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El Teatro La Edad de Oro de La Habana y sus primeros setenta años / Por: Esther Suárez Durán


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Según los datos que gentilmente me aporta el especialista de la Cinemateca de Cuba, Mario Naito, los Anuarios Cinematográficos de Pedro Pablo Chávez y Ramón Peón correspondientes a los primeros años de la década del cuarenta recogen la existencia del cine Mendoza en la edición de 1940-41, con la dirección de Santa Catalina número 500. Por otras vías se ha conocido que su dueño fue Celestino Díaz, español radicado en la isla.

El 14 de agosto de 1947 se inauguraba el Teatro Santa Catalina en el mismo sitio que antes había ocupado el cine Mendoza, en la barriada de Santos Suárez, sobre la calzada de Santa Catalina, bien próximo a la transitada calle de Juan Delgado. Continuaba con sus habituales tandas de cine, mientras que a la vez se desempeñaba como instalación teatral, como era habitual en aquellos tiempos en los que se alternaban variedades escénicas —y en algunos, como el Payret, verdaderos espectáculos— y filmes. A la fecha contaba con 962 butacas sumando las que conformaban la platea y aquellas otras del balcón en el piso superior.

Había pasado a manos de Manuel Álvarez, quien luego fue empresario asociado de otras instalaciones cinematográficas como Victoria, Marta, Moderno, Atlas, Palma, Gran Cine y en ese agosto de 1947, en tanto Actualidades presentaba A capa y espada, con Gary Cooper y Lilí Palmer, Astor ofrecía Rastro de diamantes, con Tom Conway, y Rue Madeleine, protagonizada por James Cagney y Anabella, Trianón pasaba Invitación al crimen, con Gloria Stuart y Encanto estrenaba Grandes ilusiones, basada en la obra homónima de Charles Dickens, el nuevo teatro Santa Catalina se inauguraba con una soberana exposición de modas acompañada de un así nombrado Gran Show y su pantalla brindaba Romance y Fantasía, anunciada como una superproducción en technicolor.

Desde entonces y en adelante el lugar sería conocido como el cine Santa Catalina y a partir del 21 de agosto del año inaugural aparecería como tal en las carteleras de cine de la prensa. No sería hasta 1980 que se produciría un nuevo cambio. Ese preciso año el inmueble recibe el nombre de La Edad de Oro, pues, en efecto, su programación estaba dirigida a los segmentos del público infantil y adolescente, y el 25 de enero de 1990, en los inicios del llamado período especial, etapa durante la cual la industria del cine resultó uno de los ámbitos más lastimados en la Isla, este espacio se le entregó a la compañía Hilos Mágicos, dedicada al teatro de títeres, sobre todo de marionetas, para los niños, y encabezada por el artista titiritero Carlos González, en el afán de que la sala simultaneara la presentación de filmes con la de espectáculos teatrales.

Con mucho esfuerzo la esperada simultaneidad de actividades duró hasta el 21 de octubre de 2003, cuando se proyectó el último filme.

Durante estos veintidós años, transcurridos desde enero de 1995 hasta la fecha, la Compañía Teatral Hilos Mágicos ha presentado decenas de espectáculos sobre este escenario los sábados y domingos del fin de semana, y en algunas tardes del resto de la semana en coordinación, en este último caso, con las escuelas más cercanas y la Dirección Municipal del MINED en Diez de Octubre, manteniendo una atención preferente a la Escuela Frank País del subsistema de la educación especial, institución con la cual el grupo sostiene una hermosa y ejemplar relación.

Tan sostenidos han sido su programación y su desempeño que la compañía y el teatro cuentan con un público fiel que les sigue – y les premia con su presencia y estimación-- y que logrórepletar, incluso, las filas numerosas de la platea aun durante los largos años en los cuales el teatro careció de las condiciones adecuadas de climatización.

Hilos mágicos y su Director General, Carlos González, mantienen funcionando todas las butacas de la instalación; desde noviembre del pasado año devolvieron a la sala la climatización mediante una inversión para el reacondicionamiento del teatro que financió el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, teniendo en consideración la actividad sin pausa de los artistas de la compañía y el enorme público ganado y mantenido.

El Teatro La Edad de Oro ha sido sede del Festival Internacional de Teatro de La Habana en numerosas ocasiones, así como de las tres ediciones de la Bacanal del Teatro de Títeres para Adultos celebradas hasta el momento y a ello contribuye, de manera decisiva, la eficacia de sus técnicos y, muy en especial de su personal de contacto, definición que incluye a las auxiliares de sala y a las personas a cargo de la recepción y de la taquilla. Hermoso resulta escuchar con qué agradecimiento y admiración se refiere el público habitual a la labor y la conducta de estas compañeras que les reciben y atienden en el teatro, entre otras cosas, por su honestidad, puesta a prueba cada vez que algún espectador olvida un objeto personal en las butacas de la sala.

No existe fin de semana en que usted se dirija al teatro y no lo encuentre abierto y con un programa de representación, a pesar de los pesares que lastiman e inquietan a las filas del teatro cubano, que sufren una enorme inestabilidad en sus cuadros de artistas como consecuencia de temas de índole objetiva, como los aspectos referidos a los salarios (sobre todo en comparación con los que se ofrecen en la industria audiovisual) y la ausencia de adecuadas condiciones de trabajo y de estimulación.

Con el mismo entusiasmo y respeto con que Carlos González y su asesor teatral, Jesús Barreiro, se han preocupado por el mantenimiento de la memoria del arte titiritero, para lo cual inauguraron en el 2012 la Galería María Antonia Fariñas en la primera planta de la edificación, con una muestra de exponentes del arte de esta artista titiritera, en estos días exponen ante el público que acude al teatro que los acoge como una segunda casa algunos elementos originales correspondientes a la taquilla del teatro en 1947, cuando tomó el nombre de Santa Catalina, así como el bombillo marca Westinghouse, de 25 watts, que aun funciona en su socket de porcelana, encargado de iluminar, en aquel entonces, su marquesina.

Que una luz igual de persistente y poderosa continúe iluminando la senda de la Compañía Teatral Hilos Mágicos, la única compañía de la isla especializada en el teatro de títeres con hilos, gracias a la cual la cultura cubana, y en especial, la actividad cultural de la capital continúa contando con un espacio propio en esa región capitalina tan poblada. Gracias a la voluntad poderosa y a la decisión firme, al sentido de compromiso de Carlos González y sus colegas más cercanos, entre los que incluyo a administradores y productores, esta sala, otrora cine, no ha sido pasto de la desidia y el abandono como otros tantas instalaciones que albergaron a la enorme cantidad de cines que exhibía la ciudad de La Habana, como ciudad capital del país, hasta los albores de los años noventa, sino que el Teatro La Edad de Oro hoy exhibe nuevas galas y mejores condiciones que dos años atrás.

La actividad teatral sostuvo, ante todo tipo de embate y torpeza, este sitio cultural como lo que es, un bastión de la cultura al servicio del pueblo, cumpliendo así con uno de los principios de la política cultural de la Revolución Cubana que continúan siendo los mismos, tan firmes como nuestras cantadas palmas y nuestras aguerridas montañas.

 

Publicado: Viernes 25 de agosto de 2017.


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