Bellas Artes: una historia que es fuente de inspiración


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Particular trascendencia ha tenido para el colectivo del Museo Nacional de Bellas Artes el año que está a punto de concluir, una vez que durante él se estuvo celebrando el aniversario 110 de su fundación, lo que es igual a decir del nacimiento de la más importante institución de las artes visuales con que cuenta el país.

En estos meses, unido a los homenajes que le han tributado otras entidades de la cultura, el personal que allí labora se esmeró en la concepción del abarcador programa que cada mes pone a disposición de sus públicos, con el cual recibió este 2023 nada menos que con una exposición de Wifredo Lam, el más universal de los pintores cubanos.

De la sostenida labor del Museo en más de un siglo de existencia hizo recientemente un resumen Jorge Fernández Torres, su director, durante el Coloquio que dio cierre a las celebraciones por el nuevo aniversario y sirvió de homenaje a quienes han entregado años de vida al MNBA en lo que él definió como “un acto de fe, un sacerdocio”.

Especial énfasis puso en la estrategia que desarrollaron durante la etapa de la pandemia de Covid-19, en la que además de emplearse a fondo en tareas relacionadas con la conservación y restauración de sus colecciones, así como en la reparación de los inmuebles, se vieron abocados a explorar otro escenario, el virtual, el cual actualmente consideran como “el cuarto edificio” por los positivos resultados que arroja en cuanto a la difusión de cuanto en ese centro tiene lugar.

Pero más que referirse a lo hasta ahora alcanzado, Fernández Torres esbozó detalladamente los retos que tiene por delante la institución para cumplir a cabalidad con las expectativas de la población y los requerimientos internacionales de las de su tipo.

En ese sentido, reflexionó en torno a carencias en sus salas y en sus fondos del arte surgido en nuestro país a partir de los años 90 del pasado siglo, en particular del cartel, la fotografía, el video y las instalaciones, situación que se hace notable y les exige mayor responsabilidad ante la inexistencia hasta el momento de un Museo de Arte Contemporáneo en el país.

Unido a ello, apuntó, va la necesidad de avanzar en el dominio del específico manejo de tales piezas, teniendo en cuenta el soporte en que fueron concebidas y, muchas veces, el carácter efímero de los materiales que las componen.

Asimismo, señaló lo exiguo de la colección de arte aborigen con que cuentan, debido principalmente al lógico rechazo de las instituciones que las poseen en lo que a desprenderse de ellas se refiere.

Perfeccionar la mediación, ampliar el vínculo con la comunidad, fue otro tema profusamente tratado por el director del MNBA, a partir del peso que el mismo tiene en el propósito de lograr una mayor incidencia en la formación estética de un público que también desean incrementar; no obstante, la buena acogida que reciben los talleres que sistemáticamente imparten a diferentes grupos etarios.

“Hay que trabajar en eso. Ver cómo sacamos el arte del recinto, qué entrenamiento tienen, cuáles son sus gustos, qué tipo de información poseen esas personas que entran al Museo. Queremos una colaboración donde haya participación real y el espectador no sea un espectador, sino un consumidor”, subrayó.

La entrega, el trabajo en equipo, el apoyo gubernamental a esta institución insignia de las artes visuales en el país, varias veces destacados por Fernández Torres en su intervención, sin dudas ponen al Museo Nacional de Bellas Artes en condiciones de sumar el 2024 como otro año de tantas realizaciones como los primeros 110 de reciente celebración.


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