Nicolás Hernández Guillén: «Nuestro coloquio ha ido creciendo y alcanzando madurez»


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En el venidero año tendrá lugar el XII Coloquio y Festival Internacional de Música y Poesía Nicolás Guillén, que organiza la fundación que lleva el nombre del Poeta Nacional de Cuba; entre los días 6 y 8 de abril adoptará como eje central de los debates: Raza, nación y sociedad, y además rendirá tributo al fundacional poemario Motivos de son, en su aniversario 90.

La Fundación Nicolás Guillén fue creada en 1991, bajo el auspicio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), con la misión de preservar, y estimular el estudio y la difusión de la obra literaria del mundialmente reconocido bardo cubano, dando respuesta así a una necesidad orgánica de la cultura nacional y contribuyendo en ese empeño al conocimiento y la promoción de sus mejores valores.

El pasado día 9 de octubre fue presentada en La Habana la convocatoria a este coloquio, una de cuyas intenciones es distinguir la vigencia de la esclarecida visión de Nicolás Guillén (Camagüey, 10 de julio de 1902 - La Habana, 16 de julio de 1989), al dedicar sus versos al sector social más pobre y discriminado de la época en Cuba y tratar personajes inusuales en la lírica cubana, con lo cual fractura la perspectiva que hasta el momento existía en el discurso poético nacional acerca de los negros pobres.

Nicolás Hernández Guillén, presidente de la fundación que en Cuba lleva el nombre del Poeta Nacional y nieto del bardo, considera que los ocho breves poemas que integran Motivos de son «marcaron definitivamente la vida y la obra de Nicolás Guillén y dejaron una impronta en la cultura cubana».

Los tres temas que centrarán los debates  del coloquio serán los procesos identitarios basados en las razas; la dimensión subjetiva de las relaciones sociales en cuanto a la raza, y la significación de Motivos de son, estructurados estos en aspectos que abarcan los conflictos étnicos, nación y mestizaje en América Latina y el Caribe; identidad racial y género, herencia africana en la literatura y el arte de América Latina y el Caribe, el tema negro en la obra de Nicolás Guillén y su ideario de nación, y la visión que brinda del negro en el poemario en cuestión.

Acerca del beneficio tangible e intangible de la realización de las once ediciones de este coloquio, Hernández Guillén, aseguró al Portal Cubarte:

Mira, de alguna manera yo siento que nuestro coloquio ha ido creciendo y alcanzando madurez en la misma medida en que la fundación lo ha hecho.

Recuerdo que en los primeros encuentros estuvimos muy centrados en los aspectos casi exclusivamente literarios o artísticos, vinculados con la obra de Nicolás Guillén que eran importantes y uno de los propósitos fundamentales de la institución, pero en la medida en que crecimos nos dimos cuenta de que no se trataba de que hiciéramos arqueología literaria, que era necesario insertar ese pensamiento tan lúcido y tan avanzado que Guillén tuvo, en las problemáticas contemporáneas de la sociedad cubana, y eso es lo que estamos haciendo.

Yo siento, por ejemplo, que el curso que logramos organizar sobre la presencia negra en la cultura cubana, que fue algo importante y que después logramos materializar en un libro con el cual nació la editorial Sensemayá, Presencia negra en la cultura cubana, y que fue Premio Nacional de la Crítica, fue uno de los resultados de esta decisión; en el año 97 hubiera sido algo impensable pero en el 2015 sí fue posible.

Hemos trabajado junto a muchas otras organizaciones, siempre insisto en esto, y pienso en todo lo que la UNEAC ha hecho por crear conciencia sobre la persistencia de prejuicios y desigualdades vinculadas al color de la piel, desde los momentos  iniciales, con el evento «El color cubano hoy», que tuvo imperfecciones como prácticamente toda obra humana, pero que llevó a cabo una labor que contribuyó a visibilizar el tema y más tarde la comisión Aponte que, sin que haya logrado todavía hacer visible todo lo que hace, ha hecho mucho a lo largo de toda la Isla, en el diálogo y desde la condición de interlocutor que se ha ganado con las autoridades.

Unidos a esas instituciones y a esos investigadores que han indagado acerca de este tema crucial, creo que nosotros también hemos contribuido a que se comprenda mejor este problema y a llamar la atención acerca de la necesidad de atenderlo, modestamente, porque para que se produzcan avances sustantivos tiene que haber un esfuerzo de país.

Académicos de varias naciones han mostrado su interés, una vez más en participar en el evento. ¿Podría comentarnos acerca del aporte de la mirada internacional acerca de la obra de Guillén?

 Sobre Guillén y sobre casi cualquier tema, hay elementos que tienen una validez universal y hay otros elementos que de alguna manera tienen rasgos específicos del académico o el estudioso que los lleva a cabo.

En el caso cubano hemos tenido la suerte de contar con notables estudiosos de la obra de Guillén, por ejemplo, Ángel Augier, que nos negamos a que sea olvidado, pero habría que hablar de Nancy Morejón, y también de Luis Álvarez que es un extraordinario intelectual también, y por supuesto, Roberto Fernández Retamar, a quien rendiremos homenaje en nuestro próximo coloquio.

Guillén ha tenido aproximaciones a su obra de una extraordinaria calidad, de ensayistas, críticos y académicos cubanos; ha tenido también la suerte de ser apreciado por investigadores de otras latitudes que quizás haciendo énfasis en otros aspectos en correspondencia con sus formaciones y sus realidades o a veces con las teorías que adoptan, han fijado su atención y han destacado valores en la obra guilleneana que quizás hasta ese momento no habían sido percibidos.

Pienso en particular, en el profesor jamaicano Keith Ellis que es un monstruo de los estudios guilleneanos y que en sus indagaciones rigurosísimas, desde su conocimiento profundo de la teoría literaria y de las limitaciones de la teoría literaria también, nos ha dado la posibilidad de poner a dialogar a Guillén con Langston Hughes y poner todo en su justo lugar, o con Jorge Luis Borges.

Por todo esto creo que Guillén ha tenido suerte, su obra ha sido muy bien estudiada y nos toca seguir trabajando para que continúe siendo objeto de estudio por investigadores cubanos, en primer lugar, y del mundo entero.

Bueno, no es suerte, es que lo merece.

 Sí claro, se lo merecía, su obra se lo ganó.

¿Cuál es la singularidad de este nuevo encuentro?

Es un coloquio en cuyo diseño y organización llegamos más acompañados por otras organizaciones; la UNEAC siempre nos ha apoyado pero en esta edición tenemos apoyos muy específicos y concretos de las asociaciones de Escritores y de Artes Plásticas; tenemos también una cooperación que valoramos en mucho y de la que mucho esperamos de la Asociación Hermanos Saíz, esto es una novedad, por primera vez la organización de los jóvenes artistas y escritores va a tener protagonismo en el coloquio.

Hemos tratado, teniendo en cuenta las actuales circunstancias económicas del país, de organizar de manera muy racional el evento para que podamos sacar del tiempo y los recursos que pongamos en función de este el mayor provecho.

¿Quisiera compartir con los lectores de Cubarte, algunos recuerdos de su abuelo?

Realmente, yo soy una persona que tiene una memoria selectiva en el sentido de que los recuerdos tristes los aparto rápido, y conservo sobre todo los recuerdos gratos, tiene que ver con mi manera de ser, no me lo he propuesto, es que soy así.

Conservo recuerdos gratísimos de mi niñez al lado de mi abuelo.

Yo lo conocí realmente cuando regresó a Cuba, antes de su partida, era muy pequeño; yo tuve un abuelo de cinco estrellas, realmente no sé cómo encontraba el tiempo para atenderme, y tengo recuerdos muy gratos, caminando él y yo por la ciudad, cuando me llevaba a ver los muñequitos que se ponían en el cine Rex, de San Rafael; yo los disfrutaba mucho, y a veces él se quedaba dormido y yo veía también la segunda tanda. (Risas)

Íbamos a comer al puerto juntos, a lo que hoy es el restaurante El Templete, cuando aquello no era un restaurante fino, pero a mi abuelo le gustaba mucho y a mí también; él se comía una rueda de cherna hervida que yo le decía que sabía a nada, y yo me comía unos camarones enchilados, eso hacíamos con bastante frecuencia los sábados sobre todo, porque era cuando yo no tenía clases, pero él siempre encontraba en alguna parte el tiempo para estar conmigo.

Recuerdo también mucho nuestras conversaciones aquí en la UNEAC y hasta la posibilidad de tomarme con él un vodka cuando ya yo era adulto.


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