José Martí y la caricatura editorial en su primer México


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Más sobre la cairctura en el entorno martiano.

Se reconoce por todos, que, si bien desde muy joven José Martí incursiona en las lides periodísticas, fue en México, entre 1875 y 1878, donde comienza a ejercer este oficio de manera fecunda. Precisamente, en el momento en que estaba en auge en el país azteca la apropiación por los periódicos de la caricatura editorial y su empleo en las luchas partidistas por el poder. Resulta entonces interesante, indagar sobre las relaciones se dieron entre el ejercicio periodístico del Apóstol y esta modalidad del dibujo interpretativo que, adelantamos, enriquecieron sus consideraciones sobre el humor y lo cómico.    

Llega el joven Martí a la capital de México en febrero de 1875. En la estación de Buenavista lo espera su padre, acompañado por Manuel Mercado, quien se supone lo presenta a José Vicente Villada, redactor y propietario de la Revista Universal, diario de política, literatura y comercio, en donde  el cubano desarrolla una prolífera actividad periodística. Fundamentalmente como redactor de la sección Boletín que firmó con el seudónimo Orestes, a excepción del último artículo que firmó con la inicial de su nombre y el apellido; precisamente el 19 de noviembre de 1876 día en que dejó de publicarse el diario a consecuencia de  la derrota por el general Porfirio  Díaz de las fuerzas leales al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889) del que era partidario la publicación.  

 

  

En febrero de 1876 comienza a colaborar en El Socialista, órgano del Gran Círculo Obrero de México, organización de carácter reformista que apoya la política del gobierno del presidente Tejada, cercano colaborador de Benito Juárez (1806-1872) y al que sustituyó en la presidencia de la república tras su muerte. Su  firma también figuró en periódico político El Federalista, donde colabora en su edición literaria. Allí publicó cinco artículos, entre ellos, “Alea Jacta est”, de diciembre de 1978, en el que condena los procedimientos empleados por el general Porfirio Díaz para llegar al poder y días   después,  su artículo "Extranjero”, en el cual expone las causas por las que no puede continuar en México.

 

La caricatura tuvo sus inicios en México en el año de 1826, cuando se introduce la litografía al país por el italiano Claudio Linati. La primera caricatura política titulada “Tiranía” aparece en el periódico El Iris impreso por Linati y con ella  empieza una rica historia de publicaciones cuya herramienta principal es la sátira caricaturesca. Se dice que en 1861 comienza el florecimiento de la caricatura política en México con una evolución que la descoloniza de los patrones europeos, específicamente franceses. Según Esther Acevedo, de los quinientos cuarenta y ocho periódicos/año editados entre 1861 y 1877, cuarenta y uno hicieron uso de la caricatura.[i]

Entre las publicaciones satíricas  más reconocida por los  estudiosos del tema   se encuentra El Ahuizote,  semanario satírico fundado en 1874 por Vicente Riva Palacio y en cuyas  páginas fueron notables las caricaturas de las manos  y el ingenio de T. Alamilla y J. M Villasana. A esta publicación dedicó Martí un artículo suyo  publicado en Revista Universal el 28 de marzo de 1876, con motivo  de unas notas satíricas “de algún chistoso redactor del Ahuizote”  [ii] donde se dice  “que son bajos profundísimos los periódicos que apoyan al gobierno.”[iii]

 

Vale señalar que en contraposición a la Revista Universal- y al propio Martí-, este  semanario satírico mantuvo una posición opositora al gobierno de Lerdo de Tejada; gobierno que como el de Juárez mantuvo hacia los dibujantes y periodistas que lo criticaba una  tolerancia que según algunos autores se llegó a abusar[iv]. Esto propicio la proliferación de publicaciones que en lugar de informar con veracidad los acontecimientos y las gestiones gubernamentales, se centraron en la confrontación de puntos de vista entre liberales y conservadores, en un lenguaje extralimitado.

De ahí, la respuesta del joven periodista cubano que se proyecta, además, hacia otras consideraciones éticas y políticas alrededor del periodismo y de la sátira editorial en particular. Para él, no se debe confundir “el chiste duro y decente con la infamia gratuita y descortés” y “no hay bajeza alguna en apoyar una administración que gobierna, como no hay en apoyar  una que intenta gobernar”, lo que sí resulta indigno  es “vender su nacionalidad por el sueldo de un amo extranjero”. Por igual, se evidencia en la nota una máxima defendida en varias de sus obras, su defensa a la libertad de opinión: “Profesar una opinión y defenderla es un uso digno de la libertad de pensamiento, sea o no la opinión buena”.

En su artículo “Caricaturas”, publicado también en Revista Universal, José Martí se refiere a la caricatura “La ley”, publicada por el periódico local la Ley Fundamental, de la que opina: “No hemos dicho por cierto mal del genioso caricaturista (…), pero tenemos para nosotros que hay por el periódico hermano la mala costumbre de no dejar  libre vuelo a la imaginación del dibujante.”[v] Es decir, el  joven articulista valora tanto el discurso político como la construcción iconográfica, el discurso verbal o retórico y su correlación semiótico-discursiva, los elementos visuales y los técnicos en función de la idea propia y genuina: “Nadie ejecuta bien sino lo mismo que concibe: en la caricatura última el lápiz corrió fácil, pero la invención es sumamente desmayada.” “Y sea quien sea el de las caricaturas, ello es que el lápiz es maestro.” En igual sentido, en  otro texto de la Revista Universal, Martí precisó: “nada hay que cautive tanto el ánimo como una convicción noblemente tenida, honradamente dicha, libre y concienzudamente expuesta”[vi]  y en el  ya referido  articulo “Extranjero”: “el pensamiento es comunicativo: su esencia está en su utilidad, y su utilidad en su expresión. La idea es su germen y la expresión su complemento”.[vii]

Para quien es capaz de tales consideraciones -y conocida su atención minuciosa de cuanto se publicaba en tierra azteca, su sensibilidad crítica, y sus observaciones rigurosas de los procesos culturales, sociales y políticos de su contexto-, no es de extrañar que aquilatara en su justa medida cuánto complementa por su fuerza expresiva esta modalidad del humor gráfico a la información verbal, que asume y sintetiza, en algunos casos, o contrasta, en otros. Tanto cómo se convierte, al decir de un  redactor mexicano en 1879, en  “el arma del débil y el libro del pueblo que aún no sabe leer” porque “da cuerpo a las ideas, y presta un fin a los rencores indecisos, quizá mejor que el periódico y el libro.”[viii]

Ideas estas con inagotables potencialidades de actualización tanto para los creadores,  como  para los que valoran esta manifestación de las artes visuales desde la crítica de arte o el periodismo cultural y extensivo a todos los periodistas, editores o decisores en los medios de prensa a los que el periodista y Apóstol de nuestra independencia  convoca a “encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir”, “examinar los conflictos”, “proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles”, “establecer y fundamentar enseñanzas”.[ix]

Ya seguirá, topándose con otras caricaturas, que ratificarán sus apreciaciones o la modificarán.    

 

[i] Ver de Esther Acevedo,  La caricatura política en México en el siglo XIX. México: Consejo Nacional

para la Cultura y las Artes, 2000

[ii] Ibídem.

[iii] Revista Universal, 28 de marzo de 1876.Obras Completas (Edición crítica), t.4, p. 269.Centro de Estudios Martianos. L La Habana. 2008.

[iv] Muy diferente a lo que sucedió durante la dictadura de Porfirio Díaz, periodo en el cual  la represión fue llevada a los extremos y  varias publicaciones  fueron cerradas o multadas por miles de pesos, entre ellas el Ahuizote que tuvo que cerrar en el mismo 1876.

[v] Revista Universal, 4 de agosto  de 1876.Obra Citada, p. 299.

[vi] J.M., «Boletín… oposición informe», Revista Universal (México), 29 de mayo de 1875, en O.C.(E.C.), t. 2, p. 55

[vii] J.M., «Extranjero», El Federalista (México), 16 de diciembre de 1876, en O.C.(E.C.), t. 2, p. 298

[viii] La Libertad, 11 de enero de 1879.

[ix] J.M., «Deberes de la prensa».


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