Entre jóvenes…


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Producción Audiovisual

Tengo una alumna y un alumno, es decir, dos alumnos en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación (Famca) del ISA. Estudian el cuarto año en la especialidad de Producción.

Todas las semanas, en el segundo semestre del curso, nos reunimos una tarde —-¡toda la tarde!— y yo debo enseñarles sobre políticas culturales, gestión de procesos culturales y promoción cultural.

En mi programa docente se declara que debemos cumplir el objetivo de: “Fomentar el desarrollo de competencias (políticas, investigativas, ético-formativas, ambientales y humanistas) para el desempeño como gestores y promotores culturales, desde el ejercicio de la especialidad que estudian.” Intentamos, mediante aproximaciones sucesivas, llegar hasta ahí.

Y esas tardes son para mí, veterana ya en las lides de la enseñanza-aprendizaje, verdaderas oportunidades para el rejuvenecimiento espiritual, solo comparables con lo que harían al cuerpo varias horas dentro de una cámara hiperbárica.

Hablamos de trabajo, de mucho trabajo. Me sorprenden con su intensa responsabilidad profesional. Hablamos de arte audiovisual y de todas las artes. Hablamos de estética y de ética y sobre todo hablamos de Cuba, de la Cuba que compartimos desde experiencias referentes distintas y desde miradas diferentes. Pero hablamos y eso representa una intención de co-construcción que nos compromete, ante una realidad que pertenece a todos.

Ella y él tienen obra realizada y muchos proyectos. Tienen aspiraciones y dudas legítimas, preocupaciones generacionales, ganas de hacer para que las cosas sean diferentes y sobre todo mejores. Se involucran —como el cerdo en la tortilla de jamón— y dedican tiempo y energía a intentar lo que creen.

No hay tarde en que el vicedecano de la facultad deje de asomarse a la ventana de nuestra aula para recomendarme, sonriente, que: “lleve recio al muchacho, porque es candela”. No hay asunto de la dinámica de la facultad en la que mi alumna no esté vinculada, al punto de tener que abandonar la clase por tales cuestiones y quedarme yo con “la mitad del grupo” en medio de la tarde.

Es frecuente que me llamen para pedirme que cambiemos el día del encuentro semanal, porque tienen una actividad relacionada con los preparativos de la Muestra de jóvenes realizadores, o una reunión con alguien que les va a ayudar en el financiamiento de un proyecto.

Pero cuando logramos coincidir, luego de enloquecer a la atenta bedel que nos protege solícita el salón de clases, se produce la magia del intercambio y ocurre el milagro que hace privilegiada a mi profesión.

Con ellos he aprendido del mundo de la producción audiovisual, a partir de las batallas por hacer un animado de bellos dibujos que él gestiona y las historias del corto que llevó a la Muestra de este año. Ella ha contado los avatares de la producción reciente de la tesis de un compañero que se gradúa en unas semanas y ha comentado, con tímido orgullo, el camino recorrido desde su perfil profesional hasta el término de un interesante material que también estuvo en la Muestra.

Junto a ellos participé en el “descubrimiento” de la repercusión sociocultural del trabajo que realizan y disfruté de la madura turbación que experimentaron al constatar los efectos multidimensionales de su labor como gestores y promotores de procesos culturales, que desbordan la labor puramente artística para encontrar en el compromiso con los demás las alcances realmente trascendentes.

Hace unos días, asistí a la presentación de un panel sobre distribución y procuración de fondos para la producción audiovisual en Cuba, a propósito del evento IMAGO que organiza la Famca en el contexto del Festival de las Artes convocado por el ISA y me encontraba casualmente sentada en medio de mis alumnos, cuando la decana hizo una intervención acerca de las complejidades que enfrenta la realización del plan de estudios de la facultad, y mencionó el hecho de tener “hasta una profesora para dos alumnos, en cuarto año de Producción.”

Me inundó el rubor de quien se siente develada en público y sentí el orgullo de estar ahí, con ellos, entre jóvenes, participando en un espacio que protagonizan, disfrutando de la satisfacción de acompañarlos durante un pequeño tramo de su desarrollo, en un camino lleno de imperfecciones, obstáculos y expectativas no cubiertas, pero animados todos por las ganas de aportar y construir con inteligencia, sensibilidad y pasión la humilde cuota de la cultura cubana que nos corresponde.


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