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De la africanía en Cuba. Iroso Meyi


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Antes que abandonara el cielo, Iroso Meyi, quien era conocido como el hombre capaz de alterar el curso de la muerte, les aconsejó a las 200 deidades que al llegar a la tierra evitasen por todos los medios implantar reglas y regulaciones inflexibles ya que las leyes rígidas engendran su incumplimiento.

- Los humanos siempre tendrán la tendencia de violar lo establecido, dijo el dueño del até (tablero de Ifá). Él estaba interesado en la paz, la tranquilidad y la prosperidad de los hombres. Él estaba preocupado porque sus hijos pudieran tener y enfrentar múltiples actos hostiles, trampas, traiciones y vida corta. Indicaba que la suerte estaba en el cultivo de la sabiduría que resulta del vínculo entre la claridad de pensamiento y la perseverancia.

Él recomendó además que buscaran el apoyo de Eshu Elégbara: mediador entre el cielo y la tierra, portador de los buenos y malos mensajes, informante de Olodumare y equilibrio y desequilibrio del Universo.

Las 200 deidades, al escuchar aquel nombre, se negaron a hacer sacrificio. Para ellos Eshu Elégbara constituía la deidad más atravesada y traviesa de todas las deidades. El único que aceptó rendirle moforibale y darle comida a Eleguá fue Orunmila.

Resultó que al llegar a la tierra lo primero que hicieron las deidades­, desoyendo las advertencias recibidas, fue dictar un decreto según el cual “a cualquiera que le salieran cabellos grises en la cabeza, debía regresar al cielo”.

Junto a esta tomaron otras inconsultas medidas que, aunque válidas para un momento, resultaban inservibles para otro.

Transcurrió el tiempo y al primero que le salió el cabello gris en la tierra fue a Orula. Cuando las otras deidades se percataron de las canas del orisha mayor, no perdieron tiempo en hacerle saber que había llegado el momento de irse para el otro mundo.

Orunmila, disciplinado, aceptó la resolución, pero no sin antes consultarse con Ifá, quien le dijo que lo tenía que hacer.

Llegado el día de la partida, Orunmila organizó una comida de despedida. Todas las deidades decidieron asistir.

Otra de las medidas que habían establecido los orishas fue prohibir la entrada en una casa con la fila (gorro, gorra).

Así las cosas, cuando los invitados entraban en el Ilé de Orunmila, tenían que quitarse el gorro. Eshu Elégbara, encargado de darles la bienvenida, los esperaba en la puerta y sin que estos se percataran les echaba un polvo gris en la cabeza.

Los orishas entraron y una vez dentro se pusieron nuevamente sus gorras, comieron y se divirtieron. Finalizada la cena uno de ellos preguntó.

- Orunmila ¿cuándo partes?

- Cuando todos ustedes estén listos para acompañarme.

Todos se miraron unos a otros sin comprender.

Orunmila, con la santa paciencia adquirida de su padre Obatalá, les dijo que se miraran sin sombrero y que si él tenía que ikú layé (morir) para partir al cielo, todos partirían con él.

Las divinidades intrigadas se descubrieron y al contemplar aterrorizadas sus cabelleras no demoraron en adoptar unánimemente una nueva “Resolución”. A partir de aquel día cada cual debía de morir cuando le llegara su momento y no cuando salieran los cabellos grises.

La “Resolución” enfatizaba que la muerte no estaba determinada por las canas.

Fue así como Orula logró que las deidades acordaran un decreto más flexible. La ley de la vida según la cual, cada cual se muere cuando le toca.


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