Tocata y fuga, un día de noviembre


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Tocata y fuga en re menor es una pieza de música de órgano escrita por Johann Sebastian Bach (1685-1750). Cuando la escucho, siento que ese instrumento lo expresa todo. Quedo inmerso en una catedral donde percibo el cielo con todos sus elementos sacros asomados, mirándome. Tal vez ellos no, pero yo estoy en éxtasis inmaterial, como si flotara.

En cambio, escuchando la versión cinematográfica que Leo Brouwer conseguirá luego de ser llamado por Humberto Solás para que visione el primer corte de su segundo largometraje de ficción, Un día de noviembre (1972), la sensación será radicalmente opuesta. Partirá Leo de aquel éxtasis celestial para dar con una nueva identidad musical que contiene a Bach, pero a la vez lo desborda.

Un día de noviembre

La pieza del músico alemán abre con una sección de tocata, seguida de una fuga que termina en una coda, pero en la versión del cubano las manos no tocan las teclas de un órgano, sino que vuelan sobre las cuerdas de la guitarra en el comienzo, que luego la flauta tensa, aclarando la ruta escogida, y es seguida por una pausa breve que cede ante un redoble percutivo, anunciador de una bandada de cuerdas fundidas a la guitarra, y a la flauta. Ya no hay amarras. Uno al fin es un sujeto en absoluta libertad que no cabe dentro de aquella catedral.

En mi ordenador, esta reinterpretación de Leo es combustible obligado. Me invade de tal manera que, gracias al modo aleatorio e infinito, mientras escribo la puedo oír infatigablemente cualquier cantidad de veces.

Tiene misterio. En la imaginación la he escuchado como parte de la banda sonora de tal secuencia de cualquiera de las grandes películas cubanas donde se necesite cerrar un clímax dramático, y me asombra la eficacia artística.

Leo Brouwer

¿Qué impacto de libertad Leo habrá recibido de aquel visionaje que lo llevó a concebir esta pieza, capaz de funcionar en contrapunteo con la imagen o sin ella?

Un día de noviembre es de las pocas películas cubanas en la que, a través de la dramaturgia, su director explora y expresa la duda: la de Esteban, un hombre involucrado en la lucha clandestina, que ante una dolencia, aparentemente fatal, revisa su vida y sus relaciones. Es cierto que este viaje hacia el interior del ser humano recorre toda la obra de Humberto, siempre en contraste con turbulentos contextos sociales. Pero a diferencia de sus deslumbrantes Lucía (1968), Cecilia (1981) y El siglo de las luces (1992), en su segundo filme la personalidad artística del intelectual que fue Humberto se arriesga y alcanza su definición más personal, mínima e íntima tras el éxito de Lucía, cuando cambió totalmente el registro para mirarse a sí mismo.

Humberto Solás

Humberto Solás.

Y lo dio todo. Que consiguiera o no su objetivo, no me es indispensable constatarlo. Lo importante es que nos mostró otro espectro de su poderosa imaginación. Tanto, que esa mirada interrumpida por aquellas grandes películas pudo regresarla al final de su vida con sus dos últimas películas, Miel para Oshún (2001) y Barrio Cuba (2005); esta, expresión de un cierto realismo sucio, tan reacio a sembrar tendencia en nuestra cinematografía y que la emparenta con De cierta manera (1974), de Sara Gómez.

Acomodado por la rutina y los estancos, de esos que impiden comprender los cambios, nunca se lo dije personalmente, pero hoy pienso que, sin menoscabar aquel cine suyo, grande, donde mejor hallo la esencia de la personalidad artística de Humberto Solás es en Un día de noviembre. Y su semejante musical, Tocata y fuga en re menor, que es tan intensa como la personalidad creadora de Humberto.

Bajo los acordes de esa música lo he visto entrando al edificio del ICAIC, llevando una de sus blancas camisas de siempre, el pelo canoso, la voz insólitamente grave y su inveterado nervio coronado por un cigarro.

Si a cada director lo debiera, más que sintetizar, expresar algún sonido musical contenido en sus filmes, ¿qué del músico que lo entendió y le tradujo sus fantasmas en formas de notas musicales? Inexplicablemente nos falta ese testimonio de Leo donde sepamos de sus experiencias componiendo para cine, fundamentalmente para el de Humberto y el de Titón.

Humberto Solás y Leo Brouwer.

Humberto Solás y Leo Brouwer, uno de los muchos dúos creativos del cine cubano, sobre los que volveré, se unieron para crear una de las piezas más estremecedoras concebida para película alguna.


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