Érase una vez la salsa: El hombre del bajo que habla mucho del son


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Barbarito Diez y Oscar de León. Cuba, 1983.

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A fines del año 1981, cuando parecía que no existía para él una segunda oportunidad, la voz de Miguelito Cuní se vuelve una de las más populares en la radio cubana. Un tema escrito cuarenta años antes por el compositor y músico bienvenido Julián Gutiérrez, llamado Convergencia, es coreado por una parte importante de los cubanos menores de treinta años.

Pablo Milanés había invitado a Cuní a hacer una versión de este tema y como orquesta acompañante figuraba el Conjunto del trompetista Félix Chapottín y algunos invitados de lujo en diversos instrumentos como fue el caso del trompetista Arturo Sandoval. Era el mismo conjunto sonero donde él llevaba la voz cantante. Cuní, según palabras de Benny Moré “era el mejor sonero que había escuchado”; aunque muchos lo consideraban una reliquia del pasado.

El regreso de ese hermoso bolero no fue la única novedad que conmovió a los cubanos en el comienzo de la década; y cuando digo cubanos me refiero a todas las generaciones sin importar su filiación musical o credo cultural; también comenzaron a ponerse de moda temas que en los años cincuenta había popularizado la orquesta Aragón, en especial dos de ellos: Calculadora y Los tamalitos de Olga; solo que esta vez era por medio de la voz del cantante y bajista venezolano Oscar de León; el mismo que en el año 1972 había fundado junto al pianista Enrique Iriarte, conocido como Culebra y el trombonista Cesar “albóndiga” Monge, entre otros músicos, la orquesta Dimensión Latina, en el mismo momento que el epicentro de la salsa, como movimiento musical, se traslada de New york a Caracas.

Oscar no vino a Santiago de Cuba en el año 79, meses antes del viaje había decidido fundar su orquesta a la que llamo La Salsa Mayor –¿no les suena conocido el nombre?, no así el contenido—y en su lugar fue contratado el puertorriqueño Andy Montañez que en ese entonces era la voz más popular de el Gran Combo de Puerto Rico.

Las grabaciones de Oscar de León comenzaron a inundar todas las emisoras de radio del país de oriente a occidente. Su música se radiaba una y otra vez y no saturaba. Al contrario, se generó una adicción a su voz y estilo nunca antes experimentada en nuestra sociedad en los treinta años anteriores. Pero el pináculo de la demanda de su música en Cuba llegaría una vez que se radiaran primero la versión del tema Mata siguaraya del compositor Lino Frías y que habían versionado, indistintamente Benny Moré y Celia Cruz; y un tema compuesto por él mismo: Llorarás.

Para los mayores muchos de los temas que el sonero/salsero venezolano había puesto de moda en las emisoras de radio cubanas, habían sido exitosos en los años cincuenta; ello trajo como consecuencia que la misma orquesta Aragón los volviera a incorporar a su repertorio habitual y que además se volviera a despertar el interés por su música. A los más jóvenes les conectó con una zona de la música popular cubana que se había convertido en cosa de viejos y que muchas emisoras de radio asumían como “patrimonio o música de las décadas pasadas”.

Lo que sí había una cosa cierta: León supo combinar el llamado sonido de la salsa con la tradición sonera (eso que algunos llamaron “matancerizante” a partir de la presencia de una orquesta cubana como La Sonora Matancera, en muchas ciudades latinoamericanas durante la década del sesenta) y lograr una propuesta excelente que llegó a complacer a todos los públicos del continente; y el cubano no era una excepción.

Este fenómeno musical provocó, igualmente, que la EGREM lograra licenciar toda la discografía posible del cantante venezolano y ponerla a disposición del pueblo cubano. Sus discos, los tres que se publicaron, se agotaron desde el mismo momento de su salida. A su vez, no había un programa dentro de la programación televisiva en que no se escuchara su música, no hubiera una coreografía con ella o simplemente apareciera un imitador de su estilo.

Todo ello creó las condiciones para que las autoridades gestionaran su posible viaje a Cuba, y qué mejor momento para que ocurriera que vincularla al Festival que por ese entonces se organizaba en la playa de Varadero y que sería en el mes de noviembre del año de gracia sonera de 1983.

Habían pasado dos años desde la primera vez que su música fuera radiada en Cuba la noche que fue recibido con bombo y platillo en el aeropuerto José Martí de La Habana.

Oscar, desde su primera presentación en Varadero, cerrando la primera noche, demostró no solo sus dotes musicales y de comunicador, sino que impuso en el argot popular una frase que ha sobrevivido al tiempo: “… dame cable...”; todo comenzó en el mismo momento en que se lanzó a la plazoleta del Anfiteatro de esa ciudad y comenzó a caminar entre el público mostrando sus dotes de improvisador.

Además, se permitió todo un privilegio y un lujo que nunca antes se había conseguido en Cuba: hacer bailar –o que al menos diera dos pasos imitando un baile—a Barbarito Diez, a quien llamó públicamente “su papá”. También se hizo acompañar por la orquesta Aragón que le había precedido y junto a sus cantantes interpretó el éxito de todos los tiempos Calculadora.

Durante cinco días toda Cuba se paralizó con su presencia en la Isla. Fue a la tumba del Benny en Cienfuegos y allí cantó fragmentos de Siguaraya; cantó en el teatro Karl Marx, en el estadio Guillermón Moncada en Santiago de Cuba y en el coliseo de la Ciudad Deportiva en La Habana, con lleno total en todos los lugares y aunque en ese tiempo las pantallas gigantes eran un lujo que el país no se podía permitir, se habilitaron sistemas de sonido para que los que no pudieron entrar escucharan su música, sobre todo en Santiago de Cuba.

Sin embargo, lo más significativo y en lo que menos la gente ha reparado fue en el estreno de un tema del músico y compositor cubano Adalberto Álvarez que en ese entonces había dejado la dirección del Conjunto Son 14 y estaba dando los toques finales a la organización de su nueva orquesta a la que llamaría en un comienzo como uno de sus temas más conocidos: El son de Adalberto; la misma que unos años después renombraría como Adalberto y su son. Su título: Defiéndete tú.

El paso de Oscar de León por Cuba dejó algo muy claro: el son seguía siendo el comienzo y el final de toda la música que más disfrutaban en esos años los afrocaribeños y los inmigrantes latinos en la ciudad de New York y sentó las bases para que Adalberto Álvarez se convirtiera en el líder indiscutible de los nuevos tiempos tanto dentro del son como del mundo de la salsa, fundamentalmente en Puerto Rico.


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