción, cuya primera planta se terminó en 1721.

Es evidente que esta decisión disgustó a los Isleños, quienes se comprometieron a construir un nuevo templo para la Virgen de La Candelaria que superase por mucho a la Ermita anterior y sobre todo a la Iglesia Parroquial Mayor; por lo que en 1730 comenzaron las obras de la nueva Iglesia de La Candelaria, bajo la dirección del Arquitecto Lorenzo Camacho, natural de La Habana. La nueva construcción contaría con tres naves, y las obras concluyeron dieciocho años después, el mencionado noviembre de 1748.

Este majestuoso templo, de dimensiones y distribución catedralicias, y uno de los más grandes construidos en Cuba durante el siglo XVIII, con su sobria fachada barroca, propia de los primeros ejemplares, pero con todos los elementos típicos del estilo, pudiéramos llamarla de transición, porque su fachada barroca, con sus distintos niveles de pared, molduras quebradas siguiendo las líneas del paramento y columnas, así como sus frontones de contornos curvos, oculta los techos mudéjares  más extraordinarios no sólo de Cuba y América, sino aún los de la misma España, de donde nos vino este estilo desarrollado por los musulmanes españoles durante la Edad Media.

En conjunto, el desarrollo y solución que se le dio a estos techos, los hacen realmente maravillosos y únicos; pero en contradicción con el estilo barroco imperante entonces, el cual exigía para su techumbre bóvedas de piedra, que pudieran haber sido de cañón o de aristas como sus contemporáneas habaneras.

Algunos exponen que la determinación de hacer los techos de estilo mudéjar, obedeció a que la madera era más fácil de conseguir y a bajos precios; pero no debemos olvidar que los habitantes de las Islas Canarias, por su ubicación geográfica frente a las actuales costas de Marruecos, África, tienen un origen étnico y cultural Arabo- Bereber, a lo que se suman iguales influencias resultantes de los más de siete siglos de la presencia Árabe en el Sur de España.

A favor de una marcada intencionalidad en la elaboración de los techos mudéjares, debe agregarse que en un simple recorrido por la iglesia, puede apreciarse que fue hecha sin limitaciones de orden económico alguno, y con la voluntad de erigir un monumento de Fe a Nuestra Señora de la Candelaria y a la decisiva presencia de los Canarios en la Villa de la Asunción de Guanabacoa, para todos los tiempos. Se afirma que los pisos de piedra de la iglesia, fueron traídos de las Islas Canarias, como lastre de los barcos que arribaban de esa procedencia.

Un cálculo conservador sobre el valor constructivo y avituallamiento de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria al precio del Oro en 1748, equivaldría en la actualidad a una cifra que supera los 11 millones de Dólares Norteamericanos (USD).

A todas estas bondades debemos agregar que su precioso y bello púlpito es uno de los mejores, entre los pocos ejemplares que quedan en Cuba, de aquella época.

El Altar Mayor, igualmente majestuoso, tiene en su centro a la Virgen de Nuestra Señora de la Candelaria, flanqueada originalmente de derecha a izquierda  por Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís. En la parte superior, y a considerable altura, la imagen de San Francisco Javier, declarado desde el primer día como copatrono de la iglesia mencionada, a cuya imagen el Obispo Fray Juan Lazo de la Vega, le regaló su Anillo Pastoral, motivo años después de un hecho que ha devenido en leyenda.

La imagen de la Virgen de La Candelaria instalada en este templo de Guanabacoa es de tez blanca, a diferencia de la tonalidad oscura de la imagen original de la Patrona de las Islas Canarias, que se conserva en Tenerife.

Volviendo a la historia alrededor de la imagen de San Francisco Javier; en el mes de junio de 1762, durante el ataque inglés a La Habana, sus tropas ocuparon por breve tiempo el centro de la Villa de Guanabacoa, utilizando como cuartel el Convento de Santo Domingo de Guzmán, erigido en 1758, contiguo a la Iglesia de La Candelaria, ocasión que aprovechó un soldado inglés para intentar apropiarse del señalado Anillo Pastoral, para lo que utilizó un lazo que hizo caer sobre el intruso la imagen del Santo, causándole la muerte; por lo que el incidente quedó recogido por la tradición oral, como “el Santo que mató a un inglés”.

La Iglesia de La Candelaria abre sus puertas como parte de la Villa de la Asunción de Guanabacoa, resultado de la Real Cédula del 14 de agosto de 1743, mediante la cual el Rey Felipe V de España, concedió tal título a nuestro territorio.

La Fiesta de La Candelaria, una de las más antiguas Fiestas Populares Tradicionales de Guanabacoa, la única de su tipo mencionada profusamente en la Real Cédula, indica por esta vía su vitalidad ancestral y repercusión allende los mares; girando alrededor de la Ermita original y a partir de 1748 de la nueva iglesia.

¿Estuvo el mítico Pepe Antonio, en la apertura de este templo?

Su demostrado amor por Guanabacoa y su febril entusiasmo, nos hacen suponer que debió estar bien cerca de este acontecimiento; a lo que debemos añadir el hecho de que estamos enmarcados dentro del periodo de liderazgo de Don José Nicolás Antonio Gómez y Pérez de Bullones (1704-1762), popularmente Pepe Antonio, que en ese momento era el Alcalde Ordinario de Guanabacoa, cargo asumido el 1ro de enero de 1735; que en virtud de las nuevas prerrogativas territoriales de la citada Real Cédula, lo elevaron en 1751 a Regidor Alcalde Mayor Provincial de la Santa Hermandad de la Villa de Guanabacoa y de su Jurisdicción, de ahí su importante rol al frente de la milicias que defendían el territorio y de toda la actividad en la Villa.

¿Cómo era la Villa de la Asunción de Guanabacoa en 1748?

Su población se componía de aproximadamente 5,500 habitantes; contaba con una milicia de 2 mil integrantes, con “trece compañías de hombres de armas”, que incluía una de caballería, integrada y financiada por los propios vecinos. La composición de las trece citadas compañías, una de las cuales estaba formada por “pardos” y la otra por “morenos”, señalan hasta donde había llegado en esa fecha, la composición étnica y cultural que nos caracteriza.

La existencia aún en 1748 de un Protector General de Indios en Guanabacoa, indican igualmente la presencia  de los aborígenes descendientes.

Se había consolidado lo que hoy llamaríamos un “polo turístico”, y eso fue Guanabacoa por obra de la combinación de su clima y sus aguas medicinales, cuya fama comenzó en el Siglo XVII con la Fuente del Obispo; pero que a la altura de 1748, se instituyó como sitio de descanso de importantes familias Habaneras.

El año de 1748 sorprendió a Guanabacoa en un auge constructivo.

Descontando los avances conocidos en la producción ganadera, tabacalera y agrícola en general; fue la producción azucarera, que había tomado auge en el Siglo precedente, un factor económico importante para el desarrollo de Guanabacoa, contando a la altura de 1748, con 21 ingenios azucareros, y sus plantaciones y dotaciones de esclavos, en plena actividad productiva.


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