A Prado y Neptuno


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Setenta años después esta esquina habanera no ha cambiado mucho. Cierto es que los actores fundacionales de esta historia ya no están para acrecentar la leyenda del lugar ni corregir y/o desmentir aquello que el anecdotario popular ha tejido con el paso del tiempo. Aun así, la intersección de las calles Prado y Neptuno sigue concitando la atención de todos los que por allí cruzan o se reúnen, sin importar generaciones o lugares de procedencia.

Puedo afirmar que, si uno agudiza el oído y se propone un viaje en el tiempo, aun se puede escuchar el escobilleo de los pasos de baile que ejecutaban los que allí asistieron aquella tarde noche de sábado en que la orquesta América estrenó el tema que glorificaría este lugar habanero y que llevaría por nombre La engañadora. Tras aquella pieza musical el cha cha chá será el ritmo de moda más popular en los años cincuenta.

 A comienzos de esos mismos años la orquesta Aragón era la charanga más popular en la ciudad de Cienfuegos y sus alrededores, y Wilfredo Naranjo –al que todos en su familia llamaron Pachi como muestra de cariño— se aventuraba a tocar sus primeras notas en el piano en la ciudad de Manzanillo.

La Habana era la ciudad más cosmopolita de Cuba y sus hazañas musicales conmovían al continente.

La Aragón viajó a La Habana a comienzos de los años cincuenta “…allí estaba el futuro…”; confesaría Rafael Lay, su director, años después al pasar balance a la carrera de la orquesta que dirigía. Y para el adolescente Pachi Naranjo ella sería el modelo de charanga ideal a tomar en cuenta si algún día llegaba a tener o a dirigir una.

Y los dos acertaron en sus sueños. Desde 1953 la orquesta Aragón trazó el rumbo de parte importante de la música cubana convirtiéndose en uno de sus mitos más trascendentales. Diez años después, en 1963, Pachi Naranjo funda en Manzanillo una orquesta que estará hecha a imagen y semejanza de la cienfueguera; y que –por esos caminos de la vida— recibirá de Rafael Lay el placer para ejercer en la música cubana. Fue la consumación de un sueño.

Cuentan que la Original de Manzanillo sería la sustituta oficial de la Aragón en sus presentaciones habituales en Radio Progreso cuando la primera estuviera cumpliendo compromisos internacionales. Que incluso compartirían espacios en cuanto lugar fuera posible y hasta le entregaron su repertorio original para que lo ejecutaran si llegaba a ser necesario.

La orquesta Aragón se convertirá con el pasar del tiempo en “la mejor charanga de todos los tiempos en la música cubana”; mientras que La Original de Manzanillo será “la orquesta de la familia cubana”.  Con tales blasones han llegado a nuestros días.

En aquel fabuloso salón de baile de Prado y Neptuno –situado en los altos del restaurante del mismo nombre— nunca llegaron a tocar los muchachos de la Original; la Aragón, por su parte, reunió allí a parte importante de su legión de bailadores. El salón, como tal, desapareció a mediados de los años sesenta del siglo pasado, pero no así su espíritu ni la impronta que habría de dejar en la cultura cubana.

Cincuenta años después del último baile allí efectuado –solo que esta vez amparados en el calor de las aceras— se reúnen y combinan los atriles de la Aragón y los de la Original. Ya Richard no está en la flauta y dos miembros de la familia Lay se encargan de los violines; Pachi Naranjo ha dejado atrás su sueño de ser “Tarzán contra el mundo” y su madurez musical al piano es envidiable.

Son dos orquestas con estilos definidos. Con un decir propio que se reconoce desde la primera nota.

La Aragón mantiene esa vitalidad adquirida desde los tiempos del cha cha chá y ochenta años después no ha perdido el toque mágico que la hiciera conocida en todos los rincones del planeta. Sus sones y boleros no envejecen, y uno llega a pensar que no pasa de moda.

La Original por su parte; ha redefinido el son desde una perspectiva novedosa que recrea en su cadencia el montuno que define al órgano manzanillero –que suena distinto al oriental, aunque geográficamente estén en la misma zona— y resume en ciertos pasajes los motivos de formas primitivas del son que, aunque están en desuso, se reinventan y reviven una y otra vez en muchos de sus temas.

Debo aclarar que este es un audiovisual, digo de colección; de ahí que sugiero que se sienta orgulloso de tenerlo en sus manos. Pocas veces se asiste a una clase magistral de música cubana, de historia de sus ritmos que no resulta tediosa y que está despojada de todo elemento doctoral y académico.

Siéntase un privilegiado que puede desde la comodidad de su hogar –enajenado de la vida mundana cotidiana— bailar a su antojo y no ser juzgado por el ojo de los censores y aquellos que están pendientes de donde están los errores. Invéntese sus propios pasillos. Trace en el suelo de casa un sendero con su contoneo al compás de la música y vívala como si de ella dependiera la supervivencia de la especie.

Prado y Neptuno seguirán siendo parte importante del mito de esta ciudad y de la música cubana. Le recomiendo, cuando haya terminado de disfrutar este DVD que no pierda tiempo y se invente su leyenda pensando en esta esquina y en lo que le gusta bailar con estas dos orquestas.

Yo, le contaré mi leyenda cuando nos veamos en el próximo baile que organicen en esta esquina.

 


1 comentarios

Ramon Romero
4 de Junio de 2020 a las 13:03

Y sirva también para recordar a uno de los mas importantes organizadores de baile del pasado siglo en La Habana, Juan Cruz, quien fue el que trajo a la Aragon a La Habana.

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