La guerra gaucha de Güemes


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MADRE AMÉRICA: ARGENTINA

 

Este 17 de junio es el bicentenario de la muerte de Martín Miguel de Güemes, el único general argentino caído en combate durante la guerra de independencia. Al frente de guerrillas populares o montoneras, en Salta y Jujuy, con la llamada guerra gaucha, impidió la reconquista española del antiguo Virreinato del Rio de la Plata.

Desde muy joven sirvió en el ejército real en la provincia de Salta, donde había nacido en 1785. En la lucha contra las invasiones inglesas a Buenos Aires (1806-1807) dirigió una impresionante carga de caballería que permitió apoderarse del barco enemigo Justine, encallado en la costa fluvial. Derrotados los británicos, regresó a Salta convertido en oficial del Cuerpo de Granaderos de Santiago Liniers, surgido durante la guerra contra los ingleses.

Tras la deposición del virrey en Buenos Aires en 1810, Güemes se incorporó al Ejército del Norte, creado por la Junta de Mayo para incorporar el Alto Perú a su jurisdicción. Al mando de tropas, combatió a los realistas en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy) y en los valles de Tarija y Lípez, destacándose en la batalla de Suipacha el 7 de noviembre de ese año. Obligado el ejército patriota a replegarse del Alto Perú, tras la derrota de Huaqui el 19 de junio de 1811, Güemes hizo con sus gauchos la famosa guerra de recursos para dejar sin abastecimientos al enemigo, que le permitió recuperar Tarija a principios del año siguiente, hasta que fue trasladado a Buenos Aires.

Reincorporado al Ejército del Norte, comandado desde enero de 1814 por el general José de San Martín, estuvo a la vanguardia con la caballería. Al igual que su prestigioso jefe, Güemes era partidario de proclamar la independencia de España, pues el timorato gobierno de Buenos Aires seguía jurando fidelidad a Fernando VII. La base de su ascendente popularidad entre los gauchos provenía de la expropiación de ganado y de liberarlos del pago de arriendos a los ricos estancieros, cuando comenzaba a ser llamado protector de los pobres.

Con ellos pudo organizar sólidas guerrillas en el valle de Lerma, en su natal Salta, integrada con esos diestros jinetes mestizos, expertos en el duro trabajo del cuidado de ganado en las llanuras, verdaderos protagonistas de la conocida guerra gaucha, que hizo la vida imposible a los realistas. Las primeras hazañas de estos aguerridos hombres casi coincidieron con la decisión de San Martín de cambiar la jefatura del Ejército del Norte por la oscura gobernación de Cuyo, en octubre de 1814.

El Libertador había decidido variar su estrategia, convencido que el camino altoperuano para llegar a Lima y derrotar de manera definitiva a los españoles era inviable, porque lo que se propuso usar a Chile como trampolín, tal como confesara en una carta secreta: “La patria no hará camino por este lado del norte que no sea una guerra defensiva, y nada más; para esto bastan los valientes gauchos de Salta…” Con esa finalidad, nombraría a Güemes, en enero de 1820, general en jefe del Ejército de Observación sobre Perú.

Como preveía San Martín, la tercera ofensiva rioplatense al Norte, iniciada en febrero de 1815 bajo la dirección del general José Rondeau, fue derrotada por los realistas el 29 de noviembre de ese año en Sipe Sipe. La retirada del Alto Perú del maltrecho ejército, dejó sólo a las montoneras gauchas de Güemes, respaldadas por la población más humilde de Salta –que ese mismo año lo había elegido gobernador de la provincia-, como único valladar ante los colonialistas. Incluso algunos patriotas altoperuanos, como Juana de Azurduy, tuvieron en 1818 que buscar refugio en Salta.

Además de combatir la avalancha enemiga enviada por el virrey de Lima, Güemes, que proclamó la federación en Salta, tuvo que enfrentar la hostilidad del régimen centralista de Buenos Aires, acentuada desde 1819 ante el temor que se convirtiera en otro Artigas. Poco después de ser sustituido como gobernador en 1821, Güemes fue herido por los realistas, cuando resistía la novena y última ofensiva española sobre Salta. Reunido con sus oficiales y casi moribundo, le transfirió el mando al coronel francés Jorge Enrique Vidt para que liquidara a los invasores, antes de expirar el 17 de junio en la Cañada de la Horqueta. La guerra guacha fue decisiva no sólo para consolidar la independencia del Río de la Plata, sino también para asegurar la retaguardia del ejército de San Martín, posibilitando la emancipación de Chille y el inició de la liberación de Perú.


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