No se puede celebrar el cumpleaños de La Habana sin recordar a Eusebio Leal


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Fotos tomadas en la última conferencia de prensa que presidió por el 500 Aniversario de La Habana, 2019.
Cortesía de la autora.

Hoy La Habana cumple 503 años, y son muchos los jolgorios que se han preparado para conmemorarlo, pero en medio de la alegría y el amor a esta hermosa ciudad hay una ausencia física, que no espiritual, que se adivina en cada paso de la festividad: Eusebio Leal no está.

Pero el recuerdo del eterno y más vehemente novio de la Bella Habana se mantiene en cada muro restaurado, en cada pedazo de historia que se rescató del olvido y en cada calle del Centro Histórico habanero, ese, por el que tanto caminó con su uniforme gris de trabajo, con la rapidez que lo caracterizaba y con esa sonrisa que ofrecía a todo el que lo saludaba al pasar, porque Eusebio Leal fue un hombre muy querido.

El agradecimiento es propio de las almas buenas, por eso tantos le agradecen su inmensa obra, fruto de una mente preclara, una de las más preclaras de la época en que vivió, y como parte de esa obra no se puede olvidar su verbo encendido, su pasión y poder de seducción con los que conquistó voluntades, recursos y contribuciones para sumarlas a la gran obra de la restauración del patrimonio, siempre con un sentido social, que es referente para el mundo.

Leal fue en toda la acepción del vocablo, un maestro; los que han tenido el privilegio de escucharlo hablar con frenesí de La Habana y de su historia, de sus bellezas y valores, de sus glorias e infortunios, nunca más fueron las mismas personas, por poco que haya incidido en el alma de algunos, una astilla de interés quedó por siempre allí para despertar admiración por una ciudad que le debe mucho de lo bello que hoy exhibe, pues fue conciente como nadie, de que la urbe «es un catálogo de la más hermosa y deslumbrante arquitectura que alcanzó la Isla», como él mismo señalara.

Su impronta es muy integral porque su cultura fue vasta; las emociones que mostraba auténticas, porque auténtico fue su convencimiento de que salvar la historia es salvar el futuro, pero no en abstracto, si no en la realidad de la vida de la gente, y no se limitó a la Habana Vieja en sus sentimientos, su amor fue por la ciudad toda:

«Para mí no existe la idea Habana Vieja, ni Casco Viejo, para mí es el Centro Histórico. Centro Histórico que después se replica en San Miguel del Padrón, en Luyanó, en 10 de Octubre, en el Cerro, en la Víbora, en El Vedado, donde quiera que la ciudad renace y crece. (…) La Habana es hoy un símbolo completo y absoluto de la nación cubana».

Junto al espíritu de consagración, sensibilidad, humanismo y sapiencia, convivía una modestia manifiesta; era, sin lugar a dudas, un verdadero servidor público, sin pretensiones más allá que las de trabajar por sus propósitos y así lo declaró: «Yo no aspiro a nada, no aspiro ni siquiera a eso que llaman la posteridad; yo no aspiro a nada, yo solo aspiro a haber sido útil».

En una de sus conocidas intervenciones confesó: «para mí, la restauración no ha sido más que una excusa para trabajar ardorosamente», y ciertamente fue así que laboró, en un empeño incansable que, aunque centrado en La Habana, alcanzó, por ser un probado paradigma, a todo el país, incitando faenas similares en los restantes y no menos importantes Centros Históricos cubanos como los del Camagüey, Santiago de Cuba o Trinidad.

Quizás, una de sus inconformidades fue no ver una Habana limpia y completamente cuidada, esa es una labor titánica; a propósito alertó: «la ciudad tiene que librarse de la polución, de la contaminación, cuidar ese mar, hay que cuidar esta tierra, que hay que cuidar los jardines, las fuentes públicas, los monumentos».

En una entrevista concedida a Rachel Cowan y que fuera reproducida en agosto de 2020 en el sitio que se le dedica www.eusebioleal.cu, reveló:

«Es cierto que todo me ha llevado siempre a La Habana. Han sido realmente muchos años de trabajo y de empeño. No me arrepiento. Si hubiera otra vida que esta que conocemos aquí abajo, mi alma vagará eternamente por La Habana. Ha sido el mejor de mis amores, la mejor de mis pasiones, el mayor de mis desafíos. Realmente no sé por qué siempre vuelvo misteriosamente a ella, en la luz y en el silencio, en la vida y en el sueño».


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