La narrativa de Marvel Moreno, o de las mujeres en el Caribe colombiano


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De haber vencido la enfermedad que tras largos años de zozobra la atenazó y terminó con ella  en plena madurez creadora, hoy, 23 de septiembre, Marvel Moreno habría entrado en la cuarta edad.  Siempre en catálogos editoriales, en cursos universitarios, en estudios de críticos e investigadores, desde el año pasado, en ocasión de su aniversario 80, su obra vuelve a ocupar un primer plano en las letras latinoamericanas al acceder finalmente su familia a la publicación de su novela póstuma, que había mantenido inédita por más de dos décadas.

María Cecilia Graña, profesora de la Universidad de Verona y estudiosa destacada de su obra, con generosidad habitual aceptó nuestra invitación a recordar en su aniversario, con estas páginas, a la única mujer del mítico grupo de Barranquilla.

Marvel Moreno (Barranquilla 1939-París 1995) fue autora de tres libros de cuentos:  Algo tan feo en la vida de una señora bien, 1980 (AF); El encuentro y otros relatos, 1992 (E) y Las fiebres de Miramar –inédito hasta 2001, cuando se incluyó en sus Cuentos Completos (CC)–; así como de dos novelas: En diciembre llegaban las brisas, 1987 (EB) –premiada como mejor libro extranjero en el Grinzane Cavour de 1989– y El tiempo de las amazonas, 2020 (TA) –que sus familiares y Alfaguara decidieron publicar veintiséis años después de su conclusión). Traducida al francés y al italiano, Jacques Gilard, Fabio Rodríguez Amaya, Montserrat Ordóñez y Luz Mery Giraldo son algunos de los críticos que se han ocupado con mayor atención de su obra.  

La conciencia de su precaria salud (muere tempranamente a los cincuenta y cinco años de un enfisema pulmonar consecuencia del lupus que la aquejaba desde hacía veinte años) le hace privilegiar una escritura fragmentaria; de allí que sus novelasestén constituidas por tres partes bastante independientes entre sí por si la muerte la sorprendía. Al mismo tiempo se advierte en varios de sus relatos el recorte o el fragmento de una saga familiar o urbana. Y sin embargo, esta tendencia a la fragmentación contrasta con el utópico impulso por abarcar la totalidad dentro del mundo narrado.

No es esta la única paradoja de la escritura de Moreno. Sabemos que buena parte de su vida la transcurre apartada de su país natal, Colombia (se va en 1969), en una situación periférica aunque estuviese viviendo en lo que era entonces el corazón de Europa (París) para muchos escritores latinoamericanos. Pero, a pesar de este desarraigo, en la obra de Marvel adquiere una notable importancia la ciudad natal, particularmente en EB donde la protagonista Lina Insignares como un alter ego de la autora, desde Europa recuerda su vida y sobre todo la de sus amigas en Barranquilla, ciudad mercantil sin tradición hidalga y que, fundada tardíamente en el siglo XIX, se convierte en un desordenado resumen del mundo y, hacia mediados del siglo XX, en una urbe pluriétinica y racista, patricia y parvenue. Quizás por esta acumulación de contradicciones Lina la vea como “un universo de preguntas sin respuestas definitivas, donde ninguna ley general podría aplicarse al comportamiento humano” (EB: 107). En EB resulta evidente la relación conflictiva que Moreno mantuvo con su ciudad: Lina la percibe como un lugar en el que “las conversaciones se reducían a repetir chismes, afirmar con énfasis lugares comunes y pasarse disparatadas versiones del acto sexual” (EB:139); por eso, tal vez al concluir la narración afirme: “Los años han pasado. No he vuelto, ni creo que vuelva nunca a Barranquilla” (EB: 283).

Estando en París la protagonista de la novela  se esfuerza por pensar en las claves de su formación como mujer en una sociedad plural pero cerrada y, en ese afán, entrevé el proceso de individuación que la condujo a la asunción de la palabra. En la escritura refleja, multiplicándola, la propia condición enunciativa, condición que se mantiene inalterada en la novela póstuma (de la que mucho debate hubo sobre si estaba concluida o no antes de la muerte de la autora) al contar la vida de tres primas colombianas en la ciudad de París pero privilegiando aquí, a diferencia de EB, más las acciones que las reflexiones ­lo cual no quita que se siga utilizando el discurso indirecto libre como modalidad narrativa.

A pesar de la distancia que mantuvo con su ciudad natal, en sus novelas –signadas por un “antes” y un “después” y un “aquí” y un “allá”– adquiere siempre mayor relevancia esa descolocación que vuelve a Moreno ciudadana de  una condición “in between” que acentúa el valor de la propia labor, de la propia palabra.

El narrar para Marvel Moreno consiste en la construcción de un discurso constituido por un encadenamiento de subordinadas: lo que se va diciendo en frases muy largas y con una férrea lógica sintáctica incluye desviaciones, diversificaciones, digresiones de la idea principal; estas, no solo no interrumpen el recorrido de lo narrado, sino que se vuelven un intento de englobar en un Todo lo diverso. Pero así como su prosa sobreabunda en oraciones hipotácticas, al mismo tiempo se caracteriza por formas de elusión, de vacío significativo –indicios siniestros de presencias o sentidos fantasmáticos.

Y en esta dialéctica entre la cornucopia verbal y la elisión del significado se va configurando el tema mayor de Moreno: una interrogación sobre lo que ha sido ser mujer en la segunda mitad del siglo XX, teniendo en cuenta lo que fundamentó la identidad femenina en la primera mitad de la centuria cuando se configuran nuevas formas de intimidad de las que no siempre el hombre blanco de clase alta o clase media admite o logra comprender; de allí, la siniestra intrusión de lo no familiar dentro de lo familiar y la ambivalencia entre la identidad y la alteridad en “Oriane, tía Oriane” –algo también evidente en “La muñeca menor” de la puertoriqueña Rosario Ferré, contemporánea a Moreno.

En estos relatos se vuelven evidentes las pulsiones de una interioridad reprimida que, sin embargo, las mujeres del patriciado latifundista de la Belle époque conocían y podían satisfacer solapadamente gracias a la libertad que les ofrecía una disponibilidad económica heredada o familiar (“Tú puedes hacerlo todo, Isabel –le habría dicho la abuela en voz baja– pero en secreto para no hacer sufrir a nadie.” “Barlovento.” E:135). Algo impracticable para buena parte de las mujeres del mismo grupo social, pero de una generación posterior. Por eso, a Moreno le interesa iluminar ese “eslabón entre dos generaciones”, como es Laura Urteaga en  “Algo tan feo en la vida de una señora bien” (AF:100), considerada por todos como incapaz, frágil, hundida en la depresión y en los tranquilizantes.

Por lo tanto, el momento de la iniciación femenina –cuando una mujer adivina las posibilidades  que se le abren o cierran en la vida – es contado por esta autora con formas y contenidos que se reiteran, como lo demuestra la novela póstuma: rememorar el pasado desde el presente favorece una reflexión que se demora en lo que se ha aprendido o ha quedado frustrado. El transcurso de esa iniciación  tiene como trasfondo el cambio económico social que ocurre en el Caribe –ya desde finales del siglo XIX– cuando una clase terrateniente comienza a ser reemplazada por otra ligada al comercio y a las profesiones liberales, y en el que –¡vaya, una vez más!– la mujer juega un papel fundamental en las transacciones económicas (no solo en el Caribe, como lo demuestra la Sicilia de El gatopardode José Tomás de Lampedusa). Una transición que concentró el interés de buena parte de las escritoras caribeñas desde las primeras décadas hasta mediados del siglo XX; de allí que la novela-saga de Marvel Moreno y algunos de sus relatos sean deudores de las narraciones de las venezolanas Teresa de la Parra (Ifigenia, Memorias de mamá Blanca) y Antonia Palacios (Ana Isabel una niña decente) y de la cubana Dulce María Loynaz (Jardín).

En la obra de Moreno las mujeres se ven circundadas por un mundo masculino que en situaciones extremas pudo llegar a confinarlas en hospitales psiquiátricos o en grandes mansiones –algo que no mucho antes ya Jean Rhys había narrado– pero que, las más de las veces, en ese período que va de los años 40 a finales de los 50, las encapsula dentro de una vida burguesa donde el aburrimiento y la melancolía prevalecen sobre la condición materna y un estándar alto de vida. Así, las sombras de la tristeza femenina no sólo se manifiestan en una carencia de afectividad y de amor sino que desvelan a fantasmas que comienzan a deambular por las residencias en formas insólitas: los ruidos, por ejemplo, en Oriane, tía Oriane AF, generan gran inquietud en la protagonista preadolescente y, si por una parte pueden representar sus primeras pulsiones sexuales, por otra la llevan a rastrear, sin saberlo, los indicios que conducen a lo no dicho, a lo negado por ser tabú (el incesto) o socialmente inconveniente.

Las heroínas de Moreno aparecen caracterizadas por una “tristeza voluptuosa” (pienso en el título de la novela del venezolano Pedro César Dominici, 1899) porque la pasión, el erotismo y la exploración de los sentidos se han visto reprimidos por la sociedad; pero se percibe su existencia y su potencia –que por momentos se desborda, como en la fiestas organizadas por Divina Arriaga en EB y por momentos de desconoce: Moreno habla de las consecuencias de esta situación en la psique y en el cuerpo femenino y de la rebelión o huida contra esa condición aberrante, huida que, a veces, se resuelve en el suicidio. Y la imagen de las figuras femeninas ya no aparece configurada con la tradicional división maniquea que ve, por un lado, la mujer pura que encarna el amor ideal –como María en la novela de Isaacs– , y por otro, a la “hembra bestial y calculadora” de La vorágine. A Moreno le interesa explorar otras facetas del prisma femenino como lo demuestra “Una taza de té en Ausburgo” E. Y, sobre todo, le interesa decir cómo la mujer tiene que contar  con otras en su camino hacia la liberación.

Hay que recordar que el tema de la formación femenina y la ayuda en su iniciación multiplica narrativamente las perspectivas al rebatir varios lugares comunes de la crítica vulgar al patriarcado: no todos los hombres son machistas, por el contrario, muchos padres y algún tío, laicos, han de cumplir una función importante en la formación intelectual o artística de hijas y sobrinas –como las figuras del padre de la narradora de “Autocrítica” (CC) o la del padre de Gaby en TA – al ofrecerles parámetros para analizar la realidad alejándose de la dicotomía católica. Y Moreno subraya que lo que fundamenta con mayor fuerza el patriarcado y el poder de la iglesia dentro del mismo es la figura de la madre (y de alguna abuela). Generalmente la muerte del padre benévolo deja las hijas sujetas al poder represivo de mujeres que han internalizado con fuerza los antiguos principios de la honra y del pecado y los imponen en el espacio familiar con ímpetu y violencia. Sus acciones extremas se emparejan a las de los hombres los cuales consideren esposas e hijas como  parte de su propiedad y,  por lo general, pecan por ignorar o echar por tierra las ilusiones de sus propias mujeres a las que no conciben con deseos o satisfaciendo su propia sexualidad.

Los lazos de ayuda que se establecen en estas narraciones resultan, por lo tanto, transversales: dentro de una familia son las tías las que sostienen la lámpara que guía hacia la libertad; nunca es la madre que contribuye, en cambio, a fijar el estatuto patriarcal a pesar de sufrirlo ella misma. Tías o tías abuelas, con una situación económica holgada, al haber logrado sobrevivir dentro de una sociedad machista, intentan enseñar a las sobrinas eso que las madres no han logrado hacer. A ellas se unen las clases subalternas (“Ciruelas para Tomasa” (AF), “Barlovento” (E)) que contribuyen en esa tarea, al proponer o compartir con los personajes femeninos una visión analógica del mundo y un respeto por lo instintivo y natural.

Marvel Moreno nos habla de lo que ha sido la sociedad colombiana del Caribe; sociedad pluriétnica que intenta, con la endogamia, preservar a los miembros de raza blanca de la familia, sobre todo de las mujeres, mientras que el patriarca dispersa su simiente por las diversas etnias de la costa para luego incluir los hijos bastardos en el espacio familiar con funciones subordinadas.

Y Barranquilla se vuelve tema privilegiado de una poética “mestiza” y, al mismo tiempo, su causa. Una modalidad híbrida en fuga de la “dinastía de la representación” de la que hablara Foucault (1971: 111-134) en la que la palabra es depositaria de sentido y de referente – algo innegable en EB (nombres de calles, de colegios, de lugares públicos de la ciudad)– porque la realidad se ve sometida a una multiplicación, duplicación de motivos y personajes, a una inversión de perspectivas que la apartan de la coherencia y la canonización.  En efecto, si por una parte el desarrollo de la narrativa moreniana resulta de un plegar y desplegar materiales y registros discursivos diversos (como se ve en el cuento-matriz “Oriane, tía Oriane” (AF,1980, 19751) donde se mezclan el relato de iniciación con el género erótico, los libros de aventuras con la novela sentimental, el relato fantástico con lo surreal-irreal de Alicia en el país de las maravillas), el tema de la creación literaria hace emerger motivos herméticos y alquímicos que apuntan a un ideal utópico de unidad y unicidad.

El movimiento divergente de la obra de Moreno, de sus infinitas ramificaciones y estratos con los conflictos enunciativos resultantes del manejo contemporáneo de  poéticas diversas, aspira a fijar de algún modo, utópicamente, la movilidad del mundo y contrasta ideológicamente a nivel formal lo que socialmente era el estatuto endogámico caribeño. Asimismo, esta narrativa opone algunos símbolos espaciales que, a pesar de o por razón de estar caracterizados por su excentricidad geográfica y social respecto de Barranquilla, resultan de convergencia narrativa y creativa aunque propongan una significación incierta: la casa de tía Oriane  en AF y la Torre del italiano en EB con sus respectivos jardines, por ejemplo,son símbolos de una estética de la ambigüedad. En efecto, no obstante que Moreno trabaje –entre otras– con las formas del folletín y del melodrama que tienden a fijar los significados en forma dicotómica, en realidad la operación de la autora colombiana no es la de apuntar a un sentido determinado sino la de expresar el sinsentido de lo binario.

Como decía, estos pliegues y repliegues los vemos cuando los relatos y novelas de Moreno multiplican las focalizaciones (María o Lina  en un “aquí y allá” o en “un antes y un después” en O y en EB); cuando las perspectivas se desdoblan o invierten (i.e. el desarraigado americano en Europa –El tiempo de las amazonas– o el europeo en el trópico colombiano –“La noche feliz de Madame Yvonne” en AF; Odile Kerouan y doña Giovanna en EB–, las situaciones se repiten y aparece el motivo del doble y de la posesión (María y tía Oriane, por ejemplo en O). O cuando un relato mesurado y racional se desliza en el melodrama, una historia de amor se desbarranca en la parodia, lo trágico se mezcla con lo cómico –todo esto evidente en los cuentos de El encuentro de menor ambientación caribeña– o una intención realista, didáctica, racional, se mezcla con las concepciones libertarias de la alquimia y el hermetismo que apuntan a una totalidad irresuelta pero cuya articulación está en continua ebullición como en la del huevo filosófico.

O sea que buena parte de la narrativa de Moreno aparece caracterizada por plantear cuestionamientos a la situación social que describe pero, al mismo tiempo, el discurso resiste a una desambiguación para mantener viva la rebeldía  de la significación del mismo. Un poco como lo hicieron los constructores de la Torre de los italianos en EB, quienes “habían deseado en apariencia establecer relaciones diferentes con la vida, en busca de una idea que nunca trataron de imponer [. . .] limitándose a sugerirla” (EB: 252-253).

Textos citados

Foucault, M. (1971), Il pensiero del di fuori. Scritti letterari, Milano, Bompiani.

Moreno, M.  (1980), Algo tan feo en la vida de una señora bien, Bogotá,La Pluma.

—-. (2001), Cuentos completos (eds. Gilard-Rodríguez Amaya), Bogotá, Norma.

—-. (1992), El encuentro y otros relatos, Bogotá, El Áncora Editores.

—-. (1987), En diciembre llegaban las brisas, Barcelona, Plaza y Janés.

—-. (2020), El tiempo de las amazonas,  Madrid, Alfaguara.


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