Tania García Lorenzo: «Este tiempo me ha servido para valorar fenómenos de la economía y la sociedad»


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Podríamos presentar a la doctora Tania García Lorenzo enumerando, por ejemplo, que es licenciada en Economía y doctora en Ciencias Económicas de la Universidad de La Habana. Especialista en dimensiones económicas de la cultura y relaciones económicas internacionales; profesora invitada del Centro Nacional de Superación para la Cultural de ese ministerio; miembro externo del Consejo Científico del Centro de Investigaciones de la Cultura Juan Marinello; miembro de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de la Habana, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y del Tribunal Nacional de Grados Científicos de Economía Internacional.

También agregaríamos que sus líneas de investigación son América Latina y el Caribe. Economía, Integración, Desarrollo y Desigualdad. Asociación de Estados del Caribe. ALBA-TCP, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos. CARICOM, Comunidad del Caribe. Cooperación regional. Integración regional y que ha publicado más de 50 artículos en compilaciones de libros, en revistas y anuarios en Cuba y en otros países.

Pero si lo dejamos aquí, creo que los lectores no conocerían que la doctora Tania García Lorenzo es de esas personas con las que hablar 10 minutos aporta más conocimientos y análisis que en una clase quizás o un libro, en cuanto al complicado tema de la economía de la Cultura, por el tiempo que le ha dedicado a su estudio y, además, por la extraordinaria experiencia práctica adquirida en los muchos años en los que ha trabajado en el propio Ministerio de Cultura.

Los que la conocen saben de la vehemencia y seguridad con que defiende sus ideas, una de las características de su personalidad, al igual que un fino sentido del humor que asoma en cualquier momento de la conversación o la clase.

Cuando me envió las respuestas a esta entrevista, o los comentarios, como los llama, vía correo electrónico, por el distanciamiento físico al que obliga la COVID-19, los introdujo con un mensaje que entre otras cosas dice:

«Te los ofrezco con toda humildad, con la convicción de que los procesos convulsos, casi siempre han generado las expectativas más diversas y extremas. Estos cambios, producidos en ocasiones de forma acelerada, demandan la constante puesta en duda de los asertos a los cuales he llegado. Eso no hace más, que motivar la búsqueda constante, la introspección permanente. Por eso tus preguntas han sido una motivación».

Y además me responde una pegunta no hecha:

«Este tiempo me ha servido para pensar, para sanar, para apreciar los colores de la naturaleza y del amor. Para valorar fenómenos de la economía y la sociedad que, a la velocidad de la vida, en ocasiones, me han pasado inadvertidos. Para tratar de ser más justa y menos justificativa; para soñar con el país que quiero. Todo eso lo he hecho con las tres T: Trancada, Tranquila y Trabajando».

¿La Red Cubana de Investigaciones a la que usted pertenece ha mantenido sus acciones durante este tiempo de confinamiento?

Por supuesto. He tenido la satisfacción de participar en intercambios virtuales realizados por distintas instancias de la Sociedad Económica de Amigos del País, a la que me siento muy honrada en pertenecer. Allí se respira ciencia comprometida con los destinos del país. Los debates han estado referidos, entre otros, al papel de la ciencia en la recuperación económica. Por supuesto que mi participación fundamental ha estado referida al papel que está llamada a jugar la ciencia en los distintos ámbitos de la cultura y en la recuperación de su economía.

La endogeneidad, la creatividad y la diversidad, son valores que emanan de la cultura. Por ello, el desarrollo científico, su motivación y proyección es parte del gran acervo cultural, y el desarrollo de la ciencia influye de manera decisiva en el proceso creativo y en el proceso de producción hasta el consumo, en que se materializan y realizan las expresiones culturales.

Yo creo que existe un gran potencial científico en todas las categorías y campos de la cultura. Generando las sinergias necesarias, —como ha ocurrido en la esfera de la salud, y ahora se impulsa en los ámbitos de la alimentación y la nutrición—, en el campo cultural también la ciencia está llamada a jugar un papel fundamental. Ese potencial está en los centros de investigación, las universidades y centros de enseñanza, así como en el propio movimiento creativo.

Cuando pienso en la política cultural y en la política económica para la cultura que la debe acompañar, es indispensable partir de sus diagnósticos, del reconocimiento de las diferencias de los ciclos productivos de cada manifestación artística; de los instrumentos y métodos científicos para el diseño de la política cultural.

Estudiar la economía de la cultura siempre es un ejercicio enriquecedor, porque integra saberes, de todos los que participan en el proceso. Se construye pensamiento económico de la cultura en el diálogo con los creadores, en el intercambio con productores, con los empresarios, incluso desde las discrepancias. Los talleres que hemos dado (por supuesto que antes de la COVID) en el Centro Nacional de Superación de la Cultura, son una muestra de esos ejercicios para crear pensamiento colectivo, con todos los que aportan al desarrollo del proceso cultural. La pandemia no me ha dejado seguir con esa práctica donde todos aprendemos de todos.

Cuando se reanude la actividad de los teatros, los cines, las casas de la música y algunas otras instituciones, estas van a tener que cumplir rigurosamente un protocolo de prevención contra la COVID-19, resulte o no endémica en el país, medidas que van a incidir en la disminución de los ingresos. Esta no es la única afectación que sufrirá el sector de la cultura desde el punto de vista económico. ¿Pudiera comentarnos sus ideas al respecto?

Creo que efectivamente, los ingresos de la industria cultural se han visto y se verán afectados por los requerimientos de protección frente a la pandemia. En el mundo, en el hemisferio y en Cuba, la conmoción ha sido total. Porque el sistema de funcionamiento de la creación, producción, distribución, promoción y recepción del producto cultural, ha estado diseñado a partir de las condiciones que lo propiciaban.

A esta afectación se une la insuficiente adaptación a los cambios que han tenido lugar en el propio proceso creativo. En el mundo han cambiado formas de creación, el soporte en que se expresan, los medios y vías para la promoción, los canales de distribución y también las vías y medios para la recepción de los mensajes. En poco tiempo, todo ha cambiado. Por lo tanto, es menester estudiar y asumir los cambios que han tenido lugar en cada manifestación artística. Hay varios fenómenos que tendrían que considerarse. Uno es el impacto que el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones ha tenido en los procesos de la cultura y el retraso que en ese orden tienen muchas de nuestras instituciones. Esto impacta los procesos creativos, productivos, promocionales y distributivos y, por ende, se aprecia una disparidad creciente en los niveles de consumo.

La digitalización está transformando los mercados culturales en el mundo entero. Son conocidos los análisis y estudios especializados que indican los cambios que tienen lugar en la estructura de los ingresos. Los que no tienen las bases productivas para producir para el campo digital están en posición desventajosa. Si no se dispone de plataformas de distribución amplias y diversas, entonces se mantiene la dependencia y subordinación a los grandes grupos productores y distribuidores corporativos. Otro desafío relevante se encuentra en el desarrollo del sistema productivo y financiero de la industria cultural cubana a escala de las provincias y territorios para impulsar y desarrollar el talento que en ellas se encuentra.

Todo ello implica asumir los cambios, que han tenido lugar antes y con la COVID y asegurar que los mensajes de nuestra creación artística y literaria lleguen a todos los espacios de la sociedad. Un axioma de las finanzas dice que dejar de ganar es perder, por lo que el costo de no desarrollar la industria cultural a escala del país es la pérdida de los ingresos que esa industria está en condiciones de generar, porque tiene su valor principal, que es el amplio y reconocido movimiento artístico y literario. Pero la verdadera y más importante pérdida del no desarrollo de la industria cultural cubana es la pérdida del patrimonio cultural.

Hoy el país afina las formulaciones de la «Estrategia económico-social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19».Las decisiones explicadas adelantan una transformación significativa que ya se había aprobado desde el pasado congreso del Partido. Todas esas medidas, implican cambios, tanto de carácter estratégico, desde los principios y conceptos generales, como en las formas de funcionamientos, los actores sociales que participan en los procesos productivos y los espacios territoriales que, con nuevas prerrogativas, emergerán como nuevos polos de desarrollo.

Son nuevos escenarios que hay que estudiar, validar y fortalecer para acompañarlos de forma pro activa, desde la creación artística y literaria y el movimiento cultural de todo el país. La nación nos necesita y la producción cultural es una fuerza productiva directa en el mundo, en el hemisferio y en Cuba. Pero no es igual al resto de las producciones. Son obras del espíritu. Aunque sean bienes y servicios transables, su valor está determinado por el valor cultural de la obra. Desconocer esa diferencia pudiera provocar altos costos.

¿En esta etapa ha cambiado su visión del mundo y de las relaciones humanas o se han reafirmado algunas intuiciones o certezas que tenía?

Me han ocurrido ambas cosas. Porque, la pandemia ha puesto en evidencia las debilidades, pero también los valores que pueden hacer fuerte a la civilización humana. Cada día, amiga mía, cuando amanece, el mundo ya no es igual al día anterior. Algunos de esos cambios tienen consecuencias inmediatas, estremecedoras, como los tornados o los tsunamis. Cómo llegó la pandemia, de forma imprevista, sin aviso suficiente. Y otros tienen lugar de forma a veces callada, continua, pero persistentes como la violencia, la discriminación, las guerras o amenazas de guerras.

La pandemia que hoy se enfrenta ha puesto en evidencia las grandes vulnerabilidades de la civilización contemporánea, pero no ha transformado las bases que sustentan el orden hegemónico existente. Las relaciones de poder se reajustan, pero están incólumes. Es necesario comprender la peligrosidad de la pandemia, que es un flagelo, como lo es también el hambre, la pobreza, indigencia, la desigualdad. Debiera existir un antídoto contra la arrogancia, por la subvaloración de los destrozos contra la naturaleza.

La expansión de la pandemia hoy también ha evidenciado la gran interdependencia que existe en las relaciones inter y transnacionales en todas las esferas de la vida y de las sociedades y la gran dependencia que tiene el mundo subdesarrollado de los grandes centros de poder, para su sobrevivencia. Ha demostrado la necesaria introspección en relación con el ordenamiento de valores y sistemas.

Hace muchos años una amiga colombiana me dijo, «no permitamos que nos maten las esperanzas en el porvenir». Estos procesos nos tienen que llevar a la construcción conjunta de las fortalezas sociales. La creatividad individual y colectiva, nacional y mundial, ha de ser la fuente de la recuperación y para ello, la búsqueda en nuestras capacidades internas, resulta de primer orden. Hace unos días leí una entrevista de IPS CUBA al artista cubano Samuel Riera y señalaba: «El periodo de aislamiento físico por la COVID-19 ha sido útil para alumbrar ese posible futuro». Laboratorio Arte en Confinamiento es un proyecto artístico que genera estrategias alternativas ante problemas sociales actuales. Esa es la riqueza del arte y la cultura.

En una reciente entrevista a Josué Pérez, director del Centro Cultural Dulce María Loynaz, él me comentaba, «Creo que la crisis sanitaria cambiará de una vez y por todas las promociones de la literatura». Quisiera saber sus consideraciones al respecto, pero no solo sobre la literatura.

Ya mencionábamos que los procesos de creación artística y literaria han ido transformándose de forma significativa. Y la promoción es parte esencial de ese ciclo productivo. En economía la promoción no es gasto sino una inversión. Promover no es divulgar solamente. Promover es orientar, es inducir, es destacar los méritos que justifican que esa obra merece ser vista, leída, demostrar que esa creación enriquece al receptor. Y es que estamos frente a receptores que muestran una gran diversidad. Entonces la promoción, tiene que reconocer esa realidad diversa, en edades, intereses, y muchas otras condiciones y espacios. Los mensajes no llegan con iguales significados a todos los grupos humanos.

Con toda sinceridad creo que en ocasiones se aprecia una divulgación exuberante del empaque, más que una promoción de los contenidos. Y esto resulta cuando la promoción, que es un criterio cultural, está debilitada en su formulación. Y esto sucede más en contextos como los del ciberespacio, donde se pone a prueba permanentemente, la inteligencia y la espiritualidad.

Para muchos, la COVID se ha ganado el derecho de marcar un antes y un después, y en el campo de las comunicaciones, por su influencia en consagrar la relevancia del consumo digital, y con ello hacer efectiva la necesidad de nuevos métodos y contenidos en la promoción. Sin embargo, también se ha hecho evidente, el arribo de muchos a las zonas de silencio. La desigualdad no es solo de ingresos. La ya reconocida desigualdad multidimensional incluye el acceso a la cultura. La política cultural está obligada a dar cuenta de esas realidades.

 

 


2 comentarios

Gloria
19 de Septiembre de 2020 a las 14:15

Espectacular gracias Tania.


Martica (Olo)
21 de Septiembre de 2020 a las 08:50

Muy interesante doctora Saludos

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