Cuando la radiodifusión es de todos


cuando-la-radiodifusion-es-de-todos
imagen y sonido

Los que solo reconocen como cultura a las expresiones o disciplinas tradicionales universales elitistas —y por excepción mediática a la cinematografía—, ignoran el reservorio contenido en una inmensa multiplicidad de expresiones y producciones de la cultura popular; entre ellas, la de los productos y contenidos radiales-televisivos cuyo valor cultural hoy resulta incuestionable.

La radiodifusión se distingue por su alto volumen productivo, amplitud de cobertura geográfica, públicos masivos y porque sus modos de hacer constituyen la expresión más reciente de la cultura masiva-popular, cuya programación habitual tiene entre los ejes fundamentales de su programación a la política, la ideología, la comunicación y la cultura.

La radio y la televisión crean sus propias versiones de múltiples disciplinas artísticas-comunicativas  tradicionales, usualmente limitadas a espacios reducidos adonde accede una minoría de la población. Al difundirse por los medios electrónicos, llegan a millones de individuos provenientes de los más diversos estratos sociales.  

La reciente Convención de la Radio y la Televisión de servicio público cubana, evidenció los nexos indisolubles entre ambos campos y logró una feliz conjunción entre los sistemas mediáticos, las empresas, las entidades académicas y las disímiles instituciones afines a la comunicación, la ideología y la cultura y ello demuestra que aunque generalmente valoramos más lo que nos falta, es mucho lo que tenemos a nuestro favor.

En Cuba —en oposición a América Latina— las empresas que producen y emiten los contenidos mediáticos, los culturales y los comunicativos pertenecen al Estado. Nuestra radiodifusión sustituye sus objetivos mercantiles por los de servicio público donde asume la misión social de formar, informar, educar y elevar la satisfacción espiritual y el universo cultural de sus audiencias. Este entorno de propiedad estatal sería óptimo para establecer sinergias comunes entre múltiples empresas, entidades y agentes sociales afines con nuestro quehacer y aplicar estrategias científicas, productivas, artísticas, comunicativas o mercantiles que beneficien a todos.  

Por añadidura, los productos mediáticos-comunicativos y las producciones generadas en otros escenarios  artísticos tienen en común sus contenidos, significantes y  expresiones simbólicas que propician un frente común donde se anulan las barreras institucionales y sectoriales —los feudos— y se optimiza la gestión y la eficacia cultural-comunicativa nacionales. 

El evento científico de nuestra I Convención de Radiodifusión de servicio público  demostró cuánto se puede hacer. Este conclave nos hizo reflexionar sobre los vínculos entre lo mediático y lo académico-científico y lo mediático-cultural en nuestro país, que se extiende a:

—Los planes de estudio de las universidades que forman a los futuros especialistas y creadores mediáticos.

—La cantidad y calidad de las prácticas docentes conjuntas de los alumnos en nuestras plantas radiales-televisivas.

—La garantía de una orientación profesional e inserción laboral de los alumnos en los sistemas mediáticos, en pos de un clímax positivo donde puedan aprehender el know how de las diferentes disciplinas mediáticas depositado en los  profesionales de formación empírica y con edad avanzada; para lograr el relevo generacional.

—La calificación óptima de los especialistas de la radio y de la televisión que integren los claustros docentes de los institutos superiores afines a  nuestro quehacer para mantener la continuidad de los saberes y valores de nuestros oficios y disciplinas.

—La investigación y publicación de textos que sistematicen la historia de los medios de comunicación, generalicen sus prácticas o rutinas específicas o divulguen la trayectoria profesional de sus figuras más notorias.  

En sentido general en los institutos superiores con mayor afinidad visible a la radio y la televisión como la Facultad de Comunicación —Universidad de La Habana— y la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte —Ministerio de Cultura— estos se logran progresivamente.

Aún falta un mayor protagonismo del Instituto de Diseño Industrial, la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales e incluso de las universidades donde se forman  nuestros ingenieros eléctricos, en telecomunicaciones y los informáticos; quienes pese a su aparente distanciamiento de lo artístico-comunicativo; cada vez más inciden desde sus disciplinas en las actividades productivas, creativas y difusivas de los productos y contenidos simbólicos contemporáneos.

—El conocimiento científico acumulado en los resultados investigativos de la vasta y diversificada  red de centros e institutos cubanos todavía no tributa todo su caudal a la producción de contenidos mediáticos o producciones comúnmente denominadas artísticas; información vital para enriquecer las temáticas y los abordajes. Ejemplos: las últimas precisiones históricas, las prácticas habituales de consumo y preferencia de las audiencias sobre los medios y otros escenarios culturales, las tendencias socio demográficas de nuestra población, la historia de nuestras expresiones, géneros y manifestaciones culturales; el valor de nuestro patrimonio histórico-cultural; el conocimiento de las aptitudes, motivaciones y problemáticas de la niñez, la adolescencia, la mujer, el adulto mayor y en otros ámbitos; en la definición puntual sobre medicina, ciencias biológicas, medio ambiente, etc.

De esa manera integraríamos los conocimientos de lo comercial, lo artístico, lo comunicativo, lo conceptual y lo tecnológico.

Otra de las estrategias a potenciar en nuestra televisión y en nuestros archivos audiovisuales es la creación de alianzas productivas con otros institutos, ministerios y sectores profesionales.

La perpetuidad de la emisión de las señales y de la programación de la televisión  cubana nos hace a veces ignorar u olvidar que la magnitud de tal proeza se debe a la  consagración de nuestros hombres y mujeres; quienes —por más de medio siglo—, han enfrentado el férreo bloqueo imperial que ha limitado extraordinariamente nuestra modernización y renovación tecnológica, nuestras finanzas y, en consecuencia, nuestra retroalimentación, intercambio y comercialización.

La producción y emisión de televisión siempre ha sido costosa. En Cuba este factor se potencia, además, porque:

—Prescindimos de la financiación mediática mediante la renta de espacios para difundir promoción o publicidad comercial y el Estado asumió este rol. En ese orden, por lo referido anteriormente, la comercialización de productos o servicios dentro de frontera,  es limitada.  

—Nuestra red de servicio público —una de las mayores en habla hispana— cuenta con una televisora internacional, cinco cadenas nacionales, decenas de telecentros provinciales,  múltiples productoras audiovisuales territoriales y numerosos soportes en la Web.  

—El dinamismo de la obsolescencia de la tecnología audiovisual contemporánea impone la informatización, la digitalización, el acceso al satélite o a la fibra óptica;  modernización ineludible para no distanciarnos del resto del orbe. 

En tales condiciones y en espera de tiempos con mayores finanzas, la producción y emisión de televisión necesita urgentemente crear múltiples alianzas empresariales y sectoriales que le permitan diversificar y mejorar la calidad de sus productos.

A las experiencias exitosas de extensos relatos de ficción —que algunos dan en llamar largometrajes aunque se graban en video—, realizados en conjunto por la industria cinematográfica y la televisión cubana, se puede añadir —en el futuro— una mayor colaboración con las instituciones del Ministerio de Cultura para rescatar en la pantalla cubana la escenificación de zarzuelas, ballet, obras de teatro, adaptaciones de novelas literarias clásicas —universales y cubanas— y otros formatos que potenciarían la historia, la educación y la cultura.

¿Cuántos de nuestros jóvenes han visto la escenificación de la novela Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, o la pieza teatral Abdala, de José Martí?

La serie histórica Duaba —docudrama— que acaba de ser galardonada en esta Convención con el  Gran Premio del Festival de la Televisión Nacional 2014, y la serie documental sobre medio ambiente Hábitat —multipremiada en dicho Festival durante 2013—, abrieron el camino para la colaboración en la realización mancomunada de diversos géneros y formatos televisivos con entidades externas al sistema televisivo, con el fin de profundizar temáticas históricas, culturales, geográficas o del medio ambiente cubano, incluso en la ficción.  

¿Por qué no soñar con la versión novelada de los amores de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, de otros grandes patriotas o la historia de vida de tantos insignes cantantes o músicos de nuestra nación?

¿Cuánto más impacto comunicativo, cultural y turístico pudieran tener algunas  producciones televisivas si sus locaciones fueran nuestros museos u otras instalaciones culturales,  turísticas o deportivas?

La utopía se convierte en realidad cuando la radiodifusión es de todos.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte