Problematizar la crítica (II)


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En Portada Antigonón de Teatro El Público. Foto: Lessy

Lea: Problematizar la crítica (I)

 

La Teoría Crítica como constructo de proposiciones generadores de conocimiento con énfasis en la interacción epistémica y la multiperspectividad al formar parte del análisis del teatro lo convierte en objeto estudio-investigación.

La Teoría Crítica desde su legitimación/deslegitimación a partir de la mirada epistemológica del Sur nos convoca a un ejercicio crítico sobre la puesta en escena desde las categorías de causa y efecto (producción- recepción-generación de sentido social).

Desde el Sur, que es nuestro Norte, tenemos que fundar subjetividades con constituyentes autónomos y autóctonos, y dejarnos de reverberaciones que definen preocupaciones y esencias alejadas.

El pensamiento tiene que tener un objeto y no valerse solo de retórica; todo “pos” es una resultante sociocultural de historicidad específica que a veces puede diseminar significados concretos.

Hay que gestionar el teatro como sistema complejo sometido a una economía científica, a estructuras no previstas desde la llegada de la primera idea hasta la misma concreción por parte del público: trabajos de mesa, puesta en escena, divulgación, promoción, propaganda, conocimiento de los públicos.

El teatro se puede pensar desde impulsos afectivos, volitivos. Pero también teóricos. Teóricos no a partir de una academia tullida, con una episteme petrificada, sin ejecución ni acción, solo ocupada en los féferes del avant-garde.

Y es que si se abandona la teoría, cuando nos equivocamos en la práctica no sabemos por qué ha sido; y, si solo actuamos desde la práctica podemos estancarnos en el funcionamiento de determinadas estructuras que poseen sus propios modus opernadis que requieren tener conocimiento teórico de ellas.

La práctica teatral queda mediada por los contextos socio-políticos y su comprensión teórica. El teatro como acontecimiento ideo-estético sucede en un espacio socio-político intervenido por el público, controlado por el espectador. El espectador es un sujeto histórico que de la misma manera que recepciona una puesta en escena también la produce.

Cuando el teatro se convierte en realización social deviene también en transgresión de establecimientos.

El teatro como actividad social precisa de estudios posdisciplinarios por su naturaleza relacionadora, subversionadora de disciplinas, ideologías políticas, económicas y artísticas.

Siempre será preciso destacar la importancia de la crítica en las artes escénicas nuestras. Se debate si es o no sistemática la crítica, que si hay espacios para que se ejerza. En medio de esas revueltas reflexivas, la crítica a veces suele ser complaciente, narrativa, descriptiva, valorativa o muy valorativa.

Ya hoy la crítica puede sobrepasar la percepción del crítico que no debe por supuesto ser ni estrecha ni reglista, ni técnicamente cerrada.
La crítica debe ser capaz de formar públicos, animar productores vacilantes, incentivar más allá del rigor teórico interno que quiera tener y sobreponerse al peligroso “vale todo” que muchas veces es “viva el vacío”.

La crítica tradicional con su “qué” y “cómo” queda superada pues sobrepasa el “qué” para llegar al “para qué” desde una perspectiva analítica y política.

Solo hace unas cuantas décadas se empezó a gestar un análisis de la realidad y se llegó a la conclusión apocalíptica del fin de la Historia, la crisis total de la sociedad, las disciplinas, las ideas, el mercado, las subjetividades, los relatos, el fin del lenguaje, la política. Todo lo establecido hasta el momento se veía tambalear.

Dijeron que empezaba la posmodernidad. El afán crítico minó todas las miradas y tal, y arrancó la era “pos”. Y llegó la poscrítica. Pero qué es la poscritica.

El catauro de procederes teóricos de la Teoría Crítica engendrada desde mediados del siglo XX engendra la poscrítica en sus estrategias de logicidad relacional y da lugar a una transformación en la construcción subjetiva e intersubjetiva de significados.

En efecto, la Teoría Crítica como punto de vista da cabida, bajo un mismo nombre, a un conjunto de investigaciones de diversa índole e incluso hacer de esa variedad uno de los rasgos distintivos de la perspectiva crítica.

Existe en todo proceso socio-cultural la conexión dialéctica entre la teoría y la praxis social, escindir estas dos visibilidades como conjuntos multilineales es desatender la perspectiva crítica.

La crítica como resultante de un proceso social determinado está en la encrucijada y a la vez el desdibujamiento de convenciones dada la entronización de teorías que tributan a una particular mecánica hermenéutica: la teoría del caos, la complejidad, la teoría de sistemas, desde los centros de poder-saber hegemónicos.

La critica dentro de la lógica de la oblicuidad o no linealidad, la coevolución arte- sociedad tenía que contextualizarse y dilucidar ante la problemática de la complejidad como especialización disciplinaria que permite vehicular científicamente la obra de arte desde una cosmovisión de tinte emocional, ético, espiritual, político, ideológico.

La transdisciplinariedad es un desafío que exige de la crítica una sintonía que no admite ni pereza ni inactividad; y llegó el encubridor prefijo para convertir la crítica en poscrítica ante la nueva sensibilidad que demanda una responsabilidad epistémica que intervenga la ecuación ideo-estética

La poscritica es un modo de hacer crítica. La poscritica tiene un modo de hacer crítica. Sobresale en ella el paralelismo entre el texto-crítico y el texto-obra. El texto-crítico no es un texto glosa, es el efecto del texto-obra pero tiene autonomía creativa, cuenta con su propia cara ante el texto-obra.

La poscrítica se define y se piensa a sí misma; y, al ser su propio referente es que vine el problema para el espectador común y corriente porque de tanta esquizofrenia catedrática podemos caer en un esencialismo disfrazado de subversión conceptual.

El lenguaje que emplea la poscrítica puede resultar impenetrable y así se tranca, reduce el desciframiento-descodificación, diríamos comúnmente se convierte en una meta-tranca que blinda, oscurece y confunde al ser solo para los elegidos, elegidos por los mismos elegidos.

No considero que la poscrítica entre nosotros tenga que abandonar el análisis cognitivo de la metodología de la crítica tradicional, más bien habría que recomponer y no borrar esa metodología que sí debe incorporar nuevas interacciones e interdefiniciones que permitan un continuum indagatorio dentro de nuestras condiciones de producción y recepción de la puesta en escena.

La poscrítica revisa y propone un nuevo paradigma desde el ideario de la Teoría Crítica sustentada, entre otros postulados, por los posestructuralistas y sus afanes lingüísticos en tanto centran la descripción simbólica de la realidad en la invención de nociones en su mayoría descriptivas como manifestación de poder.

Nuestra poscrítica sostenida en la Epistemología del Sur debe indisciplinar la metodología de investigación hegemónica a través de saberes de un pensamiento crítico que discuta con invenciones propias las lógicas de los presupuestos de la proclamada superioridad occidental y sus totalitarismos discursivos.

La poscritica es un proceso de redefinición que desde hace muchos años viene andando y tropezando con la semiótica, la antropología, la sociología y otras disciplinas.

Porque si algo aspira y se ufana de interdisciplinariedad es justamente la poscrítica, aunque adolezca de la transdisciplinariedad pues no se trata de cruzamientos entre disciplinas sino de lograr estructuras epistemológicas que permitan interpretaciones y valoraciones diferentes.

La crítica en artes escénicas no puede abandonar su objeto: la puesta en escena, tampoco puede convertirse en un ejercicio enunciativo que defina al crítico y su excelso y probado discurso académico que por ser tan relevante la práctica escénica pasa a un segundo plano y el objeto de la crítica es el mismo discurso crítico. ¿Estoy hablando de poscrítica?

El reflejo de las tipologías poscríticas puede ser un simulacro para la circulación social de la crítica.

La Epistemología del Sur con su dialéctica operatividad cultural permite nombrarnos desde el pasado y rumbo al futuro.

Asumiendo una posición crítica, a finales del siglo XVII, Kant se preguntaba: “¿Qué es este presente al que pertenezco?”. También puede ser la pregunta que se haga la poscrítica entre nosotros, y así problematizar desde la singularidad histórica que somos.

El compromiso poscrítico debe estar sustentado en la consistencia procesual del pensamiento no estanco sino híbrido, coexistente, mutable.

 

 


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