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El teatro está de fiesta


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Cuando recordé que precisamente en marzo, el día 27, se celebra el Día Mundial del Teatro, mi memoria viajó hacia aquella década del cuarenta del siglo pasado, en el Instituto de La Víbora, cuando admiraba los afanes que, en el mundo de las artes escénicas, animaban a mi condiscípulo Enriquito Pineda Barnet con su incipiente grupo teatral bajo la certera mirada de la profesora Mercedes González.

Algunos años antes, de la mano de una tía amante del teatro, asistía al Teatro Principal de la Comedia. Era muy niña, pero nadie puede imaginar lo que disfrutaba aquellas tardes de funciones que se presentaban en aquel inolvidable escenario que un día, desapareció.

Fue más o menos por aquella época cuando tuve referencia, por primera vez, de la comedia El príncipe jardinero y fingido Cloridano, esa obra que dio mucho que hablar y que todavía lo sigue dando; a pesar que, en 1948, José Juan Arrom pretendió dejar esclarecido el origen y la paternidad de lo que pudiera considerarse la primera obra teatral de autor cubano difundida en nuestro país - el habanero Santiago Pita- y que la Revolución después editó en 10 mil ejemplares, en el año de 1963.

Recuerdo, en la década del 50, en mis estudios universitarios, las consideraciones que sobre el teatro en Cuba hacía el profesor Raimundo Lazo, expuestas en su libro La literatura cubana, al decirnos que antes de El Príncipe jardinero…, hubo en Cuba solo danzas e invenciones como representaciones teatrales muy rudimentarias, que se celebraban en determinadas fechas y especialmente en las del Corpus; todo esto, sin dejar de remontarnos a los areitos que, como dicen los expertos, constituyen la máxima expresión de la cultura aborigen cubana y mezclaban el canto, el baile, la poesía, la coreografía, la música, el maquillaje y la pantomima. Hay, por supuesto, estudios muy detallados de estas creaciones colectivas.

Como es de suponer, con el desarrollo del teatro, vinieron las sedes de los mismos. Ya en el siglo XVIII se construyó el Teatro El Coliseo en Oficios y Luz. Después vinieron otros, pero debo recordar que el Teatro Tacón se inaugura a mediados y un poco más del siglo XIX, en 1838, el hoy bellamente restaurado llamado Alicia Alonso, y que llevó el nombre de García Lorca desde 1961, cuando fue nacionalizado por la Revolución.

A lo largo de nuestra historia literaria, el teatro interesó a muchos cantores. Es sabido que gran parte de la obra de José María Heredia es teatral y de carácter neoclásico. También hubo expresiones de artes escénicas en el poeta Milanés, El Conde Alarcos, es ejemplo de ello; y qué decir de la Avellaneda, la gran creadora de intenso lirismo, con obras clásicas como Munio Alfonso y Baltasar, por mencionar algunas, y que le merecieron exitosos reconocimientos.

Imposible dejar atrás a un Luaces, con su drama trágico El mendigo rojo o su comedia El becerro de oro, entre otras variadas creaciones del segundo romanticismo en Cuba.

No es mi intención detallar el devenir del teatro en Cuba, solo señalar algunas cuestiones de interés, sobre todo, para dejar sentado que el teatro ha sido parte esencial de nuestra identidad y factor de valía en nuestra cultura nacional.

Para José Martí: “La independencia del teatro es un paso más en el camino de la independencia de la nación. Un pueblo que quiere ser nuevo, necesita producir un teatro original”. Vale recordar sus obras: Amor con Amor se paga, en México 1875, junto a su juvenil texto Abdala y Adúltera, obra de carácter sicológico.

No podemos dejar de mencionar los llamados “sucesos del Teatro Villanueva”, 22 de enero de 1869, en los que Martí y Juan Gualberto Gómez, junto a otros jóvenes revolucionarios, se vieron de una u otra forma involucrados. En Cuba, ese es el Día del Teatro Nacional.

Para Martí: “El teatro es copia y consecuencia del pueblo.”

En relación con esto, hay que mencionar a Francisco Covarrubias, el llamado “Caricato Mayor”, gran actor fallecido en 1850. Creador del llamado teatro vernáculo, con aquella figura del negrito que provocó un auge muy significativo en la escena cubana de aquella época.

El siglo XX y su República mediatizada, fue esa etapa convulsa de sucia politiquería que provocó una crisis significativa en la historia teatral cubana.

Un solo teatro mantiene la programación sistemática: El teatro Alhambra. Y mire usted, una vez más, Enriquito Pineda Barnet y su película La Bella del Alhambra, con incidencias fabulosas de aquel tiempo del teatro cubano.

Restaurado recientemente, en febrero del 2014, el Teatro Martí, de célebre historia, había sido abierto al público de La Habana, allá por el año 1884. Figuras como Alicia Rico, Carlos Pous y Candita Quintana, fueron extraordinariamente admiradas por nuestro pueblo.

De mediados del XX recuerdo algunos emblemáticos nombres relacionados con el teatro: Virgilio Piñera, Carlos Felipe y Paco Alfonso.

No olvido, de manera muy especial, a Paco Alfonso; ese querido actor, escritor y director teatral que creó en 1956, la Sala Teatro El Sótano, que tan extraordinarias presentaciones ha ofrecido a lo largo de su historia.

Valgan estas líneas como homenaje también, a Paco, que fue fundador de la Asociación de Artistas Teatrales de Cuba y de la Federación Nacional de Espectáculos de Cuba, de la que, además, fue Secretario General. Me parece estarlo viendo en El Sótano, su lugar de siempre, con la sonrisa y gentileza que lo caracterizaba.

Después, entraba en casa por la televisión: En silencio ha tenido que ser, por la radio o por algunos filmes que han quedado en la historiografía del cine en Cuba.

Fue un gran creador, que insistió mucho en acercar el arte teatral a las masas más humildes y trabajadoras de nuestro pueblo.

Precisamente El Sótano, sirve de sede hace muchos años al grupo de Teatro “Rita Montaner”, el primer Colectivo Teatral creado por la Revolución, que cumple este año 55 años de fundado y que actualmente dirige el distinguido actor Fernando Posada.

Rita Montaner, artista excepcional, una gran figura de las artes escénicas cubanas, que recordamos precisamente este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, prestigia con su nombre a este reconocido grupo de teatro.

Por cierto, en una improvisada tertulia en un patio del Ministerio de Cultura, conversé con Fernando Quiñones sobre mi interés por invitarlo a celebrar el aniversario del grupo, en la tertulia de arte “Sol Adentro” que me honro en dirigir y que se realiza todos los últimos miércoles de cada mes en la Casa del Benemérito de las Américas (Casa de México). Este proyecto está inspirado en el gran escritor mexicano y animador de la cultura de nuestra América, Don Alfonso Reyes. Fue grato el encuentro y la agradable acogida de la idea, no solo por Fernando, sino como después me comentó, por todo su colectivo. En amigable conversación recordamos a Ignacio Gutiérrez, que hace unos años nos abandonó y a Fulleda León, activo y siempre valioso, artistas entrañables que dejaron entre otros muchos, su impronta en el grupo.

No cabe dudas, que el triunfo revolucionario del primero de enero con Fidel al frente, dio verdadero impulso al teatro cubano, como lo hizo en otras manifestaciones de la cultura nacional.

Grandes nombres como Abelardo Estorino, Héctor Quintero, los hermanos Dorr, Milián y muchos más, son nombres imprescindibles cuando hablamos de la labor teatral en nuestro país.

El teatro musical y el lírico han dejado también obras imperecederas, difíciles de olvidar.

Así se cumpliría aquella idea martiana: “Las pasiones deben levantarse en el teatro, cuando se levantan gradual, incontrastable y visiblemente, naturalmente, como las olas de la mar, levantan en alto, por reacciones grandiosas; el hombre como debe ser”. O como aquella otra que decía: “el teatro tiene un hermoso privilegio. Hace amena y gustosa la enseñanza”.

Con estas breves líneas agradecemos a todos y cada uno de los artistas de nuestro teatro, a aquellos de los lejanos y medianos tiempos y a todos los que aún nos siguen haciendo soñar, entregando su arte en los escenarios de Cuba y del mundo.

De la presencia de Fernando Quiñones Posada y su Grupo “Rita Montaner” en “Sol Adentro”, ya comentaremos en próxima oportunidad.

Será una bella celebración de la que todos nos sentiremos profundamente honrados y que merece posterior reseña.

 


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