Será periodista aquel que no tenga miedo, dirá un conocido profesor a sus estudiantes. Buscar la verdad o comprometerse con esta, es un objetivo entre la vida y la muerte de quien ejerce el periodismo y dedica toda su vida a esta profesión, concluye su retórica.

Convertirse en periodista y asumirlo completamente, representa uno de los mayores retos para un ser humano. No porque se exijan mortales esfuerzos, sino porque transitar la delicada línea de la exactitud, no violar los más elementales principios éticos y ser consecuente con lo que se dice y hace, resulta, al final del camino, el mayor compromiso.

Cada 8 de septiembre se celebra el Día Internacional del Periodista. Se recuerda así a Julius Fucik, periodista ucraniano que fue ejecutado en Berlín en 1943 a manos de los nazis.

En Cuba  y desde la Academia periodística se le rinde homenaje a Fucik. Su Reportaje al pie de la horca constituye un material de incalculable valor y muestra evidente de cómo la ética y el heroísmo también van de la mano en el largo camino de lo que Gabriel García Márquez calificó “el oficio más bello del mundo”.

Falta mucho por conseguir entre quienes buscan la información y viven de ella. Todavía existen los que venden su alma al diablo por 30 denarios de plata y se jactan entre la mentira y la doble moral.

Otros, desde el falso trono de la perpetuidad siguen manchando la profesión y olvidando que los periodistas son del pueblo y responden a estos. La misión de morir con la verdad a cuestas o al pie de la horca, no es un cometido que todos se atreven a cumplir.

Por suerte existen los que luchan para salvaguardar la libertad de expresión en un mundo donde todos los días emergen reyes del silencio. A esos, como Julius Fucik, perpetuo agradecimiento.