Durante 13 años Ana Gloria Díaz Hevia ha dejado su impronta en varias generaciones que, desde temprana edad, han expresado su atracción por el arte danzario. Primero en su propia casa, en el municipio Caimito, de Artemisa, y luego en una sede propia, esta emprendedora mujer ha cultivado cultura y moldeado talentos a través de su proyecto comunitario Alma Danza.

Los orígenes de la iniciativa se remontan a la década del 90 del pasado siglo, cuando Ana Gloria formaba parte de un grupo profesional de danza, y a cuyo nombre le debe su título el actual proyecto.

“Al principio era un grupo de pequeño formato (solo tres bailarines) y después formamos tres parejas. Teníamos un repertorio muy amplio. Impartíamos talleres, compartíamos con niños y dábamos espectáculos en varios escenarios. Participamos en un Festival de Ballet y viajamos, como grupo, a España”, recuerda Díaz.

Tras cinco años de trabajo, vinculada a la Empresa Antonio María Romeo, la agrupación se desintegra. Sin embargo, la pasión por la danza no se apagó en Ana Gloria, quien tampoco permitió que se extinguiera en la comunidad.

“Hacía cosas con los niños sin saber que era un proyecto comunitario. En el 2005 la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y el Centro de Intercambio y Referencia-Iniciativa Comunitaria (CIERIC) hacen seminarios sobre el tema. Nos llevan a un concurso y obtenemos el segundo lugar. A partir de entonces nos dieron seguimiento y fuimos adquiriendo las herramientas necesarias”.

Según Ana Gloria, la labor de Alma Danza se concentra en la comunidad: la escuela, la calle, plazas y parques constituyen su principal escenario, e incluso han visitado otras provincias, como Pinar del Río y Matanzas.

Asimismo explica que en el proyecto entran todos los infantes con deseos de hacer, no hay proceso de selección.

“Incluyo todo tipo de niño, los de más y los de menos talento, y muchachos de cualquier procedencia o formación. Lo importante es que todos estén en la escena y participen, cada cual en lo que resulte bueno”, asegura Ana Gloria.

El rango de edad, igualmente ilimitado, incluye desde pequeños de cuatro años hasta abuelas de 70, pues toda la familia puede aportar a la puesta en escena, muestra de ello fue el espectáculo Habana en colores, una oportunidad para el desborde de cubanía.

“He aprendido a aprovechar las potencialidades de las madres. Les doy tareas de modo que la faena no sea solo de la profesora, sino también de un grupo de gestores”.

Para Ana Gloria resulta esencial inculcar valores dentro de Alma Danza. Uno de los aspectos que más potencia, la unidad. “Aquí no permito que una madre compre para su hijo lo que no tienen otros. Siempre compartimos”.

Ante la interrogante de qué área prefiere: el trabajo con aficionados o con profesionales, la artista responde: “Hubiera querido tener un grupo profesional, pero las circunstancias en la provincia no me lo han permitido. No hay un buen teatro en el territorio y los bailarines al graduarse prefieren quedarse en la capital por carecer de espacios aquí”.

No obstante, disfruta de la labor comunitaria. Las razones para ello pueden apreciarse en el orgullo con que habla de los resultados de Alma Danza.

“Algunos de mis alumnos han llegado a Danza Contemporánea de Cuba, estudian en la Escuela Nacional de Arte, se han convertido en instructores o bailan en pequeños formatos de La Habana. Disfruto del proceso de moldear los diamantes.

En adición, obtuvimos el Premio del Barrio, en el 2012, y recibimos un reconocimiento por parte de la cátedra de danza de la Dirección Provincial de Cultura, algo que indica que vamos por el buen camino”.

Hoy el proyecto se halla inmerso en la remodelación de su sede, otorgada desde el 2011 por el gobierno, y la preparación de sus nuevos integrantes. En opinión de Ana Gloria, una etapa más del proceso de darle alma a la danza en Caimito, poniendo toda su alma en el empeño.